lunes, 26 de septiembre de 2016

Sigo aprendiendo


...lleva la escopeta mocha (Diario...) Mocho: Remate grueso y romo de un instrumento o utensilio largo, como la culata de un arma de fuego.

A pesar haber leído -más de una vez- “Diario de un cazador” de Miguel Delibes, jamás le di importancia a la mención que hace a la escopeta mocha (“Tochano lleva la escopeta mocha), o un poco más adelante cuando dice “Dijo Tochano, y con razón, que qué coños hacía él en los pinares con una escopeta mocha.”

Por creer que poco tiene que ver el tipo de escopeta con “Diario de un cazador” pasé de largo. Es ahora, al ver el significado que le da el “experto” y después de comprobar que es el mismo que recoge el DLE (Diccionario de la Lengua Española)…

mocho, cha
De or. inc.
5. m. Remate grueso y romo de un instrumento o utensilio largo, como la culata de un arma de fuego.

… cuando he optado por intentar saber qué es eso de “escopeta mocha”. Porque en mi pueblo es palabra -referido a la escopeta- que desconocemos, he recurrido a Pedro Ajo Barrero (cazador) para ver si podemos ponernos al día.

A través de sus contactos nos llega la definición del tipo de escopeta a la que Delibes se refiere: paralela, sin perrillos (martillos) exteriores, de cañones más cortos que la escopeta corriente, especiales como corresponde a un arma para el disparo a corta distancia…

Debo añadir que lo de escopeta mocha –es mi razonada opinión- viene a decir que no tiene perrillos (martillos, o cómo podríamos añadir por comparación: cuernos).

Visto lo visto, parece que se comprende enseguida por qué Delibes nos habla de la escopeta mocha –que nada tiene que ver con el tipo de culata del arma de fuego-.

Delibes parece que envidia la suerte de Tochano porque tiene la posibilidad de llevar la escopeta mocha. ¡Claro, joder! como corresponde al tipo de caza que se habían propuesto: caza del conejo, con bicho, a toro suelto. Tipo de caza para el que la escopeta mocha le va como anillo al dedo; tiro rápido y a muy corta distancia. Ventaja que brindan los cañones cortos y especiales que abren el tiro nada más salir los perdigones.

Hasta aquí las ventajas de la escopeta mocha. Pero claro, como parece que no fue muy exitosa la caza a toro suelto, decidieron seguir por el pinar, y allí la escopeta de Tochano (escopeta mocha) no sirve prácticamente de nada: por eso se queja Tochano.

Así que:

Escopeta mocha.- escopeta de perrillos (martillos) ocultos. Además, ésta de Tochano, tiene los cañones más cortos y especiales. (Escopeta muy apropiada para el tiro a corta distancia como corresponde a la caza del conejo, con bicho, a toro suelto).

Como podemos ver poco tiene que ver la culata con la escopeta mocha que, indudablemente, también tiene culata. Así que usted -señor doctor en ciencias de la información- y yo ex pastor y ex cazador ignorante, gracias a que usted no lo sabía y recurrió al Diccionario de la Lengua Española -que no parece tenerlo muy claro- hemos aprendido lo que Delibes quería decir al hablar de la escopeta mocha. ¡Si todo es proponérselo hombre! esto ya se lo vengo diciendo desde hace rato: patee campo, hable con la persona adecuada (Pedro Ajo Barrero, en este caso).

Y ya metidos en harina, debemos seguir con la misma palabra pero aplicada a elementos distintos de la escopeta. Ahí va lo encontrado –cómo no- en Cátedra Miguel Delibes:

Mocho
LSI p. 77
(...) se acomodaba en el canchal, a aguardar, orilla del alcornoque mocho,
mocho, cha. (De or. inc.).
1. adj. Dicho especialmente de un animal cornudo, de un árbol o de una torre: Que carece de punta o de la debida terminación.

Que yo no supiera lo que es la escopeta mocha –en mi pueblo la economía no daba para escopetas variadas- no quiere decir que ignore lo que es un árbol mocho o, pásmense, un animal mocho.

