martes, 28 de junio de 2016

¿El más experto?: el DRAE.



Reflexión previa a la entrada de hoy.

No, no debo meterme por terreno resbaladizo porque, seguro, patinaré. Eso ya lo sé. Pero si no me meto en algún berenjenal de éstos nunca sabríais, por vía directa, que nada hay más atrevido que la ignorancia. Y como quiero colaborar a vuestra amplia cultura pues… allá voy, cuesta abajo y sin galga en el carro.

Soy aficionadillo a la obra de Delibes, eso lo sabéis: yo os lo he dicho reiteradamente. Pero lo que no os he dicho nunca es que también me gusta leer comentarios, críticas, opiniones de todo tipo, referidas a D. Miguel y su obra. Y como casi todas son favorables, bien documentadas y razonadas, pues no puedo decir más que, con casi todas, estoy de acuerdo. (Ya sé que algunos me aplicarán la fábula de Tomás de Iriarte; “El oso, la mona y el cerdo”, pero es lo que hay).

Acabo de decir que con casi todos los comentarios sobre la obra de Delibes estoy de acuerdo, pero dentro de ese “cuasi” se encuentra mi total desacuerdo con la forma de entender y comentar la obra del escritor por parte del “experto” que, creo, comenzó intitulándose experto antes de leer la narrativa de D. Miguel para, a medida que transcurría el tiempo, ir aprendiendo por dónde van los –nunca mejor dicho- tiros del escritor.

Pregunto: ¿con solo buscar, en el DRAE, las palabras que el escritor maneja y contarnos lo que, según el diccionario de la Real Academia significan, ya se es experto en Delibes? ¿Tan fácil es? Entonces ¿cómo calificaríamos a los comentaristas a los que más arriba me he referido? El título de hoy en mi entrada en “La pizarra de Gaude” no es tomado al azar: es título pensado y meditado para el caso que nos ocupa. Quiero invitaros a repasar el glosario de Cátedra Miguel Delibes para que veáis y podáis opinar.

Y después de este pequeño comentario, seguimos:

“Cuando el viejo se lo propuso a la muchacha, la Desi palideció, pensando en la Adriana, la resinera, y en Moisés, el que se abrasó la cara en el horno de achicoria, le dijo que se iba con él y que qué le había sucedido al señorito Isaías”. (…)

Has leído bien, sí. Delibes, en "Obra completa 1ª edición página 394 La hoja roja”, nos habla de la achicoria cultivada y del horno en que se tostaba. Entonces, si a nosotros lo que nos interesa… si queremos ser expertos en la narrativa de Delibes… ¿quiere alguien decirme qué pinta aquí lo que sigue?

Achicoria
LHR p. 177, passim
(...) el que se abrasó la cara en el horno de
achicoria, y le dijo que se iba con él y que qué le había sucedido al señorito Isaías.
achicoria.
(De chicoria).
1. f. Planta de la familia de las Compuestas, de hojas recortadas, ásperas y comestibles, así crudas como cocidas. La infusión de la amarga o silvestre se usa como remedio tónico aperitivo.

Pues esto lo encontramos en el glosario de la Cátedra Miguel Delibes (¡vaya tela!) cuyo autor es el mismo de lo que sigue:

(...) en el horno de achicoria (La hoja roja). Achicoria: planta de hojas recortadas y comestibles. Cuando no había café se bebía achicoria.

Y los dos razonamientos son fruto de lo que indico a continuación.

Dice el DRAE:

achicoria.
(De chicoria).
1. f. Planta de la familia de las Compuestas, de hojas recortadas, ásperas y comestibles, así crudas como cocidas. La infusión de la amarga o silvestre se usa como remedio tónico aperitivo.
2.  f. Bebida que se hace por la infusión de la raíz tostada de esta planta y se utiliza como sucedáneo del café.

Que es lo que nos dice el DRAE. Y… ¿qué decía yo al principio? Pues eso: el más experto, el DRAE. ¿Que no te crees lo que digo? Pues vete a la Cátedra Miguel Delibes y echas una ojeada al "espléndido" glosario con que nos obsequia; es digno de un premio Nobel que, de no existir, tendrían que crear como premio a la mejor investigación en lenguaje rural castellano: ¡joder, qué pena!

