martes, 27 de junio de 2017

Seguimos hablando

Encontrábame esta mañana un poco alicaído: como alicortado diría yo. Mi ánimo andaba renqueante, sin saber qué hacer. Entonces me alcordé: tengo un compromiso con los amantes de las palabras que van desapareciendo de nuestras tertulias. Las palabras que van a menos, o ya no se usan.

Sin pegarle al alpiste –la edad no me lo permite- no sea que me vaya a apirolar, puse dos de mis diez mandamientos –que son los que me sirven para teclear- sobre los pulsadores, y asín que comencé a aporrear, llegó mi cuñado Marciano y me espetó “¿a qué ton tienes tú que preocuparte por las palabras que se pierden?, que se ocupe la academia que para eso está”. Ya, le dije pero… “poca ayuda nunca estorba”, y seguí:

ALCORDARSE.- Acordarse, traer a la memoria. “¡Es que no me alcuerdo!”.>Acordarse.

Esta palabra me hace sentir muy jovencito (niño), eran los tiempos en que mi abuela Martina (1878), y otras, cantaban en la solana del callejón -al agrego de la trasera- una canción (jota) de la que sólo recuerdo… “las barandillas del puente/ las barandillas del puente/ se bimbrean cuando paso/ de ti solita me alcuerdo/ de las demás ni hago caso”. Siempre que hicieran mención al recuerdo usaban la palabra “me alcuerdo/ ¿te alcuerdas…?” ¿Era correcto? era su lenguaje, el lenguaje que yo aprendí de las personas mayores cuando era niño. Ya no se oye esta palabra.

Palabra no recogida en el DLE.

ALICORTO/ALICAÍDO.- Sin ánimos, desganado, enfermizo. Se dice de la persona cuyos ánimos están disminuidos, o por los suelos.

“¿Qué te pasa hombre, te veo alicaído?, Pues ya lo ves, estoy como... alicortado diría yo”.

 El DLE no la recoge con esta acepción.

ALPISTE (pegarle al).- Beber alcohol en exceso. “¡Hay que ver cómo le pega al alpiste!”.

El DLE en su acepción nº 3 la recoge como -coloquial- Bebida alcohólica.

APIOLAR.- Privar de la vida. Matar. “Cogió una peladilla y le apioló”.

El DLE en su acepción 4 la recoge -en forma coloquial- como “matar a alguien”, lo cual creemos que es insuficiente porque ¿cuando se mata a un conejo, pez, pájaro… no es apiolar? Nosotros -rurales siempre- apiolábamos siempre que matábamos un animal. “Vaya tino, le has apiolado”.

APIROLADO.- Emborrachado, beodo, saturado de alcohol. >Borracho. Pirolo.

“¡Está atontado!”. “Lo que está es más borracho que una cuba: Se ha apirolado”.

El DLE no recoge esta palabra.

APIROLAR.- Emborrachar, saturar de alcohol.

Sorprende que un verbo tan usado no merezca un espacio en el Diccionario de la Lengua Española.

El DLE no recoge esta palabra.

¿A QUÉ TON?- ¿Por qué? ¿Por qué motivo?

“¿A qué ton tenía yo que hacerlo, si no era mi obligación?”

Era esta una expresión de desacuerdo o protesta.

El DLE la recoge –como expresión coloquial- en forma de pregunta ¿a qué son? A mí me parece que no vamos por el mismo camino, porque no es lo mismo. Parece que ton, y son, no significan lo mismo porque si no, ¿a qué ton decimos, sin ton, ni son?

ASÍN.- Lo mismo que así. >De esta manera.

El DLE la recoge como “adverbio vulgar”. Sin embargo en tiempo antiguo –me refiero siglo XX- se usaba de forma normal. Es una palabra que nunca usé, sin embargo la he oído muy recientemente. (Otra palabra que se nos ha quedado anticuada).

Y seguimos en...
Camporredondo, 5 de junio de 2017


martes, 20 de junio de 2017

Mediatín

¿Mediatín, mediantín, o mediantino?