Empecemos por el árbol mocho. Aquí, entre la gente del agro –que ya sabe el experto señor Urdiales que nos falta cultura- decimos que el árbol mocho es aquél al que le hemos cortado todas, o casi todas, las ramas. Un ejemplo: cuando había que olivar un pino o podar un árbol, si se te iba la mano cortando ramas, para criticar que no lo habías podado muy correctamente, se decía… ¡joder, le has dejado mocho!

Y ya el colmo de la ignorancia es cuando leo: “Dicho especialmente de un animal cornudo”,… ¡hombre! ¿se puede decir mocho a un animal cornudo? El carnero puede ser mocho o cornudo: no hay término medio. Y si le cortas los cuernos le dejas eso, eso… mocho.

La cabra también puede ser mocha o cornuda: las dos cosas a la vez no. Y voy a decir más: la oveja también puede ser mocha o cornuda aunque, por mi tierra, casi todas son mochas. Pero no porque le hayan cortado los cuernos, no; de la forma más natural –en esta tierra- la oveja es mocha.

Por si acaso aún queda alguna duda diremos: si al carnero, cabra, etc. se le cortan las puntas de los cuernos, decimos que son cornudos, con los cuernos despuntados, pero cornudos.

Es que ¡joder! decir especialmente mocho, a un animal cornudo… es que se las trae ¿o no?

Por tanto:

Mocho es el animal que, siendo su tendencia natural a tener cuernos, no los tiene. También es mocho el animal al que se le amputan (cortan) los cuernos. Pero se le cortan, no se le despuntan, porque si sólo se le despuntan el animal sigue siendo cornudo. Y…

¡Ya está bien de cuernos!

¡Qué cosa más curiosa! Un doctor cum laude en ciencias de la información y un paleto aprendiendo con la misma cartilla, ¡cosas de la vida!

Camporredondo, 20 de septiembre de 2016.

lunes, 19 de septiembre de 2016

Pasito a pasito...

… el señor “experto” va aprendiendo. ¡Albricias!

Todo pudo comenzar con el siglo. El doctor seguramente sintió la llamada del campo (quizá era primavera) y se lanzó a tumba abierta tras la huella de Delibes. Hay una pequeña -nada, insignificante- diferencia entre Delibes y el doctor y es que, durante muchos años, el escritor dejó su huella por laderas, páramos y vegas pegando la hebra con todo aquél, hombre o mujer rural, que pudiera ponerle al corriente de los usos y costumbres de la gente de campo. Eso hizo Delibes, pero el aspirante a experto pensó que todo eso era mucho más fácil de conseguir... ¡dónde va a parar! Seguramente pensó: esto lo cojo yo con el ordenador y en un tris lo explico a mi manera. Y a su manera lo cuenta.

No sé si lo pensó así o no, lo cierto es que el fruto de su (investigación de campo) es lo que os presento. No me hagáis mucho caso, que yo de estas cosas de la escritura no entiendo nada. Pero sí os invito a que, aparte de lo que yo pueda comentar como hombre de campo que soy, vosotros saquéis vuestras conclusiones. Transcribo (y no es la primera vez) lo que encuentro, y leo, en Cátedra Miguel Delibes cuyo autor es Jorge Urdiales Yuste que, según me comentaron en la Cátedra, es el responsable del glosario ¡ y qué glosario!:

Humeón

LGNA p. 11
(...) llegó el tiempo de catar las colmenas y allí no aparecían las carillas ni el humeón, vivos ni muertos.
Humeón: Humo utilizado para auyentar a las abejas. El humo sale de la cera pez o brea que está colocada sobre un palo; de las ramas verdes o de cagajones de caballerías colocados en una lata o de los citados cagajones puestos sobre una teja. En ocasiones se ayuda la operación con un fuelle. El objetivo final es el de catar las colmenas. Modo de coger la miel: se cortan las colmenas con una paleta y se agarran con la mano. (Investigación de campo)
DVSC p. 89
El señor Cayo se empinó, cortó un carraspo de la rama más baja y lo introdujo en la escriña, sacando el rabo por el agujero. Se llegó al chamizo, cogió el humeón y rellenó de paja el depósito. Parsimoniosamente raspó un fósforo y le prendió fuego. La paja ardía sin llama, como un pequeño brasero de picón de encina. Depositó el humeón en el suelo, tomó con un dedo una pella de miel y huntó las hojas exteriores del carraspo.
DVSC p. 94
-¿Me alcanza el humeón?
-¿El fuelle ese?
-El fuelle, sí señor.