Nuestro/su deseo es ser experto en la narrativa de Delibes, o eso cabe deducir. Pero el esfuerzo requerido es tremendo. Si queremos saber tanto como sabía el escritor sobre el mundo rural, después de haber pasado muchas horas, muchos días y muchos años, pegando la hebra (pegando y fumando un cigarrillo de hebra mientras charlaba) con la gente de campo... mira que lo digo veces: si quieres comprender el lenguaje rural, el que manejaba Delibes, y no has nacido y crecido en el pueblo, o pateas muchos terrones y charlas con sus destripadores, o no te molestes: siempre serás un analfabeto profundo, por más que tengas todos los títulos académicos habidos y por haber. Y cuanto más hables, más meterás la pata.

Pero ¿qué ocurre si tienes prisa para que se te escuche o se te vea en seguida por televisión? Pues eso, recurres al más experto que conoces: el DRAE. Pero te vuelvo a decir, el Diccionario lo hacen personas que, como tú, jamás han pisado un cavón y en cuanto pisan el terrón, como tú, en seguida tropiezan y se caen. Pero en la academia son, casi, infalibles.

Total que yo, como hombre rural que soy, y me siento, te agradecería que el lenguaje rural vaya por un lado y la academia por otro, no trates de academizar mi lenguaje porque sería un asesinato -de mis viejas y entrañables palabras- con premeditación y alevosía.

Y como final te digo: si quieres saber algo sobre el horno donde se tostaban las achicorias -el equivalente a aquél en el que se quemó la cara Moisés- te aconsejo (¿quién soy yo para aconsejar?) que te des una vuelta por “La pizarra de Gaude”, allí encontrarás (gratis) lo que buscas. Y si a pesar de todo no quedas satisfecho, te lo ruego: pregunta, podemos explicar desde el momento de preparar la tierra para su siembra, hasta que se empaqueta la achicoria para su venta como sucedáneo del café, después de pasar por el horno, claro. Y si otro día quieres que hablemos de la achicoria silvestre pues también podemos hacerlo. De momento te anticipo que las ovejas y los conejos domésticos las comían, y comen si se las dan, con todas ganas del mundo.

Permitidme, aunque sea de pasada: yo digo que la mejor ensalada del mundo es la de ajunjeras (que otros también llaman achicoria). Otros de mi pueblo, mayorcitos como yo (entre ellos Marciano, mi cuñado) sostienen que la mejor es la de los tallos de achicoria cuando se ha enterrado la raíz y se cogen blanquitos antes de salir a la superficie (cuestión de gustos). ¡Ah! y las hojas de la achicoria -sucedáneo del café- nunca las vi comer, ni crudas, ni cocidas (son muy amargas). Las ovejas y los conejos sí, con tantas ganas como las silvestres.

Rematamos la faena con una pequeña anécdota: Allá por los años cincuenta del siglo XX, un joven de mi pueblo, metido en juerga, gritaba a pleno pulmón, para que todo el mundo se enterara de la importancia que tenía esta planta para la economía rural: “¡VIVA LA ACHICORIA!” Y yo, eco retardado de su grito, repito: ¡VIVA!
Camporredondo 6 de abril de 2015

martes, 21 de junio de 2016

¿Frieras o sabañones? Tanto monta...

¡Paice que no viéndolo…!

Un pastor (ya fallecido) de mi pueblo tenía esta expresión a flor de labios cada vez que escuchaba o presenciaba un hecho fuera de la rutina más natural. Bien; pues eso es lo que yo dije el día 8 de junio de 2016 cuando escuchando una emisora de radio (sección agrícola) preguntaron a dos señores -se supone que rurales- (yo más diría que viven a expensas del mundo rural) por la palabra friera. “¿Han oído la palabra rural friera, que hoy traemos hasta esta sección del castellano rural?”. así, o algo aproximado, preguntó la locutora. Los dos –no, ambos dos no, sino los dos, porque no podría ser ambos tres- respondieron con la misma contundencia: ¡no la he oído nunca!

Fue en ese justo momento cuando me acordé de aquel pastor de mi pueblo “¡paice (parece) que no viéndolo…! Ésa fue mi expresión porque, a ver: ¿cómo es posible que un hombre -no joven- relacionado con el mundo rural, no sepa lo que son las frieras? Sólo lo entiendo desde el ánimo de darle más importancia al “experto” que, a continuación, habló para lucirse explicándonos lo que no necesita más explicación que abrir el “Diccionario de la Real Academia Española” y leer:

friera
De frío.
1. f. sabañón.

