domingo, 26 de abril de 2015

¡Joder qué imaginación...!

¡Joder qué imaginación tiene el experto!

En cualquiera de las dos glorias que siguen... ¿dónde colocaríamos el puchero con los gabrieles y el tocino?
A todo trapo: gloria en Camporredondo (Valladolid)

4 h.
Así era la Castilla de Delibes. En esas casas se comía cocido todos los días. Hecho en la gloria, toda la mañana.














Chimenea, hogar, llar... o simplemente fuego de
morillos, donde se cocían los gabrieles y las patatas.
“Habló el buey y dijo mu”. O lo que es lo mismo; habló Urdiales y dijo: el cocido se hacía en la gloria durante toda la mañana. La Diputación que oyó esto, habló y dijo: paguemos a este “experto” para que predique estas enseñanzas por nuestros pueblos y ciudades. El ministerio de in-cultura rural exclamó: permitamos que expertos como éste prediquen tanta sabiduría por colegios e institutos, al fin y al cabo es más fácil gobernar bueyes que digan “mu”. Y llegó el paleto (yo) y dije: de todos estos sabios, me quedo con el buey.

He querido abrir esta entrada con dos hermosas glorias en pleno rendimiento en la Castilla de Delibes donde, es cierto, se comía cocido todos los días  –y patatas todas las noches- y aquél y éstas se cocían a fuego lento durante toda la mañana los unos, y parte de la noche las otras -casi siempre viudas- en la cocina bilbaína o económica, o en la humilde placa anterior a la bilbaína, o en la chimenea, hogar, llar… o -llámelo usted como quiera- entre los morillos. Todo menos en la gloria porque… dígame el señor Urdiales -que parece bien informado- ¿dónde colocaría usted el puchero con los gabrieles y el tocinillo? Bueno, creo que se impone informar, de manera un poco más rigurosa, y eso es lo que vamos a hacer desde la boca de abastecimiento a la gloria.

La gloria, calefacción por suelo radiante (posiblemente de época romana) mediante el fuego era y, como vemos, todavía sigue siendo, una serie de túneles o cañones debajo del piso, por los que se canaliza el fuego -que el combustible genera al arder- hacia la chimenea o salida de humos. En el tránsito de la llama, buscando la salida, va calentando el suelo -para calentar el suelo, no para cocer los garbanzos- y por radiación calienta las habitaciones por las que pasa. Así de sencillo.

Cómo y por qué de la forma de encender la gloria: por la boca de abastecimiento se aporta el combustible, normalmente hornija (ver lo que es hornija en el “Diccionario de Camporredondo”), pero también en las zonas de Castilla en las que abunda la paja se atiza con este combustible, o con burrajo… en fin, cualquier material que genere una llama y que, además, sea económicamente asequible para la, generalmente débil, economía doméstica.

Una vez metida la leña a la entrada del cañón de la gloria se prende (se enciende) y comienza la combustión. Por ende, el suelo se va calentando. Mientras la llama es intensa se mantiene abierta la boca de entrada de la leña y la salida de humos (cortafuegos en la chimenea). Como el calor tiende a subir y como la chimenea está muy alta –por encima del tejado- se establece una corriente de aire desde la boca de abastecimiento hacia la chimenea. Cuando la llama va cesando, se van cerrando tanto la boca de entrada como el tiro o salida de humos, hasta que la combustión cesa por completo , que es cuando se cierra de forma hermética, o casi hermética. ¿Para qué se cierra de forma casi hermética? Pues para evitar que el calor que siguen generando las brasas, más el acumulado por efecto de la combustión, se escape. De esta manera, si en el cañón de la gloria hay calor acumulado (y lo hay) el suelo se mantiene caliente durante todo el día. El calor se mantiene hasta el día siguiente en que volveremos a repetir la misma operación.

¿Qué conclusiones sacamos de esta explicación? Pues que el tiempo de apertura de la boca de abastecimiento, como el tiro, o cortafuegos, de la salida de humos, deberá ser el menor posible.

A partir de aquí habrá que sacar alguna enseñanza: no es posible que cozamos los gabrieles en la gloria, porque además de ser imposible (¿metemos el puchero en el cañón y cerramos?), la cocinera tendría que bajarse a la cueva, se vería obligada a mantener la boca de abastecimiento abierta, y el calor se nos escaparía.