CH p. 179
(...) el aparato ese, el humión, humeón, o como le digan (...)


Os ruego que leáis con atención lo que he transcrito para que así podáis sacarme de las dudas que después expondré.

Lo que acabáis de leer aparece en “Diccionario del castellano rural en la narrativa de Miguel Delibes” editado por Fundación instituto castellano y leonés de la lengua y también en el mismo diccionario editado por ediciones Cinca. Además de -como ya hemos dicho- en Cátedra Miguel Delibes (quiero hacer constar que yo sólo le he dado -en Cátedra Miguel Delibes- a copiar, y aquí; a pegar. Todo lo demás es responsabilidad del autor).

Vamos con el último descubrimiento del “experto” (6 de febrero de 2016):

Jorge Urdiales Yuste
La Castilla de Delibes en imágenes actuales: un humeón moderno para ahuyentar a las abejas. Delibes los conoció más caseros. No sé vosotros.


  











Y va mi pregunta: ¿Cómo sabe el doctor que Delibes conoció humeones más caseros? ¿En qué obra nos lo dice? En las guerras de nuestros antepasados el escritor nos habla de que Pacífico Pérez cataba las colmenas a pelo, por tanto nos dice: “… allí no aparecían las carillas ni el humeón. O yo no leo bien o Delibes sólo habla del humeón. ¿Correcto? Sigamos.

En el “Disputado voto del señor Cayo”, página 89, Delibes vuelve a hablar del humeón, nos dice: …, cogió el humeón y rellenó de paja el depósito (…) depositó el humeón en el suelo (…).

Como vemos en esta página el señor Cayo cogió el humeón y llenó de paja el depósito. Delibes una vez más nos habla del humeón que no es puchero, ni teja, ni bote: nuestro humeón.

De nuevo en “El disputado voto del señor Cayo”, en su página 94 dice el escritor: ¿Me alcanza el humeón? ¿El fuelle ese? El fuelle, sí señor.

Aquí también nos habla Delibes del fuelle. No cabe duda que nos está hablando de nuestro humeón. El escritor sigue sin hablar de  otros humeones caseros.

No he visto (cortito que es uno) por ninguna parte que Delibes nos hable de otros humeones que los que ya hemos comentado suficientemente en anteriores entradas y que repetiremos en ésta.

Y vamos con otro humeón: en “Castilla habla” página 179 vuelve Delibes sobre el humeón para decirnos: (…) el aparato ese, el humión, humeón, o como le digan (…). O sea que, como veremos a continuación, Miguel Delibes sigue hablando del humeón que mostramos en las fotografías. Delibes sigue sin conocer otro humeón que el que ya conocemos.

De estos dos humeones puedo decir que en el año 1936 ya daban humaza a las
colmenas en las montañas de Prades. En el centro, una lamparilla de carburo.
Meridianamente claro queda que Delibes se refiere, siempre, al humeón clásico, con depósito para el combustible y el fuelle para hacer salir el humo y dirigirlo a la colmena. El mismo que sostiene en sus manos el niño y los mismos que mi esposa restauró el año 1987 y que fueron abandonados en un colmenar de las montañas de Prades (Tarragona) allá por los aciagos años 1936 a 1939. 

Lo que ocurre es que, una vez más, no leemos suficiente. Si a eso le sumamos que todo nos suena a chino, pues cometemos patinazos difíciles de entender. Jacinto de Diego, a la pregunta que le hace el escritor sobre su forma de hacer el humo, le cuenta las formas que él usaba para obtenerlo, al fin y al cabo no es más que disponer de humo y dirigirlo a la colmena para que las abejas no nos molesten. Pero no habla, el apicultor, de humeones sino de maneras de obtener el humo: Delibes sigue sin conocer otros humeones que los que ha podido ver con el señor Cayo y Jacinto de Diego. Por lo menos no nos lo dice.

