jueves, 28 de marzo de 2013

EL PASTOR Y LAS SOMBRAS

Los rebaños eran muchos y el espacio pequeño, por lo que el pasto nunca sobraba.

Rodeado de pinar existe un enclave de rastrojo, cuyo acceso, por el camino que une el pueblo con el careo está prohibido y al cual, por tanto, no han llegado las ovejas. El joven pastor piensa: ¿cómo llego hasta él? Su posibilidad, tan única como arriesgada, es: como el guarda forestal no madruga, ésa es mi ocasión; sólo debo madrugar, llego allí de noche, las ovejas carean y cuando el “enemigo” se ponga en pie, el hatajo ya estará de vuelta fuera del pinar. Dicho y hecho.

Madre; dice el pastor, a las tres de la mañana me despiertas que mañana el careo está lejos y tengo que estar allí antes de amanecer. 

A las tres horas y pocos minutos, a la pálida luz de la luna, una nube de polvo se observa por la cañada que llevará al rebaño hasta el rastrojo del enclave. Al frente del hatajo va un pequeño ser humano cuya estatura no rebasa en mucho la altura de las ovejas castellanas que conduce.


Cuando, pasada la cuesta, el camino torna a ponerse horizontal, un punto negro se observa sobre el suelo.

No se sorprende el pastor, y hacia el punto se dirige sólo con el ánimo de ver volar al pájaro. Son tantas veces las que ha visto volar al engañapastores (chotacabras), que sabe de sobra que el ave persigue a los insectos que las ovejas levantan a su paso, obligándoles a delatarse. Estos insectos forman parte de su alimento. Lejos queda aquella creencia de que el engañapastores buscaba la leche de las ovejas o las cabras de las que, se decía, mamaba.

El hatajo y su guía han entrado en el pinar. El miedo se apodera del pastor: la luna se encarga de transformar los inofensivos pinos y sus sombras en figuras fantasmagóricas que parecen animarse cuando él se acerca.

Con el miedo en el cuerpo el “hombre” sigue adelante hasta que… ¡ya no hay duda! en el fondo del camino unas sombras avanzan, inexorablemente, hacia el rebaño y no hay posibilidad de escapar. El pastor se coloca al costado del hatajo y deja que éste avance por el camino. Las aterradoras sombras van tomando forma; ahora dos enormes caballos, con sus jinetes, son los que se aproximan; quizás el bandolero Casto Gordo... ¿o será el Tio Musilas? Historias que tantas veces oyó contar, mientras se calentaba los pies sobre el fogón del hogar, cuando en los fríos inviernos los hombres jugaban su partida diaria de cartas y se bebían su envuelta de vino y gaseosa. Historias que protagonizaron los dos proscritos por los montes que patea ahora él con sus ovejas. Las piernas del pastor se niegan a sostener su leve peso. Por su mente pasa la película del carromatero que volvía de Tudela adonde había dejado su carga. En la cuesta que sube en dirección a Montemayor se encontró con un peatón que iba en su misma dirección y que le pidió un sitio en el carro, pues los dos se dirigían al mismo pueblo.
 
Por el camino, nuestro transportista le habló al pasajero de su miedo al bandolero Casto Gordo, pues, según sus últimas noticias, merodeaba por la zona en aquellas fechas. El “carrostopista” continuamente trataba de reconfortar el ánimo de nuestro hombre restando importancia a su injustificado miedo. Siguieron su camino y conversación, hasta que llegaron a la salida del Monte Bayón, desde donde ya se avistaba el pueblo. Fue entonces cuando el viajero, tendiendo la mano al conductor del carro para darle las gracias, preguntó: ¿ahora ya no tendrá usted miedo a Casto Gordo? ¡Hombre! Le respondió (ofendido) el carromatero ¡cómo voy a tener miedo, si ya casi estoy en el pueblo! Fue entonces cuando el pasajero se presentó diciendo: yo me quedo aquí, soy Casto Gordo y es aquí adonde venía.

El joven pastor busca tranquilidad para su ánimo. Casto Gordo no puede ser, se dice para sí mismo, porque le capturaron en La Fraila cuando un miembro de su cuadrilla lo delató y la guardia civil le apresó sin oponer resistencia.

Pero el miedo del pastor es tan grande que su mente no se detiene ni un momento; es ahora otra historia aterradora la que acudió para aumentar su zozobra: 



Un vendedor ambulante transita con su carro por el camino que une Montemayor con La Parrilla. Al llegar al Picón de la Arena le salió al paso un hombre a caballo. Tras un breve saludo el caballero pregunta: ¿adónde se dirige usted con el carro? Pues ya ve usted, vendiendo por los pueblos para sacar un dinerillo para la familia. ¡Pero hombre! siguió desde su cabalgadura, ¡con ese macho no puede llegar muy lejos! Ya ve usted, los tiempos están muy malos y hay que aguantar como se puede. Pare el carro, ordenó desde su caballo. El vendedor, asustado, paró el carro y esperó. El inesperado compañero de viaje se apeó de su caballo y sacando un arma ordenó: ¡Pegue usted un tiro al macho! El vendedor se deshacía en ruegos ¡no haga usted eso, este animal es el pan de mi familia! El caballero, enfadado le respondió: ¡si usted no pega un tiro al macho se lo pego yo a usted! Con lágrimas en los ojos al vendedor no le quedó otra opción que cumplir el capricho del caballero.