Bueno, además, ¡qué cojones hago dando explicaciones sobre algo que es absurdo! El cocido en los pueblos de la Castilla de Delibes se cocía a fuego lento en la forma que ya hemos dicho más arriba, lo que pasa es lo que, también he dicho hace un rato: “habló el buey y dijo ¡mu!”

Lo verdaderamente preocupante de todo esto es que, de los que escuchan o leen a Urdiales; unos, los que saben, se ríen pero no actúan y los que, por su juventud, no saben de qué va el tema, pues lo aceptan y asimilan. Así se deforma la historia: para ilustrar en colegios e institutos el Ministerio de in-cultura les pone un profesor analfabeto en lenguaje rural. Hasta donde no llegue el ministerio llega la Diputación, o la Fundación Instituto Castellano y Leonés de la Lengua, o la Cátedra Miguel Delibes… en fin, todas estas instituciones que, con el DRAE en la mano, son infalibles, pero en cuanto les metes por los caminos sin asfaltar, o tienen que pisar terrones, no saben dar un paso y patinan: resbalan y caen.

Deducción que yo saco: al señor Urdiales le hablaron de la gloria como forma de calefacción, después le dijeron que en los pueblos de Castilla se comía el cocido todos los días… el experto lo metió en la coctelera y sacó: comen cocido todos los días, se calientan con el calor de la gloria, como no sabe lo que es la gloria, recurre al DRAE que le complica más y dice: aprovechando el fuego de la gloria cuecen los garbanzos del cocido. ¿Acierta? Pues está claro que no. Pero, por si las moscas, dice: “en los pueblos de la Castilla de Delibes…”. Entonces yo digo: no señor Urdiales, eso no es así y, además, Delibes nunca lo dijo, porque Delibes conocía, como yo, la forma en la que se cocía el cocido castellano. Así que otra vez más le digo: señor Urdiales, usted con su bienintencionada ignorancia, está haciendo mucho daño al leguaje y costumbres castellanas.

Después de todo lo dicho pienso, parecerá raro, pero sí que pienso: el Isidoro de Delibes llevaba el pueblo escrito en la cara y como tal era motivo de mofa. Ha pasado un poco tiempo e Isidoro, que sigue llevando el pueblo escrito en la cara, aquí le tienes intentando hacer comprender a los maestros del lenguaje lo que es una gloria. Que no es la Gloria-Cielo que ellos nos enseñaban, no; esta gloria es con la que nos calentábamos. Eso sí los garbanzos los cocinaban nuestras madres y abuelas con leña, sí, pero no en la gloria.

Y dice el DRAE:
gloria.
(Del lat. gloria).
6.f. Hornillo dispuesto para calentarse y para cocer las ollas.

Esto dice y se queda en eso: en la gloria.

Sí, sí, sí. Ya sé que el DRAE dice todo esto. Pero como la Castilla de Delibes es la de la gloria- calefacción por suelo radiante (la de los romanos) creo que es a ésa a la que debemos referirnos. La del DRAE, o el Diccionario de la Real Academia nos dice cómo es, o era, o el experto debe decirnos en qué zona de esta Castilla de nuestros amores se llama gloria a los fogones en los que se cocían los gabrieles. Así que quedo a la espera de que alguien nos muestre este tipo de gloria para calentarse o cocer el cocido a fuego lento. Y si alguien descubre que no es cierto lo que más arriba digo lo rectificamos: todo menos cargarnos la gloria tradicional por suelo radiante: la de la Castilla de Delibes.

Y sigue el DRAE:
gloria.
(Del lat. gloria).

7. f Estrado hecho sobre un hueco abovedado, en cuyo interior se quema paja u otro combustible para calentar la habitación.

La verdad es que el DRAE tampoco ayuda mucho. La definición que nos da de gloria, al menos desde la Castilla de Delibes, no es muy acertada. Comparemos la definición con las fotos del encabezamiento del escrito. Lejos de ser un estrado es un túnel bajo el suelo de la casa. En fin, espero haber dejado claro lo que es la gloria en la Castilla de Delibes.

Camporredondo, 27 de marzo de 2015.

martes, 21 de abril de 2015

¿Adobadera?