La diferencia entre el doctor y el paleto estriba en que el paleto lo que no ve claro lo pregunta (le gusta saber) y el doctor lo sabe todo. Veamos qué ocurre. Sólo os pido disculpas si soy un poco pesado, pero es creo que así quedará más claro:

Delibes pega la hebra con Jacinto de Diego que lleva más de sesenta años metido a apicultor. Llegado el momento Delibes pregunta y el apicultor responde, vedlo. Pregunta el escritor: (…) ¿para hacer el humo? Responde Jacinto: Yo con un bote o un puchero con un agujero en el culo me apañé siempre; ponía dentro un poco de lumbre y un poco de paja, yerba encima para que no se cayera, y ¡a soplar! Sin juntar los labios, a ver, de otra manera se abrasa usted los morros. En tiempos del difunto don Manolo, ya empezó el personal a utilizar el aparato ese, el humión, el humeón o como le digan, pero yo siempre me las apañé con el puchero.

Y vamos con aclaraciones: si nos fijamos en lo transcrito de Cátedra Miguel Delibes, el experto toma como humeón el humo necesario que se proyecta sobre la colmena, o el enjambre, para ahuyentar a las abejas (no distingue entre el humo y el aparato dentro del cual se produce). Parece claro que al doctor le han hablado, pero él no lo ha entendido. A partir de ahí viene todo lo demás. Pero de todo, lo que no me parece muy honrado es que, para nosotros cubrirnos la espalda, recurrimos a Delibes y eso, a mí me parece que… no está bien señor doctor. Delibes nunca dijo conocer humeones caseros (el primer humeón conocido por Jacinto de Diego fue este, él lo dice). A Delibes, Jacinto de Diego le dijo que él se arreglaba con un puchero, pero el escritor ni siquiera lo vio. Lo que Delibes vio fue el humeón que parece que hacía tiempo ya usaba Doro, el hijo de Jacinto. Lo que hubo antes del humeón conocido fue otro de los muchos recursos que empleaba el hombre de campo, siempre tan necesitado de todo y carente de casi todo. Así, unos usaban una teja, otros un puchero, un bote y todo lo que podamos imaginar. Pero eso era una forma de ahumar la colmena para librarse de posibles picaduras. Eso no es el humeón al que se refiere Delibes.

De manera que no, Delibes no conoció otros humeones más caseros (porque no los había), ni el humeón de las fotografías es tan moderno. Los que yo os presento en la foto fueron abandonados en el año 1936 pero, ¿cuántos años pueden tener si tenemos en cuenta que el invento del humeón de las fotos data del año 1875? ¿podríamos decir hoy (2016) que es el humeón moderno?

Y ahí va mi reflexión: una vez más el experto ha metido la pata hasta el corvejón y en vez de reconocerlo, trata de darle la vuelta y nos dice que Delibes… bla, bla, bla. No, no, no, el experto nunca entendió el berenjenal en el que se metió tras la huella de Delibes, por eso confunde el humeón con el humo: humo es lo que se necesita para aplacar a las abejas y humeón es el aparato dentro del cual se produce el humo. El experto ha descubierto, pero ya era tarde, (había editado un librito, dos veces, y publicado un glosario en Cátedra Miguel Delibes) lo que es el humeón.

No sé lo que pretende, el doctor, con lo que nos muestra a continuación cuando nos dice: Delibes los conoció más caseros. No sé vosotros. ¿Quiere decir, acaso, que Delibes conoció el que sigue?

Humeón: Humo utilizado para auyentar a las abejas. El humo sale de la cera pez o brea que está colocada sobre un palo; de las ramas verdes o de cagajones de caballerías colocados en una lata o de los citados cagajones puestos sobre una teja. En ocasiones se ayuda la operación con un fuelle. El objetivo final es el de catar las colmenas. Modo de coger la miel: se cortan las colmenas con una paleta y se agarran con la mano. (Investigación de campo)

Pues no, este humeón es fruto de la más absoluta ignorancia sobre el tema tratado. Delibes relata su conversación con Jacinto en la que éste se refiere a los métodos rudimentarios que él usaba para manejar la colmena. Pero ni la teja, ni el puchero, ni el bote eran reconocidos como humeones. El humeón apareció cuando a su inventor (último cuarto del siglo XIX) se le ocurrió sustituir la teja por el depósito, y los “morros” del apicultor por el fuelle. A esta unión la llamó humeón, porque producía humo. “Y el apicultor vio que era bueno y nació el humeón para facilitar la manipulación de la colmena”.