Mediatín
CH p. 68
(...) aunque las labranzas son pequeñas, todavía se emplean algunos mediatines, que llamamos.
Mediatín: Tierra que se trabaja entre dos labradores, repartiendo los esfuerzos y los beneficios. (Investigación de campo)

En estos términos encontramos las dos primeras clases impartidas por el profesor de lenguaje rural.
La tercera clase se amplió un poco. Quedó como sigue:

mediatín
(…) aunque las labranzas son pequeñas,  todavía se emplean algunos mediatines, que llamamos.
Mediatín: también llamado “mediantín”. Tierra que se trabaja entre dos labradores, repartiendo los esfuerzos y los beneficios. Se dan dos posibilidades: 1. que uno ponga la tierra y otro el esfuerzo; 2. Que los dos labradores junten sus pequeñas tierras. (Investigación de campo)

Son –aproximadamente- las siete horas y treinta minutos de la tarde del día 7 de junio de 2017, cuando en el dial de la radio se escucha la voz del profesor. Oigamos, y escuchemos, lo que nos dice:

Buenas tardes. Me preguntáis hoy por los mediatines: bueno, mediatínes, o mediantines, con una ene, de más, que también lo he oído así en otras partes de Castilla y León. Delibes nombra la palabra mediatín en el capítulo XI de Castilla habla, y el escritor, en este capítulo, está en Campaspero, provincia de Valladolid, y charla con dos octogenarios que le cuentan entonces -hablamos de los años 80- que, aunque las labranzas eran pequeñas, todavía se empleaban algunos mediatines. Se referían, esta gente -este par de ancianos- a la tierra que se trabaja entre dos labradores, repartiendo esfuerzos y beneficios. Esto de mediatín tenía dos posibilidades: en la primera uno ponía la tierra, y otro el esfuerzo y, en la segunda posibilidad, los dos labradores juntaban sus pequeñas tierras. Hombre, los usos y costumbres de nuestros labradores han ido cambiando con los tiempos, pero bueno, al menos nos quedan las palabras que ellos nombraban.

Ahora pasamos a lo que Delibes dice que escuchó de los dos octogenarios campasperanos según el libro “Castilla habla” Pág. 68. Ahí va:

(…) Todo lo que hay en este pueblo es propiedad, sí señor, y, aunque las labranzas son pequeñas, todavía se emplean algunos mediatines, que llamamos. (…)

Si el señor profesor hubiera seguido leyendo –y comprendiendo- "Castilla habla", se habría dado cuenta de que por los años ochenta, en Campaspero, empezaba a pintar bastos: el agua empezaba a escasear y sabido es que, en agricultura, si el agua blega, la productividad se reduce de manera considerable.

Entonces, no es de extrañar que los octogenarios Jesús García Acebes y Jesús García García le digan al escritor que todavía se emplean (trabajan la tierra) algunos mediantinos -que es lo correcto-. Es lo mismo que decir que aún trabajan algunos labradores medianos (medianillos diríamos en mi pueblo).

Ved cómo lo recoge nuestro colega y amigo Oroncio Javier García Campo, en “CAMPASPERO: LÉXICO Y FORMA DE HABLAR DE SUS GENTES”. Si buscamos la palabra, veremos que lo correcto es:

El de la foto fue un labrador mediano (Mediantino
 en Campaspero).

Mediantino: labrador que no era ni rico ni pobre. Tenía una pareja de machos y unas tierras, con lo que vivía modestamente.

Abundando un poco más en la posibilidad de consulta diré –para los posibles interesados- que CAMPASPERO: LÉXICO Y FORMA DE HABLAR DE SUS GENTES” se puede consultar en la Fundación Joaquín Díaz en Urueña (Valladolid).

Hechas estas puntualizaciones entramos en lo que el profesor entiende y el sentido que le da a la palabra mediatín/mediantín. Señor profesor: aquello que usted entiende como “uno pone la tierra y otro el esfuerzo” no se llama mediatín, ni mediantín, aquello se llama medianero o, también, aparcero (agricultores medianeros o aparceros): uno pone la tierra, o sea una mitad, y el otro pone el esfuerzo –otra mitad-, con lo que se cerraría el circuito; trabajan la labranza a medias: son medianeros o, repito: aparceros.

En la segunda parte que el señor profesor también entiende como mediatín o mediantín, sencillamente es trabajar las tierras en conjunto (forman una pequeña sociedad). Caso que por mi tierra desconozco. Otra cosa es que dos labradores se unan para formar un yunta para poder labrar (cada uno su tierra), en cuyo caso uno pone una mitad de la pareja y el otro la otra mitad. Esto se llama de otra manera: acoyuntar.