Adobadera
EC p. 14
Su padre empezó a dar vueltas nerviosas a una adobadera entre las manos.
Adobadera: Molde para hacer adobes. (Diccionario de Uso del Español)
Adobera: Molde para hacer adobes. Obra hecha de adobes. (Diccionario General de la Lengua Castellana)
Adobera: n.f. Molde para hacer adobes. Sinónimos: abancal, amacal, formón, gradilla, horma, macal, mecal, marcel. (Diccionario del Castellano Tradicional)
Adobadera: Utensilio que sirve para hacer adobes. Tanto en el DRAE como en algunos otros diccionarios el término empleado es "adobera". Sea adobera o adobadera, los dos denominan el mismo utensilio. Por estos pueblos no se emplea adobadera para denominar el recipiente que sirve para hacer el adobo (1).
La adobera es un molde de madera de forma rectangular en tres dimensiones, con asas a ambos lados. (Investigación de campo).

Texto transcrito desde el glosario de la Cátedra Miguel Delibes que se halla también en el Diccionario del Castellano Rural en la Narrativa de Miguel Delibes. Obra del mismo autor.

A veces siento tentaciones de abandonar ante tanta ignominia hacia la obra de Miguel Delibes y el lenguaje rural. Pero después recapacito y me pregunto: si los “diccionarios" en la narrativa de Delibes falsean la realidad, si, además, el ministerio de in-cultura rural, la Diputación provincial de Valladolid, Fundación del Instituto Castellano y Leonés de la Lengua, Cátedra Miguel Delibes, Fundación Miguel Delibes, El Norte de Castilla… y no sé si alguien más lo apoyan… ¿qué pasará con la obra de Delibes y con el lenguaje rural en general? Entonces me doy cuenta y pienso: aun con mis muchas limitaciones, de todo género, debo seguir.

Supongo que, a estas alturas, no descubro la pólvora si digo que la obra de Miguel Delibes gira, en buena parte, en torno al mundo rural. Lo que digo queda patente en numerosas de sus obras. Tampoco cabe dudar del cariño que el escritor siente por el mundo rural y la preocupación que, fundadamente, tiene sobre este mundo del que si alguien se aproxima a él es para aprovecharse (y así seguimos, añado yo).

En el caso de El Camino, Delibes se vale de tres niños de pueblo, tres amigos que actúan como actuaban los niños de pueblo de aquella época. Entre estos niños destaca la figura de uno de ellos: Daniel, el mochuelo, cuyos padres se ganaban los gabrieles fabricando queso para la venta.

Con esto creo que sería suficiente para preguntarnos: si la familia de Daniel, el mochuelo, son queseros… ¿qué hacía su padre con un útil de fabricación de adobes -ladrillos de tierra y paja para la construcción de edificios- en la quesería? ¿Será que está sopesando la posibilidad de trocar el oficio de quesero por el de trabajador del barro, barrero?

Al parecer al autor del trabajo no le ha extrañado (desconoce el tema y no parece tener muchas ganas contrastar nada).

Como a mí sí que me preocupa el tema, sigo con una palabra que yo jamás oí para mentar al mencal o adobera que es lo mismo: mencal, de toda la vida, en esta zona de Valladolid, y adobera para el resto... y adobadera, al parecer, para el autor de los "diccionarios"

Abrimos los diccionarios -Diccionario del Castellano Rural en la Narrativa de Miguel Delibes editado por Fundación Instituto Castellano y Leonés de la Lengua y reeditado por ediciones Cinca con el apoyo de Fundación Miguel Delibes y Cátedra Miguel Delibes- y nos encontramos con lo que vemos en la parte superior de este escrito.

Podría haber sido que el escritor lo hubiera dejado escrito: Él tampoco es infalible. Pero es que Miguel Delibes dijo ADOBERA, -ver página 311 de La obra completa del autor, Ediciones Destino que dice para todos los que, al menos, quieran leer: “Su padre empezó a dar vueltas nerviosas a una adobera entre las manos. (…)”-. Si lo que acabamos de leer lo leen mis nietos y, además, admiran al mismo escritor que su abuelo, defenderán a capa y espada que el mencal se llama adobadera ¡Delibes lo dijo! Entonces a mí me cabe la obligación de decir, para todos los nietos: Delibes dijo, como casi siempre, muy correctamente: ADOBERA.