Cumplidas las ordenes de aquel personaje, (que a nuestro vendedor ya no le cabía duda de que estaba en presencia del bandolero), éste echó mano a sus alforjas y sacando de ellas una bolsa se la entregó al infeliz vendedor, que seguía llorando, y le ordenó: con esta bolsa se va usted a la primera feria que encuentre y se compra el mejor macho y carro que haya. Pero atienda lo que le digo: soy Musilas, y si la próxima vez que le vea no ha cumplido lo que acabo de decirle, cuéntese entre los muertos.

En éstas estaba la mente del pastor cuando… ¡buenos días hombre! ¡Anda que no madrugas! El pecho del pastor se infla; los segadores, que de Portillo se dirigen hacia Camporredondo donde están contratados para la siega, continúan el camino a lomo de sus garañones...
El pastor volvió a ponerse al frente de su rebaño para conducirle hasta el festín. 

Cuando deberían ser las nueve de la mañana, el “hombre” que conduce al grupo de animales no cabe en sí de satisfacción, la gazuza y la andorga de sus ovejas habían sido saciadas con creces y, sin ningún peligro, poco a poco se dirigen, por el páramo y la ladera, hacia el bodón de la era. Allí saciarán su sed los animales y de allí al corral, donde el pastor enjutará sus ubres para llenar el herradón. 

Cuando el pastor y su, ahíto, rebaño llegan a la era, los últimos carros cargados de haces están distribuyendo la mies atada, por el círculo que forma la parva. Las mujeres y los más jóvenes se afanan, liberando los haces de los atillos para, con la horca de dos dientes, deshacer las manadas que los segadores complicaron con su revuelta para darle mayor capacidad. Una bandada de jilgueros alza el vuelo, y las asustadas ranas se refugian en el fondo cuando las sedientas ovejas se acercan al bodón. 

La luz del alba fue obligando a recluirse en sus guaridas a las aterradoras sombras que, despechadas, quizás mañana esperen al joven pastor en alguna otra dirección pues… la vida no se detiene.

Después del ordeño aún tendrá tiempo para ayudar en las tareas de la era mientras los gabrieles borbotean sobre la placa de la cocina económica.

Camporredondo, Otoño de 2007

sábado, 23 de marzo de 2013

PASTOR DE MI TIERRA


A mi hermano Alfredo (16 de marzo de 1931-21 de diciembre de 1990) porque, con su sacrificio y buen hacer, hizo que muchas cosas fueran posibles. Porque de él aprendí que lo importante es andar por la vida con la frente alta aunque tu título sea el de pastor de ovejas. Que no triunfarás en la vida por el volumen sino por ser el mejor de lo tú puedas ser. Que el título de mayor prestigio es el recuerdo que dejes cuando hayas partido... en fin, fueron tantas cosas que, por todas ellas, aún le recuerdo con cariño y admiración.


Sobre este mismo suelo dejabas tu huella, tu miedo y tu niñez, niño-pastor de mi tierra.
Tu imagen, pastor, sigue presente en la cansada retina de los que te siguen queriendo


“Sólo se ve bien con los ojos del corazón. Lo esencial es invisible a los ojos” (El Principito)


Eso es lo que te pido, amable lector: abre los ojos del corazón y sólo así sigue leyendo. De otra manera quizás no merezca la pena que sigas, tu tiempo siempre es precioso.

Los escritos que encontrarás a partir de aquí, referidos al pastor de mi tierra, seguro que no tendrán ningún valor literario. No es eso lo que pretendo. En mi ánimo sólo está el rendir homenaje a los niños -pastores o no- a los que el odio fue capaz de robarles su niñez. Niños que, desde su más tierna infancia, les obligaron a ganarse el sustento diario, no sólo para ellos sino también para su familia. Niños que fueron arrancados de su aula para pasarles a otra, más dilatada, cuyo límite era el confín, sin otro techo que el cielo, y cuyo suelo estaba enlosado con piedra, burrajo o tierra parda. Su pupitre, en la clase, fue el pino rastrero; por asiento tuvieron el hito en la linde del sembrado y el mojón o los cantones que delimitaban los tranzones en el bosque. Su lápiz (siempre el mismo) fue el garrote con el que trazaban sus garabatos sobre el suelo y que el profesor -viento o lluvia- se encargaba de corregir y borrar. Y fueron sus compañeros de clase más fieles, su rebaño y sus canes. Por macuto para sus libros tuvieron el morral o la alforja. Como prenda de abrigo usaban la manta que, con las primeras gotas de lluvia, se ponía rígida como tabla recién salida del aserradero. Su aire acondicionado fue el sombrero de paja que, por el páramo o la vega de Camporredondo, les protegía del calor tórrido del estío castellano. Y fue su profesora más rígida y tierna a la vez, severa y magnánima... Doña Naturaleza. Ella les enseñó el respeto que siempre deberían guardar hacia todo lo creado y así se hicieron catedráticos en ciencias de la naturaleza, quizás por eso nunca entendieron el ahora y el yo, clases que se imparten en otras universidades como máximo objetivo a alcanzar.