Y a continuación nos aclara el DRAE:

sabañón
De or. inc.
1. m. Hinchazón o ulceración de la piel, principalmente de las manos, los pies y las orejas, que es causada por frío excesi_vo y produce ardor y picazón.

No se puede decir más con menos palabras: friera-sabañón, sabañón-friera. Tanto monta, monta tanto.

A partir de aquí la exclamación del pastor de mi pueblo (y mía): “¡paice que no viéndolo…!” Que quiere decir: “no viéndolo no se puede creer”. A ver: ¿alguien puede creer que un hombre -no joven- rural no ha oído, jamás, hablar de las frieras (sabañones) que padecíamos? Por favor, emisora de comunicación: Dios me libre de darle un consejo, pero hay palabras que sólo con mentarlas dicen, a gritos, donde son conocidas y donde suenan a chino. Quiero decir que si buscamos la palabra friera, o sabañón, entre oficinistas, lo más lógico es que la desconozcan. Las frieras-sabañones se padecían en el campo con mucha más agresividad que en ninguna parte ¿hace falta explicar por qué? Yo creo que no. Y ¿dónde es menos probable que se padezcan? pues eso: en la oficina que, digo yo, es donde los dos entrevistados no los habían sufrido, ni siquiera oído su nombre ¿lógico no?

No voy a entrar en qué son y qué es lo que produce los sabañones (doctores tiene la ciencia que responderán con sabiduría y autoridad), pero sí quiero explicaros alguna cosilla sobre los malditos sabañones: las frieras, supongo que así llamadas porque son productos del frío. Ignoro por qué las llaman sabañones, pero como sabañones, generalmente, las conocíamos en el mundo rural y es que eran nuestro martirio al llegar a la cocina de casa y los pies entrar en reacción (calor), pues el resto del día no picaban porque se mantenían como aletargados (congelados sería más exacto). Como decía, cuando llegabas a casa deseando que los pies, manos, orejas, nariz… entraran en calor, venía el suplicio: dolor, picor, escozor y todos los …or que queráis imaginar: ¡terrible! Reventaban los dedos, se pelaban las orejas, los pies y las manos y como por ello no había peligro de muerte, los más mayores te tomaban a cachondeo. Decían: ¡no llores hombre, que eso se cura con polvos de mayo! Yo -nosotros- pedíamos a gritos los polvos de mayo pensando que se vendían en la botica, hasta que pasados los años descubrimos que, efectivamente, los “polvos de mayo” curaban los sabañones. O sea los productos del frío, y la alimentación deficiente, llamados frieras, o sabañones, se curaban, sólo, con polvos de mayo, junio, julio, agosto, septiembre… para volver a su cita con nuestros pies y demás partes alejadas de la fuente de calor (bombeador sanguíneo), en el invierno.

Cuántas noches nos pasábamos frotando con ajo nuestras frieras-sabañones y aún, después de muchos decenios, sigo esperando un ligero alivio: nunca lo hubo.

Qué fácil lo ponen aquellos que dicen: para evitar  los sabañones-frieras es imprescindible calcetines de lana y bota de cuero. Verán, señores que padecen sabañones de oficina: yo llevaba dos calcetines de lana en cada pie. Pero no calcetines de El Corte Inglés o similares, no, mis calcetines los hilaba y tejía mi hermana con lana de las ovejas de casa y los hacía a prueba de todo, excepto de los continuos grados bajo cero que deberían soportar durante el todo el día las partes que por su alejamiento de la bomba de calor (corazón) eran más sensibles: pies, manos, orejas, nariz… ¡terroríficos los putos sabañones y las no menos putas frieras! (mal sonante todo, ya lo sé, pero es que sólo al nombrarlos me solivianto).

Después vienen los doctores, que jamás restregaron un ajo en ellos, a discutir si son sabañones, o son frieras. Los/as sabañones/frieras son productos del frío y pican, duelen o jod… fastidian por igual. Es cierto que había quien decía que cuando salían en los talones eran frieras, pero yo digo: picaban, escocían, dolían igual, entonces… si los síntomas y las molestias eran las mismas ¿por qué unas frieras y otros sabañones? Yo me inclino a pensar que en el origen de la palabra serían frieras (productos del frío) pero después vendría algún intelectual que diría: esto come más que un sabañón. Y aquí tenemos el resultado: dos maneras de nombrar a esta jodienda que padecíamos los hombres y mujeres rurales. Y cómo aquí viene como anillo al dedo, vamos a aplicar el refrán: “al perro flaco todo se le vuelven pulgas”. Que viene a ser lo mismo que decir que las frieras y los sabañones los padecíamos los hombres y mujeres del agro, siempre los más flacos de la sociedad: los de las oficinas hasta desconocen su nombre.