Ahora quizás puedan decirme: el Diccionario del Uso del Español dice adobadera y, por si acaso, yo digo ¡A mí qué cojones me importa, en este caso, lo que dice el DUE (que no sé si lo dice) yo estoy hablando en lenguaje rural en la narrativa de Delibes y lo demás eso: ¡aquí está demás!

Siguiendo con más disparates, vean lo que añade el “experto” en sus exhaustivas aclaraciones: "Por estos pueblos no se emplea adobadera para denominar el recipiente que sirve para hacer el adobo". (1)

Ante aclaración tan rotunda tengo que rendirme: efectivamente, para hacer el adobo, por estos pueblos no se usa la adobadera: se usa, normalmente, la artesa y también los barreñones.

Y como final sólo añadir: la tierra aparente con la que se hacían los adobes, y adobas, también se llamaba adobera (tierra adobera).

Hasta aquí lo que dijo Delibes visto por el filólogo- doctor cum laude en ciencias de la información y experto en Delibes: Jorge Urdiales Yuste.
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A partir de aquí lo que dijo Delibes visto por el iletrado hombre de campo Gaudencio Busto García.

Hasta este momento hemos discutido sobre lo que escribió Delibes, según el “experto”, y aplauden sus admiradores (véase la relación de entidades admiradoras más arriba).

Ahora vamos con lo que el escritor dijo sobre los deseos de un quesero que anhelaba, con su mujer, que su hijo fuera algo en la vida, y que su hijo escuchaba desde el piso superior. Situemos la acción:

“No obstante, Daniel, el mochuelo, escuchaba con frecuencia las conversaciones de sus padres en la planta baja, durante la noche, cuando él se acostaba. Por la grieta del entarimado divisaba el hogar, la mesa de pino, las banquetas, el entremijo y todos los útiles de la quesería. (…)”. (El Camino, página 310, obra completa de Miguel Delibes, edición 2ª).

Todo aquél que lea con interés y comprenda la obra de Delibes se habrá dado cuenta de que lo que divisaba Daniel, el mochuelo, en el hogar, no eran otra cosa que los útiles para hacer el queso.

Entonces, a cualquiera se le ocurre una pregunta ¿Qué tiene que ver un mencal, o adobera, que es lo mismo, entre las manos de un quesero en la quesería? La respuesta se contesta con otra pregunta: ¿dónde está el error? Pero como no leemos, por tanto mal podremos comprender, nos vamos al DRAE, y el diccionario de la Real Academia recoge, muy correctamente, la palabra que el experto nos presenta.

¿Error? No: falta de interés por la obra de Miguel Delibes (es mi opinión) –pero que nos sirve para nuestro propósito- y desprecio por el lenguaje rural. ¿Soy duro? No, y a las pruebas me remito.

Resumiendo. Dijo Delibes: “Su padre empezó a dar vueltas nerviosas a una adobera (ÚTIL PARA HACER QUESO CON FORMA DE ADOBE) entre las manos”.

Y después de esto no me queda más que decir: Delibes dijo adobera. Lo de adobadera, posiblemente sea otro útil para hacer el adobo. Si llega el momento, y adobadera existe, hablaremos.

Por todo lo dicho, y por todo lo dicho en otros apartados, ruego que los mencionados "diccionarios", en atención y respeto al lenguaje rural y a la obra de Miguel Delibes, sean anulados y reeditados con el mayor rigor.

Y ahora, para el que quiera leer:

ENCELLA - Molde circular para hacer queso con una medida fija.
CINCHO.- Molde de esparto tejido para hacer el queso adaptado a la dimensión deseada. ADOBERA.- Molde fijo para hacer el queso con forma de adobe.
ADOBADERA… pues, de momento, la dejamos, aparcada.

Camporredondo, 9 de abril de 2015.


(1) Ver Cátedra Miguel Delibes y Diccionario del Castellano Rural en La Narrativa de Miguel Delibes editado por Fundación Instituto Castellano y Leonés de la Lengua¨.

domingo, 19 de abril de 2015

El jabón rural.