La vida les dotó de grandes oportunidades y por eso, cuando aún no eran capaces de soportar el peso de su “macuto”, les brindó la oportunidad de ganarse el sustento diario para ellos y sus familias. Y se ganaron sus sopas de leche, o de ajo, para el desayuno, su tortilla -a veces con huevo- como merienda diaria, y sus patatas cocidas, aderezadas con una cucharada de manteca de cerdo o sebo de los herbívoros, para la noche. Un menú muy equilibrado para que crecieran fuertes y sanos.

Las “chuches” jamás les faltaron, siempre tuvieron la oportunidad de trepar al pino para conseguir unos piñones con los que matar el gusanillo, que no paraba de revolotear dentro de sus tiernas entrañas. Para satisfacer sus deseos de golosinas, a lo mejor alguna navidad conseguirían un trozo de turrón de cacahuete, aunque para poder masticarlo tuvieran que ayudarse con la mano para despegar las mandíbulas. Bien es cierto que podían asarse una remolacha mientras sus ovejas pastaban.

Aún recuerdo la alegría reflejada en su mirada cuando regresaban a casa trayendo, en su alforja, unos piñones para los hermanos más pequeños que habían quedado en el hogar.

Dicen que el hombre para ser eso, hombre, primero tiene que ser niño y jugar… ¿Jugar? ¿Qué es eso? ¡Ah sí, jugar! Esta fase tan importante en la vida de todos los niños la tenían muy bien cubierta. ¿Alguien ha tenido, como ellos, un parque más natural y extenso, en el que no faltaba ningún elemento? ¿Tobogán? ¿Es que no había desmontes y cotarros por donde deslizar su tierno pompis? Desde que llegara el mes de diciembre y hasta marzo disponían de las pistas de patinaje sobre hielo más naturales que un niño pueda soñar. ¿Columpios? ¿Dónde se columpiaba Tarzán? ¿El fútbol? Sus porterías eran de dimensiones variables; según la distancia entre los pinos que eligieran... ¿y el balón? Podían estrenar varios balones en el día; los había a miles y de distintos tamaños, tantos como piñotes (Cogollos). Podían permitirse el lujo de, a cada chut, estrenar pelota nueva, aunque a veces en vez de golpearla con la bota golpearan con la punta de los dedos de su pie desnudo.

También podían lanzar jabalina y peso. También martillo. Podían correr 1.500, 3.000, 5.000, maratón... en fin, era una gozada el parque infantil que tenían a su alcance. Sólo dependían de su ingenio para transformar en juguetes todo lo que la naturaleza ponía a su disposición.

También jugaban a las adivinanzas: cuando las fuerzas de la naturaleza arreciaban, el niño jugaba a adivinar por dónde deslumbraría el próximo relámpago y con qué fuerza retumbaría el siguiente trueno. Era su música, no tenían otra.

Y de sobra es sabido que un niño a los ocho años pero... ¡qué he dicho! ¿Ocho años? ¿No estaré exagerando? Pues no, no estoy exagerando... ¡qué más hubiera querido yo que exagerar! El parque que algunos (siempre muchos) niños de ocho años “disfrutaban” era el que acabo de -en una pequeña parte- relatar.

¿Si hacían sus deberes diarios? ¡Claro que los hacían! Sin rechistar: el pastor siempre tiene deberes. Veamos: amamantar ¿qué es eso? Pues sujetar a la madre que rechaza al hijo para que éste pueda mamar, también hay madres con dos hijos a los que no pueden alimentar por falta de leche y el pastor tiene el deber de alimentarlos con leche de otras ovejas. O sea, que el pastor tiene el deber de sacar a pastar a las madres y alimentar a los hijos que por un motivo u otro lo necesiten.

Después de atender las necesidades de los más débiles, el pastor debería coger el herradón de barro cocido, el que se hacía en las cacharrerías de Arrabal, que sólo su peso en vacío ya le costaba un esfuerzo para desplazarlo, para ir vertiendo en él la leche que, con sus manos, sacaba de las ubres de las ovejas hasta dejarlas enjutas.

Siguiendo con sus deberes el pastor apacentaba el ganado (el excesivo número de animales y la escasez de pastos obligaba a darles alimento complementario). Y, entonces, cuando todo quedaba en calma, el pastor sabía que tenía hechos sus deberes y podía gozar… soñando dormido sobre el fogón del hogar.

Pastor de mi tierra: Yo te admiro porque, a pesar de todo, cantabas y reías.



Camporredondo, invierno de 2007

martes, 5 de marzo de 2013

Mar de resina

Bajo la copa del "Pinus Pinaster" sigue presente, aunque desde  la "altura" no se vea, la figura del resinero.
Por mi parte no me queda más que pedirte perdón, si no he sabido transmitir lo que tu esfuerzo y sacrificio representaron en la economía de Tierra de Pinares. Pero lo que sí te digo RESINERO es que hoy, más que nunca, te admiro y respeto.