Y aquí seguimos –ya sin sabañones- oyendo, quizá hasta escuchando, hablar sobre frieras y sabañones a gente que ni siquiera ha oído su nombre.

Camporredondo, 10 de junio de 2016.



martes, 14 de junio de 2016

¿Corta o... Larga?

¿Corta… o larga?

Hoy, en EsRadio Castilla y León (19:30) en mi sección "Dialecto Agrario", la palabra "corta" (la parte de monte que le corresponde a cada vecino; la leña del monte). En el pueblo de la foto pasa lo mismo.

Una vez más: como no tengo ni la foto, ni el nombre del pueblo al que hace mención el señor Urdiales, no puedo hacer mi llamada telefónica de rigor.

No señor Urdiales, no. Usted intenta arreglarlo pero es imposible: tanto en el primero de sus "diccionarios" como en el glosario de la Cátedra Miguel Delibes (¡vaya ejemplar!). Usted nos dice lo que a continuación transcribo, sin quitar, ni poner, una coma:

Corta
AVD p. 15
(...) le soltábamos en la corta, en el verdugal y,
Corta: Parte del monte que le corresponde a cada vecino. (Investigación de campo)


Como ya se lo he criticado en más ocasiones, usted cree que con añadir ahora: "…la leña del monte. En el pueblo de la foto pasa lo mismo”, queda todo arreglado y no es así. Ya le he dicho que la palabra corta (en "Aventuras, venturas y desventuras de un cazador a rabo") se refiere a la parte del monte, o de la pimpollada (monte) particular, que se tala (se corta). Esa es la corta. Y otra vez más le digo que antes podían quedar para los vecinos los tocones. La ramera no, porque el rematante de la corta (el que se quedaba con la subasta de la madera), la ramera también la vendía a los panaderos, a los caleros, a los cacharreros… mire usted, a propósito, a aquellos cacharreros de Arrabal de Portillo que hacían y vendían herradones de barro cocido pero que usted también, en su sabiduría de hombre de letras cum laude, nos dice que eran de latón.

Pero volvamos a retomar el hilo. La corta, repito, es aquella parte del monte que se tala o, la misma palabra lo dice: se corta. Eso es la corta. No sé si ahora le ha quedado claro o vuelvo a repetirlo: a los vecinos, normalmente, les quedaban los tocones que el ayuntamiento vendía (o subastaba) por lotes entre los del pueblo, pero esto eran los tocones y correspondían al que acudiera a la subasta en la que se adjudicaban los lotes de tocones (parte del árbol que queda enterrada de donde parten todas las raíces que soportan y alimentan al pino).

Ejemplo de corta rasa
Aquí tiene usted una muestra de lo que es corta rasa: operación por la que se eliminan la totalidad de plantas, ya sean pinos u otro tipo de árboles. Queda claro lo que son los tocones, que era la parte que, mediante subasta, pertenecía a todo aquél que acudiera con sus pesetillas. Espero haberlo  dejado claro de una vez: esto no pertenecía a los habitantes del pueblo por derecho de propiedad, ¡NO!

Corta de entresaque, aclareo.

Pero había otro tipo de corta (la más común) que es la que vemos en la fotografía de la derecha. Este tipo de corta se denominaba selectiva, de entresaque, de aclareo, etc.

Por ser esta una entrada –sólo- con el ánimo de dejar claro lo que es y quiere decir la palabra corta (que es a la que se refiere Delibes) no entraremos en por qué estos tipos de talar los pinos y, también, las encinas. Si llega el momento intentaremos decir algo.

Y está tan claro –como el monte después de la corta- que no debo martirizar más al posible lector.

Corta: superficie del monte que por diversos motivos se tala. Es a esta corta a la que se refiere Delibes en “Aventuras, Venturas y Desventuras de un Cazador a Rabo” que, si bien eran encinas, para el caso es lo mismo, CORTA: Tala masiva de pinos u otro tipo de árboles.

Y no debo añadir más. El posible lector seguro que sabe más que los que nos metemos “en camisas de once varas”.