Así que, una vez más, Delibes dijo lo que dijo, no lo que ahora nos hubiera interesado que dijera.

Como final quiero referirme al modo de coger la miel porque… ¡es para nota!

Modo de coger la miel: se cortan las colmenas con una paleta y se agarran con la mano. (Investigación de campo)

¡Cojonudo, admirable, bravo!

Corta la colmena con una paleta. ¿Qué es lo que corta con una paleta, el aguijón  a todas las abejas? ¿El habitáculo? Una vez cortado… lo que sea, lo agarra con la mano. Supongo que aquí no tendremos ninguna duda: agarrarlo con las extremidades inferiores hubiera resultado un poco incómodo y poco práctico. Así, yo, también con la mano, me quito el sombrero ante esta magistral lección de apicultura.

Mi tío Everardo las cataba “a pelo”, pero ya no quedan colmenas en…

Camporredondo, 16 de febrero de 2016



Desoperculador. Perteneció al mismo grupo de los
dos humeones tarraconenses.
PD. 
No quiero terminar sin aportar mi opinión sobre lo que, al parecer, el experto tampoco ha entendido: coger la miel. En el tiempo al que nos referimos, se sacaban los panales de la colmena, se desoperculaban -con el desoperculador por supuesto-para abrir las celdillas y que la miel saliera. O sea: se cortaba el opérculo de todas celdillas del panal. ¿Es esto a lo que se refiere el experto? Naturalmente, los panales, el barreñón para recoger la miel, el desoperculador etc. se agarraban con la mano. Muchas veces con las dos manos.

 ¡Ah! Y el humo no sirve para auyentar (ahuyentar) a las abejas –buena la tendríamos entonces- si no para calmar su agresividad. Dice el DRAE en su acepción primera:






ahuyentar
Del lat. *effugientāre, der. de fugiens, -entis 'que huye'.
1. tr. Hacer huir a una persona o a un animal.
Si nos fiamos de lo que la Real Academia nos dice, si ahuyentamos a las abejas (las hacemos huir) se acabó el negocio de la miel ¿o no?

Ahora creo  haber sido capaz de explicar que Delibes no pudo conocer, porque no había sido inventado,  –además, insisto, él no lo dice- otro humeón que el que mostramos en las fotografías.

Resumiendo: ¿humeón? el de las fotos. Todo lo demás son recursos que el ser humano rural ha usado para solucionar los muchos problemas que se le presentaban y, sabiamente, solucionaba.








lunes, 12 de septiembre de 2016

Cachapada

Debo empezar -otra vez más- por decir que escribo –o como se llame esto que hago- desde un pueblo muy pequeño de la provincia de Valladolid llamado Camporredondo. Es tan pequeño que en la actualidad somos aproximadamente 150 habitantes y cuando más habitantes hubo fueron unos 600. Digo todo esto para que, quizás, se pueda entender que es muy difícil que hasta aquí pudiera llegar desde el otro lado del “charco” la palabra que trataré de presentaros hoy: cachapada.

Ya sabéis que soy aficionadillo a estas cosas que nuestros abuelos manejaban a las mil maravillas: el lenguaje rural.

Bien. Tengo recogidas bastantes palabras que creo están a punto de desaparecer –o desaparecidas- y que como llevo bastante tiempo en el empeño, pensé que ya no habría ocasión para rescatar del olvido ninguna más. Pero ¡héteme aquí! hace unos días un señor de mi pueblo (Pedro Ajo Barrero) escribe en Google un artículo sobre los buzones de correos y nos dice: “(…) Después de estar casi una tarde entera para elegir un buzón, porque no veas la cachapada de modelos de buzón que allí había”. (…)  Visto lo visto y leído lo leído, no pude evitar una exclamación malsonante; acababa de rescatar para el “Diccionario de Camporredondo” otra palabra que, a mí -a pesar de haberla usado cachapada de veces- se me había escapado. No cabe duda que se me habrán ido otras muchas, pero que se me escape ésta no tiene (tengo) perdón de Dios. Es una palabra que mi hermano Alfredo (e.p.d.), once años mayor que yo, usaba siempre que tuviera que hacer alusión a una gran cantidad de algo… ¡qué cachapada de… –lo que fuera- había!