Comenzamos nuestro caminar por el monte con una rápida presentación del resinero; su esfuerzo para poder sacar adelante su familia, el amor que el resinero sentía por el pinar, cuidando hasta el más insignificante de sus pinos, sin preguntarse en la rentabilidad que en el futuro pudiera compensar sus cuidados.

Aprovechamos para expresar nuestra preocupación por el rumbo, a nuestro entender equivocado, en el trato dado a la naturaleza en los últimos 50 años. Preocupación que viene abalada por lo que fue nuestro oficio allá por los años 50-60 de 1900, y que nos es otro que pastor de ovejas.

Repasamos la historia de la resina, en nuestra zona, en el siglo XX, con breve reseña a la - hoy extinguida- cofradía de resineros.

Repasamos las tareas que el resinero realizaba hasta obtener el fruto del “pinus pinaster”: la resina. Desgranando desde que el resinero marca los pinos negros, desroña, clava, remonda, remasa, rae, recoge el sarro y… hasta que la miera acaba en la fábrica de transformación de la mano del carrero, otro de los ejemplos del sacrificio que, los hombres del pinar, tenían que realizar para alimentar a sus familias en tiempos tremendamente difíciles.

Por aquello de que “una imagen vale más que mil palabras” acompañamos abundante  material fotográfico para que a través de la foto el posible lector tenga una mejor referencia allí donde nuestra limitada capacidad literaria no haya podido llegar.

Añadimos un bloque de palabras más usadas en la jerga resinera, conscientes de que siempre se nos habrá quedado alguna que el avezado lector añadirá, para que no acaben donde han acabado muchas de las entrañables palabras que nuestros ancestros usaban para comunicarse, o sea; en el olvido.

También añadimos una referencia a la producción y venta en los años 1945 y 1946, para que el posible interesado pueda tener una pequeña noción sobre la producción que, a nivel de estado, aportaba el pino resinero.

Remata el documento con fotografías de las herramientas de las que el resinero se valía para extraer la colofonia y el aguarrás al pino resinero.

Y por mi parte nada más. Si el resultado no es del agrado de los posibles lectores, créanme que lo siento. Mi ilusión es que llegara hasta aquel viejo resinero con el que compartí muchos ratos, agradables unos y no tanto otros, como corresponde a dos profesiones que, en ocasiones, no eran compatibles. Hoy puedo asegurar que el viejo resinero y el, no menos, viejo pastor se abrazan y se emocionan al recordar los tiempos en los que subsistir era muy complicado.

ALGUNAS CURIOSIDADES

Para los amantes de las estadísticas ofrecemos a continuación datos correspondientes a las campañas de producción de los años 1945 y 1946 en todo el territorio nacional.

Como no sabemos el interés que pueda despertar entre los posibles lectores, nos limitaremos a ofrecer datos globales. También podríamos ofrecerlos por provincias, pero como creo que sería un poco pesado, me limitaré a decir que, en el cómputo global, son las provincias de Segovia y Valladolid las que se llevan la palma.

CAMPAÑA 1945

Hasta el 31 de Mayo de 1946, se habían vendido 62.605 barricas de colofonia con 19.890.087 kilos, quedando en existencias 40.635 barricas con 13.155.825 kilos. Si a esto le sumamos 495.245 kilos por mermas en la producción, tendremos un total de 33.541.157 kilos de colofonia correspondientes a la campaña 1945.

El precio de liquidación aprobado para este producto fue de 1’60 Ptas/Kg.

En esta misma fecha se habían vendido 4.641.564 kilos de aguarrás, quedando en existencias 4.570.096 kilos, a los que debemos sumarle 371.932 por mermas en la producción, lo que hace un total de 9.583.592 kilos.

El precio de liquidación aprobado para el aguarrás fue de 4’22 Ptas/Kg.

CAMPAÑA 1946

Hasta el 31 de Mayo de 1947 se habían vendido 65.160 barricas de colofonia con 20.628.044 kilos, quedando en existencias 29.310 barricas con 9.389.188 kilos. Que sumados hacen un total de 30.017.232 kilos de colofonia correspondientes a la campaña 1946.

El precio de liquidación aprobado para este producto y campaña fue de 1’58 Ptas. /Kg.

En esta misma fecha se habían vendido 4.350.332 litros de aguarrás, quedando en existencias 5.364.406 litros, a los que debemos sumar 58.972 por derrames en depósitos, lo que nos da un total de 9.773.710 litros de aguarrás para esta campaña.

El precio de liquidación aprobado para este producto fue de 4’68 Ptas. /litro, equivalente este a 5’40 Ptas. /kilo.

EXPORTACIONES REALIZADAS HASTA EL 31 DE MAYO DE 1947

A Inglaterra se exportaron 76.989 barricas de colofonia con 24.394.552 Kg.

A Italia se exportaron 21.669 barricas de colofonia con 6.999.907 kilos, más 3.872.969 kilos de aguarrás.

A Noruega se exportaron 1.248 barricas de colofonia con 400.000 kilos.

A Dinamarca se exportaron 127.134 kilos de aguarrás.

A Argentina se exportaron 2.317 barricas de colofonia con 749.626 kilos.

A Palestina se exportaron 393 barricas de colofonia con 119.818 kilos.