Camporredondo, 28 de marzo de 2015.

martes, 7 de junio de 2016

SOS.

Mi madre (nacida 1904) siempre que proponía o transmitía un problema de no fácil solución solía decir: ¡agárrate a esa… Marceliano! Que era tanto como desafiarte a encontrar la solución  ¿Alguno de vosotros sois capaces de sustituir los puntos suspensivos por la palabra exacta? A mí me suena a algo así como: urna, urnia, urmia… pero mi disco duro ya no lo suelta y lo siento.


Gracias a todos.

¿Subir o bajar? He ahí la cuestión.

...los pájaros que le están entrando a ese marica los baja uno con la gorra
Bajar: Poner algo en lugar inferior a aquel en que estaba.

Y en Cátedra Miguel Delibes encuentro esto otro:

Bajar
D1C p. 95
Hemos hecho nueve perdices y un conejo en lo de Ubierna. Tuve un día fenómeno. Hacer nueve perdices entre dos escopetas a estas alturas es una hazaña. Melecio, cada vez que
bajaba una, me decía:
bajar.
(De bajo).
1.
tr. Poner algo en lugar inferior a aquel en que estaba.
AVD p. 12, passim
Era suficiente seguir, un poco alerta, las sinuosidades de éste o aquélla para, al cabo de unos minutos,
bajar una perdiz.
LSI p. 56
(...) que los pájaros que le están entrando a ese marica los
 baja uno con la gorra,

Tanto para el primer caso, como para el segundo y tercero, vemos que el DRAE (vigésima segunda edición) se expresa muy acertadamente. Bajar: "poner algo en lugar inferior a aquel en que estaba" stop. De lo contrario no sería bajar sino subir ¿He acertado? ¡Uf, menos mal!

Y yo, convencido de lo que digo, me atrevo a pronosticar que el “experto” cuando pasen unos cuantos años acabará aprendiendo y hasta le felicitaré por ser tan buen alumno.

Repasando su obra en la narrativa de Miguel Delibes podemos deducir que maneja el DRAE casi a la perfección. Ahí están si no sus "diccionarios", o la cátedra Miguel Delibes (¡Vaya glosario!), corroborando lo que digo ¡Qué maestría, con qué elegancia nos remite, nos lleva de la mano, nos aclara nuestras dudas sobre las palabras -en la narrativa de Miguel Delibes- que nosotros no entendemos! Le falta un empujoncito para que él entienda, correctamente, lo que dice Delibes a lo largo de su obra. Pero… “darle tiempo al tiempo”.

Perdiz bajando. Indudablemente ha pasado a una  posición inferior
a la que en vuelo llevaba.
De momento podemos entender, gracias a sus aclaraciones, y al DRAE, (22ª edición) que “bajar es poner algo en lugar inferior a aquel en que estaba”. Menos mal que nos lo aclara, porque yo he llegado a pensar que bajar podía ser poner algo a un nivel superior. No sabéis lo bien he descansado al saber por la tecla del “experto” lo que es bajar.

Mirad si me habré quedado a gusto que yo pensé -desde que cogí la manía de leer a Delibes- que cuando, en varias de sus obras, habla de la caza usaba la palabra bajar para referirse… ¡veréis que burrada llegué a pensar!: creí que Delibes cada vez que bajaba una perdiz era que apuntaba con la escopeta, hacía ¡pum! y la mataba. Ya veis que burrada puede llegar a pensar un paleto ignorante. Con lo fácil que es: sale el pájaro, Delibes, o uno de su cuadrilla de cazadores, dispara su escopeta, pero no para matarlo, sino para bajarlo, para ponerlo en un lugar inferior, más cómodo, no vaya a ser que el pájaro padezca mal de altura y pueda ocurrirle algo malo.

A partir de ahora ya sé una cosa más: bajar es poner algo en lugar inferior a aquél en que estaba”, lo contrario sería muy, muy difícil: por lo menos para mí que no soy experto en nada.

De todas maneras Delibes, y demás cazadores y gente rural son la leche. Porque la leche hay que ser para decir que derribar a una perdiz en vuelo es bajarla... ¡me cachis en la mar! Menos mal que los sabios -ayudándose del DRAE- nos lo aclaran: "bajar es poner algo en lugar inferior a aquel en que estaba". ¡toma del frasco carrasco!

¡Cuánta sabiduría se adquiere con los años!

Camporredondo 1 de abril de 2015