Porque se nota a la legua, y porque yo os lo he dicho siempre que la ocasión lo ha requerido, vosotros sabéis que el edificio de mi cultura descansa sobre los cimientos de la universidad-Escuela Nacional (6 a 14 años) de Camporredondo –Valladolid-, en mi vieja Castilla.

Es, por tanto, un edificio con paredes de adobe, de una sola planta, cuyos ventanucos son reducidos, para evitar que las temperaturas extremas puedan entrar y salir alegremente y su cubierta está compuesta por elementos nacidos y desarrollados en la naturaleza.

Con esta premisa es fácil deducir que, desde mi más tierna infancia, yo haya tenido muchas dudas -por incomprensión- sobre algunas materias que estaban por encima de la planta baja de mi edificio. Una de las dudas que no he conseguido despejar es ésta que os presento:

Desde la primera vez que vi a mi madre hacer jabón, yo no podía entender cómo era posible que si me caía una gota de grasa –aceite, manteca, sebo…- aquello fuera una mancha, y mi madre con el sebo, manteca o aceite consiguiera hacer jabón para quitar las manchas.

Porque aún nadie me lo ha explicado, y porque ahora gozamos de unos químicos que publican en las revistas mundiales de mayor prestigio y que incluso nos inventan una nariz portátil -separada de la cara-, quiero aprovechar para que, si lo tienen a bien, resuelvan mis inquietudes.

Ya me han preguntado: ¿para qué quieres, a tu edad, que te aclaren la duda que tienes sobre el jabón hecho con grasa? Y yo he contestado: pues para saber, a mi edad, por qué se quitan las manchas con el jabón hecho con grasa.

Y dicho esto, pasamos a fabricar jabón de forma artesanal por el método que empleaba mi madre y las demás señoras de mi pueblo. Ya he comentado que una de las materias primas que usaban era el aceite gastado. Pero como este tipo de grasa era más bien escaso, nos centraremos en la manteca. Mejor aún: usemos el sebo que era el que abundaba en casa y el que menos se adaptaba al consumo cotidiano (la manteca era una fuente de sabor y energía para añadir a las patatas viudas).

El sebo, de sobra sabéis que es la manteca de los herbívoros. Bien. Pues el de casa procedía, principalmente, de la toquilla que envuelve el bazaco (ver Diccionario de Camporredondo en esta misma pizarra) de las ovejas, más toda la grasa que, según la cantidad de pasto, había temporadas en que era elevado. Todo este sebo se iba recogiendo en cajones o bolsas, y cuando había una cantidad considerable, o se vendía, o se llenaba la caldera y se colocaba ésta encima de la trébede, se encendía un manojo y, dale que dale, hasta que el sebo derretía. La grasa, así obtenida, la mezclaban con sosa.

Bien mezclados el sebo y la sosa, se vertían sobre un cajón a propósito hasta un nivel adecuado a la altura que se quisiera dar al cantero de jabón. Se esperaba el tiempo suficiente para que fuera solidificando de nuevo y, antes de que endureciera, se cortaban los canteros a gusto de la consumidora. Se esperaba hasta que enfriaran los canteros y desde allí hasta el arroyo para lavar la colada que, como decía nuestra amiga Luisa, solía ser todos los lunes de cada semana.

Yo creo que están más que justificadas mis dudas: la grasa produce manchas en la ropa, pero si la procesamos resulta que es un extraordinario anti manchas. Explíquemelo usted señor/a químico/a.

Y sin más, pasemos a daros la fórmula mágica que nos ofrece mi hermana Consolación que tantas veces fabricó jabón para el consumo familiar.

Ahí van los ingredientes y su forma de hacer el jabón:

Ingredientes: agua y sosa mas, manteca, sebo o aceite.

Útiles necesarios: barreñón (barreño dice mi hermana, el mío es más grande) de barro cocido, palo del mango de escoba, por ejemplo, para remover, cajón adecuado a las necesidades y cuchilla para cortar los canteros.

Cantidad de ingredientes de referencia: por cada ½ kilogramo de sosa, tres litros de agua y tres kilogramos de manteca (en nuestro caso, sebo).