Y como creo que ya he sido bastante pesado, aquí lo dejamos.

Camporredondo, 4 de Septiembre de 2008

OPINIÓN PERSONAL

Después de haber conocido (muy someramente) el último de los métodos de resinación; (el sistema de arriba-abajo) me atrevo a dar mi modesta, pero razonada, opinión sobre él.

En una parte de nuestros escritos decíamos que Alfonso nos había comentado que “este sistema es el más productivo”.

Nos hemos desplazado hasta una zona del pinar (Los Torbisqueros) en la que se está empleando este sistema y lo que hemos observado es que está en su primer año de explotación, por lo que no nos sorprende que sea el más productivo. ¡Nos hemos ido a buscar el agua allí donde nace! ¿Qué ocurrirá a medida que nos vayamos alejando del manantial, si además hemos cortado la vena en su nacimiento? Mi modestísima opinión es que los años siguientes van a ser mucho menos productivos.

Si la campaña va a quedar reducida a un año, quizás pueda ser discutible: en cuatro o cinco años –que tardaremos en rodearlo de caras- le sacamos al pino lo que tiene y dejará de seguir produciendo. Después para madera pero… en pocos años nos quedaremos sin pinos resineros.

En la escuela nacional a la que yo acudí, hace ya algunos decenios, me enseñaron que la savia se elabora en las hojas y desde allí se distribuye a todo el árbol y sus raíces. Si esto sigue siendo válido, si cortamos la vena en su nacimiento la sangre no regará el resto del cuerpo. O sea que estoy de acuerdo en que el primer año (en cada cara) será muy productivo pero ahí se acabó la producción.

Después de esta modesta opinión, mi deseo es que yo esté total y rotundamente equivocado, y que nuestros pinares sigan produciendo resina durante muchos años para que no tengamos que acordarnos de haber querido correr demasiado y habernos quedado sin la gallina de los huevos de oro. Por este camino ya vamos.

¿Nos acordaremos de esta máxima?:

 “CONVERTID UN ÁRBOL EN UN LEÑO Y PODRÁ ARDER PARA VOSOTROS, PERO NO PRODUCIRÁ FLORES NI FRUTOS”. R. Tagore


Camporredondo, otoño de 2008

DESPEDIDA

Como despedida, quiero presentar este regalo que nos hace nuestra madre naturaleza. Un monumento a la lucha por la vida. Un ser vivo que nació en lugar poco propicio para poder desarrollarse y prosperar, pero al que la naturaleza dotó de un instinto especial para poder luchar y ganar la batalla para seguir viviendo.

Sólo pido respeto para este noble anciano


Este anciano nació allí donde quizás un pájaro, o el viento, dejó caer un diminuto piñoncillo, una pequeña semilla deseosa de vida. Y germinó en la cima de un, también, diminuto cotarro de arena. Tan pequeña era la cúspide de esta pequeña duna, que cuando el recién nacido quiso extender sus brazos para aferrarse a la vida, (para aferrarse a la tierra y poder crecer), sus dedos se quedaban al aire, y debemos entender que luchó por seguir vivo y que al final encontró el premio a su tesón. Decidió que se había equivocado al querer que sus raíces crecieran horizontalmente y con un giro de 90º las dirigió hacia la tierra y allí las fijó, y tras muchos veranos tórridos e inviernos glaciares, él consiguió lo que pretendía; que no era otra cosa que vivir.

No acabaron sus penurias cuando dirigió sus raíces hacia el centro de la tierra, pues según él luchaba por sobrevivir hincando sus raíces, la erosión, las lluvias y las fuertes ventiscas iban extendiendo la arena de la pequeña colina que le sustentaba y por tanto dejando al descubierto parte de su esfuerzo. Pero si los vendavales tenían la fuerza de la ola él tenía la constancia de la gota y al final no ganó la batalla, sino la guerra. Tuvo que sacrificar su raíz pivotante (principal en un crecimiento normal) y lo hizo en beneficio de las secundarias o rastreras que a su vez se convirtieron en varias pivotantes porque así convenía para su estabilidad.

Y así, durante muchos ¿...? muchísimos años nuestro venerable anciano luchó por mantenerse erguido y hoy campea sobre la casi desaparecida colina que le vio nacer, en el centro de un triángulo que podríamos formar entre los pueblos de Montemayor de Pililla, San Miguel del Arroyo y Camporredondo (término municipal de San Miguel del Arroyo).

¡Ojalá! que nada ni nadie sea capaz de privar a las generaciones venideras de este monumento al tesón y la constancia.

¡LARGA VIDA ABUELO!


Camporredondo, verano de 2007

TERMINANDO


Observad el entorno.
¿Quién tomará el relevo?




Al principio de estos escritos hice un comentario sobre la diferencia existente entre la constancia de la gota y la fuerza, el ímpetu arrollador de la ola. ¿Necesita el posible lector algún comentario después de contemplar esta foto? ¿Cuántas caras tiene este pino? Queda meridianamente claro que este pino no se va a morir ¡a este pino lo están matando! Algún avispado me dirá que antes también se resinaban pinos a muerte y es cierto, pero es que esto parece un ensañamiento ¿dónde vemos un repulgo por donde la raíz pueda seguir nutriéndose? Creo que esta foto es un fiel reflejo del ritmo de vida actual: “saca lo que puedas y el que venga detrás que arree”. ¿Y si esto lo hubieran hecho nuestros abuelos?