O sea, según los campasperanos, Oroncio Javier García y este humilde anciano ex agricultor…

Mediantín/mediantino: labrador de clase media. Labrador que tenía una labranza media (tamaño medio) que le permitía ganarse los gabrieles.

Par más información: “La pizarra de Gaude”. Pero si quieres información de primera mano ponte en contacto con Oroncio Javier García Campo, en Campaspero (Valladolid). Oroncio Javier es –sin trampa ni cartón- verdadero experto en lenguaje rural.

Si lo dicho ha servido para que el señor profesor prepare su próxima clase, seguro que será mucho más interesante para sus posibles alumnos.

Hasta aquí puedo llegar en:


Camporredondo, 8 de junio de 2017.

domingo, 11 de junio de 2017

Oteando

Apoyándose en la obra de Delibes “El camino”, hoy, -19 de mayo de 2017- el profesor se propuso impartir su clase de lengua sobre la palabra “otear”. Buscó en el DLE y, de las dos acepciones que el diccionario recoge -para aclarárselo a sus alumnos-, eligió la primera (estaba más a mano), y ésta dice:

otear
Der. Del ant. oto'alto1', y este del lat. altus.
1. tr. Registrar desde un lugar alto lo que está abajo.

O sea, otear, -desde la puerta de la calle- según dijo el profesor:
El párroco oteó las proximidades (El camino) Otear: Registrar desde un lugar alto lo que está abajo.

Como yo –alumno de entendederas muy limitadas- no creo que el párroco -en la puerta de la calle-estuviera observando desde un “lugar alto (otero) lo que está abajo”, busco en el Diccionario de la lengua española y veo que recoge una segunda acepción. Ésta:

2. tr. Escudriñar, registrar o mirar con cuidado.

¡Tate! dije, esto me cuadra: el párroco escudriñó, registró, miró con cuidado y cuando se cercioró de que nadie ajeno podía oírle se dirigió a Daniel, el Mochuelo, porque podía tener algo que ver en aquel milagro y le dijo:
“buena la has hecho, hijo, buena la has hecho”

Escribe Delibes en “El camino”:
“(…) En la puerta de la calle, don José, el cura, que era un gran santo, se tropezó con Daniel, el Mochuelo, que le observaba a hurtadillas, tímidamente. El párroco oteó las proximidades y como no viera a nadie en derredor, sonrió al niño, le propinó unos golpecitos paternales en el cogote, y le dijo en un susurro.
Buena la has hecho, hijo; buena la has hecho. (…)”.

Después de leer esto, me ha parecido ver, y entender, que el párroco no oteaba desde el lugar alto (otero) que domina un llano la progresión de los indios por la llanura, sino que, desde la puerta de la calle escudriñó, registró, miró con cuidado, y al observar que nadie ajeno podía escuchar lo que decía, se dirigió al niño y, tras propinarle unos golpecitos paternales en el cogote dijo: buena la has hecho hijo, buena la has hecho.

Conclusión: el señor profesor se olvidó de que la clase versaba sobre la obra de Delibes “El camino” y transformó la puerta de la calle en un “otero” (lugar alto que domina un llano) y, posiblemente, a los habitantes del pueblo, en los indios galopando por la llanura del oeste americano.


Camporredondo 21 de mayo de 2017.

lunes, 5 de junio de 2017

El profesor y el matacán.

Hace ya algunos años, al parecer auspiciado por la Diputación Provincial y la universidad de Valladolid, el profesor se lanzó a explorar este mundo maravilloso –nunca fácil- en el que nací hace muchos decenios: el mundo rural.

Cuando el profesor creyó tener preparada su clase, cuando creyó que sabía -pero no sabía, pues ni siquiera había leído la historia de “El matacán del majuelo” en “Viejas historias de Casilla la Vieja”- se armó de valor -porque valor sí tenía- y añadió a su glosario de palabras, esta de hoy: matacán. Lo que le salió lo comprobaréis a continuación:

Matacán
VHCV p. 77, passim
El
matacán, como es sabido, es una liebre que se resabia y a fuerza de carreras y de años enmagrece, se la desarrollan las patas traseras, se la aquilla el pecho y corta el viento como un dalle.
matacán.
3.
m. Liebre que ha sido ya corrida por los perros
.
Cómo desconocía la palabra matacán acudió al Diccionario de la real academia española (DRAE entonces) y acertó en que, el matacán, era una liebre: pero nada más.