Busqué y busqué la palabra -siempre con resultados negativos- en diccionarios habidos y por haber y “nada de nada, nada”, por ninguna parte… nada. Hasta que pensé: si decimos cachapada para referirnos a gran cantidad de cosa, y no existe, busqué la cosa en singular y… zas allí estaba cachapa.

Como ya era más fácil seguir el rastro: el rastro seguí. Encontrando que en casi todas partes se refiere a una especie de tortilla que se hace en Colombia y Venezuela.

Relacionado con cachapa encontré cachapera y cachapera -en estos países- se lo aplican a la mujer que hace cachapas (tortillas) y también a la mujer lesbiana.

¡Anda! me dije, en Venezuela y Colombia, a la mujer lesbiana le llaman, también, cachapera, y en España a la mujer lesbiana le llaman tortillera. O sea, la palabreja parece que no es ajena al castellano mas tradicional y, por ende, rural.

Cachapa.- Venezuela y Colombia: Tortilla.

Cachapera.- Ven. y Col. Mujer que hace cachapas y, también, mujer lesbiana.

Tortillera.- España: mujer que hace tortillas y, también, mujer lesbiana.

A partir de aquí, ya estoy preguntando: ¿vosotros creéis que mi hermano Alfredo estuvo alguna vez en Venezuela o Colombia y se trajo para acá la palabra cachapada? Yo os puedo asegurar que no. A partir de ahí lo que pienso es que la palabra cachapa (tortilla) viajó allende los mares y allá se quedó, como otras muchas palabras que nosotros olvidamos, pero que nuestro hermanos, allende los mares, conservan como oro en paño.

Así que, desde este momento, a la tortilla también llamaré cachapa y a Pedro Ajo Barrero le estaré eternamente agradecido por rescatar, para nosotros, cachapada. Palabra que nuestros abuelos, y  nosotros, usábamos, pero que, como por arte de birlibirloque, nos hemos cargado.

¿Algún comentario? Pues nada, aquí seguimos esperando cachapada de palabras en trance de desaparecer.

Camporredondo 11 de septiembre de 2016


martes, 6 de septiembre de 2016

La gafa de Urdiales

La gafa del “experto” Urdiales

¿Qué es para Delibes una gafa? Lo cuento dentro de un rato en EsRadio CyL. Programa: Es el campo de Castilla y León. De 19 a 20 h.


Así lo encontré en Facebook. Lo que escuché en la emisora “Esradio CyL. Programa: Es el campo de Castilla y León directo”, a las 19’25 del día 22 es lo que os cuento a continuación:

(…) la usamos algunos para leer y hay gente que la lleva siempre. Delibes la emplea en un libro que se llama “Las perdices del domingo y tiene otro significado distinto. Ya sabemos que las palabras en general tienen varios significados y, en este caso, Delibes dice así: “… donde encontramos a la perdiz, tras cuatro días consecutivos de caza, resabiada, hosca, e inabordable.  Jesús, el práctico, la calificó de gafa, vocablo que, seguramente por extensión  del aplicado a las caballerías de casco irritado, delata inquietud”. 

Parece que Delibes desconoce el vocablo gafa, aplicado a la perdiz. Y continúa el "experto":

Así que podemos concluir, después de lo que dice Delibes, que una perdiz gafa es una perdiz inquieta y por tanto una perdiz dificultosa para la caza.

La locutora preguntó al entrevistado sobre la palabra “gafa”. El señor no conocía más gafa que la que usamos para ver. Porque el entrevistado desconoce la palabra, la locutora recurrió al “experto”, quien atribuye la palabra a Delibes y dice lo que más arriba he tecleado.

Me llamó la atención el buen deseo y predisposición de la locutora por la conservación del lenguaje rural, así como a continuación el recurso usado para ello: el “experto”. No hace falta que os diga la distancia existente entre el doctor cum laude en ciencias de la información y este ex pastor -y ex cazador- en el tema –lenguaje rural- que nos ocupa. Pues ésta es otra de tantas palabras que, según este paleto, el señor Urdiales no entiende y, como no lo entiende, adjudica su autoría al escritor que caza. (¿Otra investigación de campo, que viene a ser un a mí me lo han dicho?).