Además quiero y debo añadir: observemos la foto, y si alguien puede que por favor, me conteste; nuestros nietos ¿qué pinos resinarían si así lo desearan, o necesitaran? Si miramos detenidamente veremos que a este pinar le ocurrirá como a nuestros pueblos; se mueren los viejos y no nacen niños. ¿Dónde están los pimpollos? O sea, en el entorno próximo al pino desangrado, en muy pocos años tendremos otro pequeño o gran desierto. Pero lo que digo... “El que venga detrás que arree”.

¿Dónde está la diferencia en la forma de resinar un pino a muerte a mediados del siglo pasado (y antes), y el actual? Pues en que a aquel se le condenaba a muerte porque no dejaba crecer a los que le circundaban (sobraba mucha planta). ¿Qué ocurre ahora? Pues que este pino, que alguien cuidó durante muchos años, está lleno de resina y no estamos dispuestos a que el que venga detrás llegue a tiempo. ¡Hay que transformarlo en un coche de mayor cilindrada o en un chalé en la Costa Dorada! ¡Oiga! ¿Y nuestros nietos? ¡Ah sí, nuestros nietos! ¡Pues ya se arreglarán!

Quizás se apoyaron en estas fotos para editar alguno de esos diccionarios que aseguran que la vida del pino resinero, en producción, es de 20 o 25 años (algo que no es cierto) pero claro, quizás fueron muy generosos, porque si cogemos la motosierra, y nos lo proponemos, no dura ni cinco minutos. Y es que a éste no le ha faltado mucho; en vez de cinco minutos le han dado de vida cinco años ¡a qué esperar!

Aprovecho que esta fotografía me brinda una buena oportunidad para demostrar que hoy tenemos prisa y que no estamos dispuestos a esforzarnos demasiado. Con poco que nos esforcemos nos daremos cuenta que ya no raemos, que lo que importa es sacar lo que el pino tiene, en el menor tiempo posible y con el menor esfuerzo ¡si lo vieran mis resineros…! ¿Podemos despreciar la raedura? ¡Joder que ricos somos!

Abundando sobre lo que decíamos sobre la vida del pino resinero en producción, hoy me acaba de afirmar José (otro resinero) haber elaborado (naturalmente, no sólo él) doce caras sobre el mismo pino, pues una vez terminado el perímetro siguieron abriéndole caras por los repulgos. O sea, gota a gota, el pino resinero 12x7=84 años dando producción. Y a chorro, 5 años pero... ¿después? ¡Que contesten los sabios, que para eso lo son!

El resinero moderno

Cuando cerrábamos nuestro deambular por el pinar de la mano del resinero de la primera mitad del siglo XX, nos visitó nuestro veterano amigo Alfonso Cuéllar con una nueva información. En ella hacía mención a los distintos sistemas de remondar que hasta el momento han existido, y así pasamos a transcribirlo.

El primer sistema, empleado hasta el final de la década sexta o principio de la séptima del mencionado siglo, fue el “Hugues”, que como ya hemos visto se basaba en quitarle al pino, mediante la azuela, hasta 1’5 cm de su madera superficial, dentro de la cara.

Pero los tiempos cambian. Aquí Luciano nos indica cómo se aplicaba el ácido
 en su fase de experimentación
El siguiente sistema, llamado de “pica de corteza estimulada”, (que es el importado por D. Valeriano Sanz García) se basaba en quitarle la corteza al pino (la roña) y añadirle una mezcla de ácido sulfúrico, caolín y cloruro de calcio. Sistema con el que el trabajo se simplificaba, al tiempo que al pino ya no era necesario quitarle madera.

Con este nuevo sistema la azuela tradicional pasó a ser herramienta de museo. El nuevo sistema presentaba algunos problemas de manipulación, por los vapores que desprendía, y de carestía de las materias primas, especialmente del cloruro cálcico, por lo que se siguieron haciendo pruebas con otros productos.

La pasta realizada a partir de lignosulfonatos, conocida como “pasta negra,” también presentaba problemas de preparación y descomposición, por lo que se llegó a la pasta “zeta”. Los componentes de esta nueva pasta son: ácido sulfúrico, como estimulante, y escayola (sulfato cálcico hemihidratado) como soporte.

Y del ácido líquido pasamos a la pasta, otra facilidad añadida. Nuestro joven
 resinero se nos muestra aplicando la pasta en el sistema actual (año 2002)
Y hasta aquí llegamos con esta breve e interesante explicación, ignorando si a partir de la “pasta zeta” han surgido otras. De todas maneras, sea una pasta u otra, el sistema sigue siendo el mismo (objetivo de este escrito).

Como final, parece que existe el sistema de arriba abajo. Sobre él no podemos aportar ningún dato, dado que lo desconocemos.

