viernes, 26 de febrero de 2016

Un indino más

La diferencia entre el experto y este paleto admirador de la obra de Delibes, estriba en que el escritor que caza habla mi lenguaje y el experto está en otra órbita. Vean:

Indino. 2. adj. Vulg. Que no es digno. (Sic)

Esto es lo que dice el experto en la cátedra de Miguel Delibes. Lo ha extraído del DRAE en su segunda acepción y, como desconoce nuestro lenguaje, no es capaz de ver que se adaptaría un poco más la acepción primera que dice:

Indino, na. 1. adj. Coloq. Dicho de una persona, un muchacho generalmente: Traviesa o descarada.

Vamos al grano: Sí, si, ya sé que el diccionario se refiere a una persona y el cazador al conejo pequeño; pero verá usted como está un poco más cerca (es que los de campo somos así) ¿se podría decir del gazapo que, por no levantarse para que le maten, es indigno? ¡Hombre no sea usted así! El cazador lo que dice en el lenguaje que nosotros (los de campo) entendemos y usamos, es:

Indino.- Pícaro, astuto, tunante, cuco, pillo, vivo, zorro… y muchas más.

¿Usted cree que D. Miguel dice que el gazapo es indigno por no levantarse para que le larguen los perdigones? El cazador lo que dice que el gazapo es listísimo. Y además me atrevo a decir que Delibes lo que dice del gazapo es que es digno de ser lo que es. ¿Qué usted no cree que sea así? Pues encantado de la vida, usted señor experto sigue llamando indigno al gazapo que no quiere que le maten y yo le digo que era un indino el gazapo: “más listo que el hambre”. ¿Se acuerda el experto lo que es gazapear? ahora tiene la ocasión de aplicarlo.

RESPETEMOS EL LENGUAJE RURAL.

Lo que acabas de leer, amigo, lo publiqué en “La pizarra de Gaude” con fecha 12-4-2014. Y lo que dije entonces sigo manteniendo ahora. Si he querido volver a repetirlo es porque quiero hacer algunas preguntas por aquello que tú ya sabes: ¡me gusta saber! Además, sigue pareciéndome -ésta es mi opinión- intolerable que el “experto” en la narrativa de Miguel Delibes, a estas alturas, siga maltratando la obra de Delibes y mi lenguaje: el lenguaje rural.

Del gazapo, dice el “experto” que no es digno, ¿por qué? ¿Acaso no es digno de ser conejo, porque no quiere que le peguen una perdigonada? Entonces ¿qué hacemos con el dicho “eres más listo que un conejo”? si el conejo no es digno porque trata de que no le huela el culo a pólvora ¿qué diremos del experto en la narrativa de Miguel Delibes que en vez de investigar y ponernos en claro lo que Delibes escribe, nos remite al DRAE y se queda tan pancho? Yo de éste diría que “no es digno” (es indigno) de autoproclamarse experto en Delibes porque no es capaz de entender lo que el escritor escribe.

Voy con otra pregunta: ¿el “experto” cree que el experimentado cazador que escribe, puede decir de un gazapo que aguanta agalbado para no darse a ver, que no es digno? El “experto” creo que lo único que sabe del entorno rural es lo buena que le supo la tortilla que se jaló a la sombra de un pino que, cualquiera sabe si era pino, roble u olmo.

Verá usted: el conejo es listo por naturaleza. Pero el gazapo de “Aventuras, venturas y desventuras de un cazador a rabo” era… ¡más listo que un conejo! Era pillo, cuco, astuto… pero el cazador era más pillo que el gazapo y le hizo levantar el ala. No, no digo que le hizo volar, digo que le hizo ahuecar y darse a ver y eso le perdió. O sea, el conejo era digno de ser conejo y el cazador… ¿qué quiere usted que le diga? A las pruebas me remito.

Y sólo porque temo aburriros corto, pero hay tela para cortar.