Pasado el tiempo el profesor -sí sé dónde- se informó, leyó, y asimiló un poco más. El profesor va aprendiendo, despacio, pero progresa.

24 de mayo de 2017. Son las siete horas y veinticinco minutos aproximadamente, cuando suena en el altavoz de la radio el “dialecto agrario”, escuchemos:

Buenas tardes queridos cazadores y buenas tardes queridos oyentes. Digo queridos cazadores, porque la palabra que tratamos hoy se mete de lleno en el terreno de los cazadores. Es palabra que se oye entre la gente que va de caza, también se oye en los pueblos, y a penas se escucha en la ciudad. En ocasiones Miguel Delibes explicó el significado de la palabra rural que estaba escribiendo, como es el caso de la palabra de hoy: matacán. Dice Delibes en un libro llamado “Viejas historias de Castilla la Vieja” que, el matacán, como es sabido, es una liebre que se resabia y a fuerza de carreras y de años enmagrece, se la desarrollan las patas traseras, se la aquilla el pecho y corta el viento como un dalle. Por cierto, el empleo de la, en un par de ocasiones en Delibes, luego ya se modificó por ley, que sería lo correcto. Nos encontramos por tanto ante una liebre experimentada que ha tenido que correr muchas veces huyendo de otros predadores, de galgos, de cazadores… y todas estas carreras enmagrecen su cuerpo. Es curioso, en “Viejas historias de Castilla la Vieja” el matacán que nombra Delibes es casi una cuestión de estado para los vecinos del pueblo, no había manera de matarlo y el pueblo entero sale al campo para acabar con él y al fin lo logran. Al matacán le va muy bien el dicho español que dice… “el diablo es más sabio por viejo que por diablo”.

Ejemplo de matacán, encontrado en internet

Como acabamos de leer, parece que ha aprendido que para que la liebre llegue a matacán, no necesariamente, debe ser corrida por los perros (que es lo que nos dijo en su primera clase). Desde que la liebre nace, su supervivencia principalmente depende de sus patas. Así la (aunque lo correcto sea le, yo soy de pueblo) toca, siempre, correr delante de los muchos depredadores que tiene. De forma que puede llegar a matacán sin haber corrido delante de un perro (aunque así lo afirme, también, el DLE). El caso de “El matacán del majuelo” de Delibes, es muy similar al de “el matacán de los majuelos de “La Gamarra” en Camporredondo, que cuando le descubrieron los galgueros y sus galgos ya no había dios que "-nunca mejor dicho-" le echara un galgo.

Pero decía que va aprendiendo despacio, porque todavía no entiende cómo se expresa el ser humano rural. Cuando dicen “¡al suelo todo el mundo!”, no quiere decir que el mundo entero se agaville, no. Si el escritor dice que todo el pueblo marchó tras él, se está refiriendo a todo el pueblo cazador, o aficionado a la caza. No, todo el pueblo no salió en persecución del matacán, ni hizo cuestión de estado. Lo que Delibes quiere decir, y dice, es que salieron unos cuantos aficionados y dos escopeteros, de los que, uno de ellos, de dos disparos dio muerte al matacán. Así que el pueblo entero no dio muerte al matacán y ¿sabe el señor profesor por qué fue así? Pues porque el resto de habitantes del pueblo –casi todos- estaban trabajando. De todo esto puedo dar fe. Así que no, a partir de ahora el señor profesor ya sabe que el pueblo no hace cuestión de estado el dar muerte, o no, al matacán.

Y ya, de paso, insistir: la liebre, para llegar a matacán, no necesita que la corran los perros, sino que tiene muchísimos "sparring" que la obligan permanentemente a mantenerse en forma y, ¿la que se descuida? pues la que se descuida no llega a matacán.

También es posible que a los no versados no les diga nada la palabra matacán. Más claro lo habríamos tenido si en vez de matacán, nuestros antepasados hubieran escogido la palabra mataperro, que es a lo que re refiere: MATA-CAN = MATA-PERRO. Cierto es que no descubrimos el significado del nombre hasta que nos damos cuenta de que el perro puede caer reventado al correr tras el… mataperro, o matacán que es lo mismo.

¡Ay señor señor!

Camporredondo 25 de mayo de 2017