Resumiendo: 1er sistema, el Hugues, pica quitando madera; 2º sistema, pica de corteza estimulada con ácido. Con este sistema se dejó de quitar madera al pino; 3er sistema, pica de corteza estimulada con pasta; 4º sistema, de arriba abajo con pasta. Este sistema es el mismo, sólo que se empezaba a la altura del 5º año de campañas anteriores. Según nos dice el propio Alfonso, este sistema es el más productivo de todos los experimentados.

En la carta a nuestro amigo el carrero (señor Paulino) decíamos; “hoy hemos progresado tanto que ya no se elabora la resina (o muy poco)”. Es sobre este poco sobre lo que intentaremos hablar, aunque sea muy de pasada, para poder profundizar sobre algo que comentamos anteriormente.

Haciendo uso de las pocas imágenes grabadas que poseemos de aquel tiempo y comparándolas con las más actuales podemos observar que hasta la indumentaria del resinero podríamos decir que es distinta.

En la zona de “Los Torbisqueros” encontramos al joven resinero en plena faena
Una diferencia importante que encontramos es la cara en el pino y, dentro de la cara, la entalladura y dentro de ésta la pica, y además la herramienta. En la cara observamos que, efectivamente, debemos dar la razón al DCT 1ª ed., que en su pág. 739 dice que la componían un máximo de cinco entalladuras. Pero si nos damos un pequeño paseo por el pinar, todavía veremos las caras, ya cerradas por los años transcurridos, que nos muestran que allí hubo unos señores resineros que con mucho esfuerzo llegaron a siete entalladuras y que nos pueden corroborar que lejos de ser el 5º año el último del que se podía extraer la resina, por su baja producción, resulta que el 5º produce más miera que el 4º y el 7º más que el 5º.

En cuanto a la entalladura y la pica: si comparamos ambas con el método Hugues veremos que son distintas. En la actual, el resinero va ascendiendo con la pica más elevada en su parte derecha, mientras que en el método tradicional la pica asciende en forma de arco. Esto se debe (según nos comentan) a que facilita la tarea dado el tipo de herramienta que se usa en cada sistema.

Una observación que queremos hacer es que; según hemos podido ver en nuestros “paseos” (y por las fotos) por el pinar no se respeta el repulgo (entrecara) como se hacía en otro tiempo, condición indispensable para prolongar la vida productiva del pino. Si esto es así, debemos pensar que el futuro nos preocupa más bien poco. O sea que el sistema de producción de resina actual es finito. Si el pino ha conseguido sobrevivir (cosa que dudo) cuando le rodeemos de caras no le queda otro destino que la motosierra pero, mirando la foto, detrás de este pino sólo queda el desierto ¿dónde están los pimpollos? ¿Dónde está el futuro?

Diccionario Del Castellano Tradicional: debo reconocer que tiene usted razón cuando en su página 739 le asigna un máximo de vida de 25 años al pino de resina, pero sepa que usted no debe llamarse tradicional porque, tradicionalmente hablando, el pinus pinaster productor de resina (si no le condenan a muerte) puede producir resina durante muchísimos años más. Yo no tengo autoridad para poder afirmarlo pero si me merecen toda credibilidad los resineros que me han hablado de pinos resinados durante más de 75 años. Pero entiendo que usted es joven y tiene prisa. Por eso nada más rápido que la motosierra. ¿Después? ¡Después ya veremos!

Abundando un poco sobre producción y año, debemos decir que el año de menor producción es el primero (el año frío). Además es algo que creemos es fácil de entender: La savia (resina) se elabora en las aciculares hojas del pino: la zarambuja, y desde ahí se distribuye a todo el pino y también a las raíces. Resulta que si interceptamos esta bajada, de savia elaborada, donde el diámetro del pino es menor, la miera necesariamente estará más concentrada, pero si además le sumamos que el recorrido es menor, la pérdida también será menor. En resumen; más resina produce el quinto año que el cuarto y más el séptimo que el quinto, y el que menos, el primero.

Estos pequeños detalles y otros que, modestamente, iremos corrigiendo no tienen otra finalidad que cuando dentro de algunos, o muchos, años alguno de nuestros nietos busque información sobre el tema, ésta se aproxime lo más posible a la realidad.

En el apartado correspondiente a remondar decíamos que el resinero sacaba la seroja; o sea que le quitaba madera al pino. Debemos decir que la profundidad máxima que en el sistema antiguo podía darse era 1’5 cm. Esto era lo permitido, el resinero lo sabía y por tanto nunca lo rebasaba.

Con su permiso, mi hija le hizo las fotos que ahora os presentamos.
Aquí respeta la madera…
En esta fotografía apreciamos que, con el nuevo sistema, el pino conserva toda su madera. El resinero con su, nueva, azuela no llega más que hasta el líber, que es por donde circula la savia. Además añade el ácido, al que aludimos al principio de este escrito, y con ello facilita el lloro para que la resina fluya con facilidad hacia la hojalata y el pote. O sea que sí, que la savia (miera) desciende por el líber y es allí (y no en el corazón, como dice el DCT en su página 740), donde hay más resina.
... y con éste se elimina madera


La pica: en las fotos adjuntas vemos que nuestros resineros consiguen el mismo fin con distintas formas de remondar; el moderno con una suave pasada de azuela más el ácido, consigue lo mismo que el resinero del sistema Hugues con varios (hasta diez) golpes de azuela para sacar la seroja.