Sobre los tres litros de agua se vierte el ½ kilo de sosa y se remueve, con el palo, hasta que quede completamente desleído. Conseguido esto se añaden tres kilos de manteca –en nuestro caso sebo-. Si el sebo esta solidificado sería conveniente que el agua estuviera caliente para agilizar el proceso. Debemos remover la mezcla hasta que espese. Como ya tendremos preparado el cajón, verteremos la mezcla en él y esperaremos hasta que, pasadas unas dos horas, se pueda cortar a la medida que queramos que vaya a tener el cantero de jabón.

Un consejo que da mi hermana es que debes hacerlo donde no haya corrientes de aire, porque se cortaría y nunca cuajaría. Y otro: cuidado con las manos porque es sosa y te quemarías. Así nos lo dice y así os lo pasamos. Y añade:

Suerte y que salga bien. Y yo añado un deseo:

Que la crisis no nos obligue a fabricar, de nuevo, jabón rural.

Nota al final de todo: por el ingrediente (sosa), altamente corrosivo, usado en la fabricación del jabón, los útiles usados deberían ser de madera o barro cocido.

Camporredondo 8 de abril de 2015.

domingo, 12 de abril de 2015

Escavanar

21 horas · 
Luego me lo volvió a repetir una cuadrilla que estaba escavanando (D1C)
Escavanar:Entrecavar los sembrados, con escarda o azadilla

Así soluciona el “experto” las dudas sobre el lenguaje usado por Delibes: acudiendo al DRAE, que es más fácil que investigar por los pueblos. Lo anterior es lo que encuentro en el blog de Jorge Urdiales.

Escavanar
D1C p. 178
No me preocupó el asunto, pero apenas me metí en el pinar, un tazado que andaba a la miera me vino con el mismo cuento. Luego me lo volvió a repetir una cuadrilla que estaba
escavanando. Me llegué a los majuelos y me puse a manearlos con calma.
escavanar.
 (Por *escavonar, de excavón).
1.
 tr. Agr. Entrecavar los sembrados, con escarda o azadilla, cuando ya tienen bastantes raíces, para que la tierra se ahueque y se meteorice mejor, y para quitar las malas hierbas.

Y así lo encuentro en el glosario de la Cátedra Miguel Delibes, del mismo autor. Quiere decirse que así lo dice el DRAE: ése es nuestro mérito.

Pero como la cosa, al menos para mí, no está clara… ¿qué os parece si buscamos una explicación a la palabra escavanar usada en el “Diario de un Cazador? Vamos allá:

Para coger el hilo y llegar al ovillo debemos comenzar por el libro “Diario de un Cazador” que es donde Delibes hace uso del lenguaje rural (el que aprendió entre nosotros, él siempre lo dijo.)

Abrimos –otra vez más- el libro por su página 186 y vemos que el “Diario de un Cazador” va por el 14 de octubre, miércoles. Es importante que nos fijemos en la fecha, así nos daremos cuenta (si no somos “expertos”) que no hay concordancia entre la definición que nos ofrece el DRAE y ella.

Veamos: ¿conocemos, en Castilla, algún tipo de sembrado que por el 14 de octubre esté empezando a desarrollar su raigambre como para tener que “escavanarlo para que la tierra se ahueque y se meteorice mejor, y para quitar las malas hierbas?” ¿No os parece que ésta es una labor más propia de la primavera? ¡Sin embargo estamos a 14 de octubre, miércoles! ¿Dónde estará el error? Porque indudablemente hay un error. ¿Será de Delibes? Pues yo sinceramente creo que no, y vamos a razonarlo: en cierta ocasión, me permití llevar la contraria al “experto” que decía que la liebre encaderada…bla, bla, bla. Yo dije entonces y repito una vez más: Delibes no pudo decir, y no dijo, encaderada, sino escaderada. Abrimos “El Libro de la Caza Menor” y, efectivamente, hay alguna edición que, tal vez asesorado por algún “experto”, le pareció más correcto encaderada que escaderada y así lo pasó a la imprenta. Sin embargo lo que Delibes escribió fue escaderada: rota la cadera. Luego es un error de imprenta. ¿Alguna duda al respecto? Si queréis podemos comprobarlo.

Seguimos con la palabra que ahora nos ocupa: “escavanar” que, dicho sea de paso, por aquí no se emplea, ni se ha empleado nunca (aquí se ha usado rozar, cavuchar, binar... –con la binadera, no con el binador-).