Una vez más queda patente: el lenguaje rural y el de academia a veces coinciden, pero cuando no coinciden dejemos a cada uno en su lugar porque puede que los dos sean correctos. La academia dice, y dice, supongo, académicamente, bien:

endino, na
Del lat. Indignus 'indigno'.
1. adj. coloq.. Indigno, perverso.
Real Academia Española © Todos los derechos reservados
indino, na
1. adj. coloq. Dicho de una persona, un muchacho generalmente: Traviesa o descarada.
2. adj. vulg.  Que no es digno.
Real Academia Española © Todos los derechos reservados
¿Qué significado le damos nosotros -de los que dice el “experto” que nos falta cultura- a la palabra endino/indino, que las dos usamos? Pues decimos que es:

Pícaro, astuto, tunante, cuco, pillo, vivo, zorro, granujilla, que se las sabe todas… y muchas más. Pero eso sí: nunca indigno.

Y nuestro gazapo, el gazapo de Delibes, además, era “más listo que un conejo”.

Bien es cierto que hay otros que no son dignos… pero esos no son conejos.

Y ya sólo me queda mostraros el motivo por el que estoy -de nuevo- aquí con la palabra indino.

De sobra sabéis que he encontrado en Facebook nuevas perlas de las que ya hemos hablado y seguiremos hablando. Bueno, pues entre esas joyas está ésta con la que yo no estoy de acuerdo. La encontré, la comenté y os la presento:

Jorge Urdiales Yuste
19 de enero a las 19:10
 · 
El gazapo aguantó encamado en una cárcava y hube de detenerme y chistar tres veces para que el indino se arrancase.
Indino: Que no es digno.


Es posible, incluso es muy posible, que el “experto” y el paleto no tengamos el mismo concepto de la palabra. Pienso (¿quién soy yo para pensar?) que el experto toma al pie de la letra lo que el DRAE dice sobre indino, en cuyo caso tiene razón. Pero Delibes habla desde el campo, y en este ambiente decimos que aquél que no es digno es indigno. El indino es todo aquél que cumple la normativa que ya he comentado más arriba: cuco, pillo…etc.
Esto  que veis es un gazapo de liebre (lebrato). Para nosotros la
liebre jovencita también es gazapo.


¿Vosotros creéis que por camuflarse así de bien no es digno? Pues para Delibes y para la gente de campo este gazapo es un indino: es muy listo y para conseguir emplomarle hay que ser más listo que él. Así de simple.

Si con estos mimbres (referencias) monta un cesto (una charla), no quiero ni imaginar lo que acabará siendo el pobre gazapo.

Posiblemente no haya acertado con mi comentario, pero os puedo asegurar que el gazapo de la cárcava “Aventuras, venturas y desventuras de un cazador a rabo” dejó de ser digno cuando el cazador le emplomó.



Hasta los conejos, gazapos etc. son dignos en:

Camporredondo, 1 de febrero de 2016




sábado, 20 de febrero de 2016

Achuchado


...el uno, achuchado en los altos (Aventuras, venturas y desventuras...). Achuchado: que pasa dificultades.


Esto es lo que nos decía el señor Urdiales el día 4 de septiembre de 2013.

Yo no sé el señor Urdiales, pero debo decirles que yo, además de ser obstinado (cabezota quiero decir) tengo la cabeza muy grande; tanto, que en la mili –hace ya muchos años- la gorra más grande de mi compañía era la mía. Recuerdo -tengo muy buena memoria- que una vez me la quitaron y tuvieron que devolvérmela porque el que me la robó, para llenarla, tenía que meter medio cuerpo (tal es mi cabeza). Decía que soy cabezota, pero creo que el señor Urdiales no me va a la zaga. Lo digo porque la palabra achuchado, aunque un poco más ampliada, ya apareció en la Cátedra Miguel Delibes con el mismo significado que aquí le da el experto:

Decía el señor Urdiales en la Cátedra Miguel Delibes:

Achuchado
AVD p. 12
(...) el uno,
achuchado en los altos, trató de salvar la mano repullado (...)
achuchado, da.
1.
adj. coloq. Que padece dificultades, especialmente por motivo económico.