Llegados a este punto no queremos dejar de hacer mención sobre la forma en que llegó este nuevo sistema de extraer la resina hasta esta, nuestra, zona al menos.

Según nos cuenta Antonino Esteban, hombre mayor y experto resinero en sus años jóvenes, el sistema actual lo importó, al parecer de Alemania, o quizás Francia (salvo error), un químico, de Montemayor de Pililla, llamado Valeriano Sanz García. Este químico trabajaba en La Unión Resinera. Así nos lo dice y así lo contamos.

Gracias a las fotos que consiguió mi hija Olga el día 28 de Agosto de 2002, podemos apreciar la diferencia entre la producción de unos pinos y otros.


Con el mismo esfuerzo del resinero, el pino de la izquierda llenaba un pote, mientras que el de la
derecha, del mismo porte y lugar, llenaba tres
Creo haber dicho en la primera parte de nuestros comentarios (y si no lo digo ahora), que mientras un pino llenaba un pote, otro llenaba dos o más y aquí tenemos la muestra, no sólo porque veamos varios potes al pie de un pino y uno solo al pie de otro, sino que, si queremos apreciarlo, vemos que de una hojalata cuelga una gota y de otra varias. ¿Por qué ocurre esto si los pinos están en el mismo entorno? Pues oiga ¿qué quiere que le diga? ¿Y por qué es usted más guapo y más inteligente que yo? ¡Pregúntele a la madre naturaleza!

Banqueto a medida del resinero (izq) y banquetos con soporte (der) construidos por la Madre Naturaleza

Otra de las diferencias apreciables gracias a las fotografías, es en los banquetos, que si bien guardan similitud, en el del resinero moderno no se aprecian escalones y en el antiguo sí. Con este trípode sería imposible remondar hasta el final de la cara, pero para eso existen los banquetos de varias alturas, como podemos ver en las fotografías adjuntas.

La siguiente pequeña corrección sobre lo que dice el DCT en su página 739, que nos permite la fotografía, es que cuando se rodea al pino con cuatro o cinco caras (como dice el diccionario) no se abandona su elaboración

Por la fotografía (inferior) podemos constatar que si al rodear el pino de caras (5 ó más) éste sigue fuerte y la primera ya ha cerrado lo suficiente, se le sigue abriendo cara nueva por la entrecara o repulgo que se dejó hace 25 ó los años que pudieran haber transcurrido desde que se abrió la primera cara. Respecto del número de caras que se podían abrir, o se abrían, dependía del diámetro del pino y de su vitalidad. Entonces; si tenemos en cuenta que en el siglo pasado nuestros pinares eran mucho más frondosos (entre otras causas porque estaban más cuidados) y si además le sumamos que había pinos mucho más longevos que ahora, lo lógico es que fueran mucho más corpulentos, con lo que nos permitían un mayor número de caras. Si además le sumamos que la cara la formaban siete entalladuras, pues el resultado es que un pino de los que había, por ejemplo, en El Puente de las Cabras de Camporredondo, muy bien podía tener más de 50 años de producción y puedo asegurar, porque los conocí, que gozaban de una salud envidiable. Pensemos: los pinos de que hablo los abrieron (según nos dice Antonino) sus abuelos a principios del siglo XX o quizás finalizando el XIX (comienzo de la explotación en la zona). Si estos mismos pinos, doy fe, en 1960 aún seguían en producción, nos daremos cuenta que la vida útil del pino resinero está muy por encima de lo que nos dice, erróneamente, algún diccionario poco riguroso.

Otra cosa es si nos referimos al pino resinero hoy. Pero esto sería falso, porque si nos esperamos un poco más quizás el pino resinero, y otros, al ritmo que vamos desaparezcan, pero eso no querría decir que nunca existieron. Resumiendo: el pino negral o resinero si se le respeta, tiene una vida productiva muy por encima de los máximos 25 años de producción que le asigna el DCT 1ª ed. en su página 739.

Como final a nuestra humilde explicación sólo añadir la foto de un grupo de cubas en el cargadero, esperando para ser distribuidas. Lamentando no poder compararlas con las de tiempos pretéritos, por lo que nos limitaremos a decir que aquellas eran de madera, si bien su capacidad era igual o similar a estas metálicas. Que aquellas se transportaban en carros de llanta de hierro tirado por animales y cargadas por un hombre sin más ayuda que dos palancas, y que estas llegará el “carrero” moderno, sentado en su tractor, que también dispondrá de aire acondicionado, y sin más que manejar una palanca la cuba será transportada hasta donde el resinero diga y que una vez llena moverá la misma palanca, para depositarla en el camión de gran tonelaje que la transportará hasta la industria transformadora sin haberla tocado con la mano.

Sólo me queda decir: ¡OJALÁ HAYA CIELO!

Cubas en el cargadero. Cuando yo era niño las cubas eran de madera
Algo que se me ha pasado, y que no quiero dejar de comentar, es que desde la llegada de los nuevos sistemas de resinación ya no se rae. O sea que la resina que queda adherida en la entalladura se pierde. ¿Falta de rentabilidad?