Según el “experto”, para Delibes la perdiz resabiada (agresiva), hosca (áspera), inabordable (que  no permite acercamiento)…es una perdiz “gafa” pero… vamos a ver señor Urdiales, leamos de nuevo: “…, e inabordable. Jesús, el práctico, la calificó  de gafa, vocablo que, seguramente por extensión del aplicado a la caballerías de casco irritado delata inquietud”.

Cavilemos: según este humilde e inculto paleto, el que dice de la perdiz que es gafa es Jesús, el práctico que, leyendo “Las perdices del domingo”, parece que es el que dirige, o aconseja, cómo ha de realizarse la cacería. Delibes, como tantas otras veces, se limita a tomar nota, y reproducir lo que Jesús, el práctico, dice. Y Jesús, el práctico, dice que la perdiz es gafa como podía haber dicho que era comadreja (lo digo por lo de áspera, hosca e inabordable).

De manera que si lo dejamos al albur, o capricho, del señor “experto”, el lenguaje rural se anotará una (otra) palabra más que nunca ha existido sino en la ignorancia del atrevido “experto” que se la adjudicó a Delibes, siendo esto muy fácil: el escritor no está para desmentirlo.

Como último comentario quiero decir: los nombres de los personajes usados por Delibes, en esta obra, no son imaginarios, sino reales, personas de carne y hueso; por tanto Jesús, el práctico, dijo que la perdiz era gafa –la palabra no la inventó Delibes- y el “cazador que escribe” la recogió.

Y repito: sólo es la opinión de un humilde hombre de campo (ex pastor, ex agricultor, y ex cazador) que jamás llamó, ni oyó llamar gafa, a una perdiz resabiada, hosca e inabordable.

Respeto para el escritor y para el lenguaje rural: ellos no pueden defenderse.


Camporredondo, 25 de junio de 2016

PD. Acostumbro a que aquello que digo se aproxime, lo mas posible, a la realidad. En este caso me puse en contacto con el ayuntamiento de Cabreros del Río y con algunos vecinos más (cazadores y no cazadores) interesándome por la palabra que nos ocupa; resultando que, como presumía, la palabra gafa no existe más allá de la gafa, o gafas, para la vista. Debo decir que entre los cazadores había uno mayor y él jamás oyó la palabra referida a la perdiz.

Resultando señor Urdiales que no, Delibes escuchó la palabra gafa de boca de Jesús, el práctico. Jesús, el práctico, la usó como pudo haber usado otra cualquiera para concluir que la perdiz era difícil de cazar y en vez de decir que era hosca, inabordable y resabiada, como muy bien calificó Delibes, se le ocurrió llamarla gafa como, según dije más arriba, pudo  haber dicho comadreja.

Seriedad señor Urdiales, conservemos las palabras en trance de desaparecer, pero dejemos de inventar otras (no tenemos  categoría), porque, si además usted se apoya en Delibes, puede que por respeto y admiración al cazador que escribe, la palabra que nunca existió, pase a formar parte de palabras en trance de desaparecer. Además, como ya me ha sucedido, puede que haya quién diga que Delibes se inventó palabras que no pertenecen al castellano.

Puede que usted tenga -y es de temer- otra fuerza, la mía es la fuerza del que busca la razón sin más pretensiones que el amor por nuestro lenguaje rural. Investigue, ayúdenos a conservar el maravilloso lenguaje que hablaron nuestros abuelos, y nosotros mismos, pero... no falte a la verdad.

Al principio del escrito el "experto" hacía una pregunta: ¿Qué es para Delibes una gafa? Pues bien; como creo estar en condiciones de satisfacer la  curiosidad del señor Urdiales le diré: para Delibes una gafa es aquello que "usamos algunos para leer y hay gente la lleva siempre". Lo que ocurre es que a Delibes le llamó la atención el significado de gafa que le dio Jesús, el práctico, a la perdiz, la recogió, y nos la transmitió. Después cada quisque la interpretamos como "Dios nos da a entender" y así nos luce el pelo.