Delibes –eso creo yo- no quiso decir, y creo que no dijo, escavanar, sino escaballar, que esto sí es más propio de mediado el mes de octubre. Pero tenemos el mismo problema que con encaderada- escaderada; lo escuchó otro de tantos “expertos” y acudió al DRAE. Como el diccionario recoge escavanar pero no escaballar dijo -para eso son expertos-: ya está, Delibes quiere decir escavanar. Y así, otra vez la imprenta, o los “expertos” en lenguaje rural, y en Delibes, lo montaron a su manera. (Es sólo una posibilidad).

Desgraciadamente hoy el escritor nos ha dejado y a los que opinamos sobre su obra nos va de maravilla, publicamos lo que nos viene en gana y nadie nos corrige. Bueno… a veces sale algún paleto, pero no tiene mayor importancia mientras a los “expertos” los apoye el mismísimo ministerio de incultura rural.

Y vamos a razonar –si es posible- por qué Delibes pudo decir escaballar y no escavanar. Ya quedó claro, eso espero, que la palabra escavanar la hemos encontrado en el DRAE. ¿Por qué no aparece escaballar en el DRAE? pues porque el lenguaje rural no tiene diccionario y esta palabra, a los sesudos académicos, no se les ha ocurrido incluirla. Por tanto escaballar es palabra rural 100% y Delibes quiere perpetuar este entrañable lenguaje (seguramente la cuadrilla le dijo que estaban escaballando).

Otra razón creo que ya la hemos dado al decir que el 14 de octubre no es el tiempo en el que se escavanaba (aquí rozaba, binaba, cavuchaba, etc.), el tiempo de escavanar es en primavera.

Lo que voy a decir ahora ya sé que a muchos y muy modernos viticultores (que no lo han entendido) les parecerá una burrada: “si quieres ver a tu viña moza, pódala con hoja”. Éste es el dicho que viene como anillo al dedo para el tema que tratamos: “… una cuadrilla que estaba escavanando (…)” pues no, la cuadrilla estaba ESCABALLANDO, que está más acorde al tiempo al que se refiere el “Diario de un Cazador”.

De nuevo (ya lo recogí en el “diccionario de Camporredondo”) quiero referirme a lo que era escaballar: de sobra es conocido que por el mes de octubre –antes más que ahora- ya suele helar, y en cuanto hiela las hojas de las cepas se caen y en cuanto se caen y hay tiempo se quita de la cepa todos los sarmientos que en la siguiente temporada serán inservibles. Se quitan estos sarmientos y así cuando llega la época de la poda la tarea está muy reducida para, en el menor tiempo posible, dar la poda definitiva.

Quiero, y debo añadir, que cuando se vendimiaba la hoja de la viña era aprovechada como pasto para las ovejas, por eso enseguida se podía empezar a escaballar, de ahí que Delibes pudiera ver a la cuadrilla escaballando. Además, a poco que no seamos expertos, nos daremos cuenta que a continuación Delibes manea los majuelos con calma: estamos entre viñas y no entre sembrados de primavera.

No sé si ha quedado claro el tema escavanar-escaballar.

Ahora, para aquellos -expertos o no- que no entienden aquello de “si quieres ver a tu viña moza pódala con hoja”: cuando el abuelo dice esta frase no nos está diciendo que podemos la viña en el mes de septiembre. Lo que el abuelo quiere decir –eso decía el mío- es que no se debe retrasar la poda de la viña. De manera señor www.puntovino.es yo no me atrevería a tildar de ridículos y equivocados a nuestros “viejos” –entre los que me cuento- si no ha entendido lo que dicen.

Y con esto espero haber dejado claro (yo así lo creo) que Delibes NO dijo escavanando sino escaballando.

Como siempre existe la posibilidad de que, con los años, la memoria nos puede traicionar, me puse en contacto con Arturo Sastre Ruiz (87 años) y no me dejó terminar, me dijo: mi hermano Secundino (83 años) la última vez que escaballó (aun les queda una pequeña viña) fue el año pasado. Cierto es que ni los hermanos Sastre, ni yo, somos expertos en Delibes, pero sí en escaballar.

Y ya, pues no puedo hacer más que ponerme a vuestra disposición, incluso a disposición de los “expertos”, con los que estaría encantado debatir sobre el mundo rural: siempre estoy dispuesto a aprender.


Camporredondo, 27 de octubre de 2015.

domingo, 5 de abril de 2015

Da una limosna al pobre

Una limosna para el pobre

Ahora que andamos entre colleras, collerones… en fin, arreos para los animales de tiro, acude a mi azotea un hecho curioso que se produjo hace ya algunos años que, aunque yo no estaba, lo oí contar ,(con nombres y apellidos) como hecho curioso, en varias ocasiones. Ahí os va:

Aquellos días, de interminables lluvias, no había forma de hacer labor en el campo. Hasta las viñas estaban debidamente escavadas y escaballadas. Fue por eso que el agricultor pensó: me cojo el carro y voy a Valladolid –guarnicionería Moral- para reponer los arreos deteriorados por el uso y ampliar para la huebra que ya había decidido sumar a las existentes.

Carro de varas con toldo. Internet. castromocho.com.
Dicho y hecho: se embutió en su traje de pana, se arrebujó con su faja negra la barriga, caló la boina hasta las orejas, calzó sus botas, unció el macho al carro de toldo, metió la tortilla y unas tajadas de la olla en el talego, colgó la bota de vino en el telerín del carro y así se presentó en la Plaza Mayor de Valladolid, en cuyos soportales se encontraba la guarnicionería mejor abastecida de toda la provincia.

El hombre abrió la puerta y, sin más, se encaminó en dirección al mostrador. El dueño, al verle entrar, dijo a uno de los dependientes: anda, dale una limosna y que se marche. El dependiente se dirigió hacia el “pobre” con su óbolo en la mano, y se dispuso a entregárselo. Tenga usted de parte del jefe y le pide que abandone la tienda. El agricultor se le quedó mirando y exclamó: póngase usted detrás del mostrador y atiéndame como es debido.

¡Oiga! Dijo dirigiéndose al jefe: quiero algunos arreos. Ya me dirá usted, dijo el jefe con cierta sorna.  Empecemos por aquel collerón. Vale, dijo el guarnicionero, mejor... a ver qué le parece éste. No, no, arrímeme aquél que tiene usted allí colgao. El tendero se le quedó mirando y le advirtió: es que ese collerón es caro; es de primera calidad. El “pobre”, sin darle importancia, miró al tendero y advirtió: que yo sepa todavía no le he pedido precio, cuando llegue el momento ya hablaremos. Ahora traiga usté  p´acá aquel sillín que parece que me gusta, y el jefe, sin tener todas consigo, así lo hizo. Ahora la retranca, la barriguera y la sufra, quiero conjuntar todos los arreos necesarios para el carro de varas.

El "pobre" se dio una vuelta por la tienda y pensó: ¡qué raro, no veo colleras! ¿No tiene usté colleras? preguntó: sí, sí señor, pero están en el almacén, enseguida se las saco. Cuando comprobó que ésa sería la medida que necesitaba según la alzada de los animales, dijo: ahora traiga usted p´acá tres cabezadas y dos bridones con sus correspondientes collares.

Hecha la selección y terminada la compra, vino la hora de pagar y aquel tendero no salía de su asombro. El “pobre” agricultor metió la mano entre la faja y, separando uno por uno los billetes correspondientes al valor de la compra realizada, se lo fue dejando sobre el mostrador (según dicen, hubo de guardar el resto).

Cuando terminó de pagar, el tendero preguntó: ¿dónde se lo llevamos señor? Sáquelo y póngalo dentro del carro que tengo en la puerta.

Gracias por la compra señor y perdone mi error. No se preocupe hombre. Yo no me sentí ofendido porque... “no ofende quien quiere”.

Si a alguien le parece un corto, y mal contado, cuento le digo: no incluyo el nombre y apellidos del “pobre” porque debería recabar el permiso de sus numerosos nietos, bisnietos y tataranietos… corrían los primeros años del siglo XX.

Y ya habréis visto; como aún no habían llegado los "expertos" a la guarnicionería "Moral" en la Plaza Mayor de Valladolid, los collares y collarones eran un adorno para el cuello de los animales, y las colleras y collerones eran arreos que se ponían sobre el cuello de las caballerías para  trabajar.


Camporredondo, 27 de marzo de 2015