Como vemos, nos transmite lo mismo que dice el DRAE. ¡Pobre perdiz, obligada a volar (atosigada, achuchada) y, encima, sin dinero!

Como ya he dicho que soy testarudo y, como allí ya indiqué (y el señor Urdiales lo sabe) lo que Delibes quiere decir con la perdiz achuchada en los altos y parece que el experto insiste en su testarudez, yo vuelvo con mi cabezonería y repito lo mismo que dije en aquella ocasión.

Esto es lo que dije y sostengo:

¿Qué es lo que tiene que ver la perdiz que, achuchada, repulla para evitar a los cazadores, con aquél que padece dificultades económicas? Si el "experto" no entiende lo que el cazador dice, tiene un único camino: investigar allí donde haya un cazador; ¡es que no hay otra forma! Porque si lo que pretendemos es recurrir al DRAE, el diccionario no sabe si queremos saber lo que es tener problemas económicos, o si lo que queremos saber es que una perdiz achuchada (espantada, levantada) en los altos, repulló para esquivar, o evitar, la mano (fila) de cazadores. Verán:

ACHUCHADO.- El narrador (en este caso Delibes) se refiere a un pájaro (perdiz) a la que achuchada (obligada a levantar el vuelo, oxeada, espantada) en los altos, quiso evitar a los cazadores repullando (elevándose)”.

Pájaro achuchado. Ignoro si la cuenta bancaria de la perdiz está en números rojos.
Lo que sí es cierto es que alguien la ha obligado a levantar el vuelo: la ha achu-
chado. La fotografía está tomada de internet "Mirando el campo por el objetivo",
visita que aconsejo: el trabajo lo merece.
Y para qué voy a seguir martirizando al posible lector de “la Pizarra de Gaude" si creo que está todo dicho. El "experto" seguirá en sus trece, y cuando pasados muchos años el lector encuentre con que un paleto discrepaba de lo que un filólogo doctor cum laude escribía sobre la palabra achuchado, de la obra de Miguel Delibes, quizá vuelva a releer “Aventuras, venturas y desventuras de un cazador a rabo” y comprenderá que la perdiz, en su cuenta bancaria, no estaba en números rojos: ACHUCHADA DE DINERO. Sino que era obligada, animada, empujada, etc a levantar el vuelo.


Camporredondo, 5 de marzo de 2015


sábado, 13 de febrero de 2016

Collarón o collera.

La collera vista desde el Paseo de la Castellana

Jorge Urdiales Yuste
La Castilla rural de Delibes en imágenes actuales: collarón.



Así, con imágenes (mejor si son actuales), nos aclaramos mucho mejor. Si es que no hay como intitularnos “expertos” para conseguir que la diputación nos prepare charlas para impartir por esos pueblos de Dios. El “experto” las monta y ejecuta; la diputación, como usa dinero que no sale del pecunio de su presidente, paga -o eso creo- con dinero de todos, y “todos” felices y contentos.

El día 18 de enero de 2016 Jorge Urdiales Yuste sorprendió (a mí ya no me sorprende) a sus estupefactos escuchantes con esta bonita fotografía actual. Tiene que ser muy actual, porque en el tiempo en que Delibes hablaba de la Castilla rural lo que enseñó, el escritor, es que eso era la collera sobre la que descansa el yugo que, se supone, unce a la yunta que ahora ya no me atrevo a decir si se dirige a arar, trillar o sabe Dios hacia dónde las conduce el mozo, si es tan experto como el conferenciante. Posiblemente, al ser tan actuales, estén preparados para dar un paseo por la Gran Vía madrileña ¡vaya usted a saber!

De todas maneras, quizá me estoy pasando de listo y el “experto” se esté refiriendo al enorme collar que posiblemente lleve colgado del cuello el… ¿cómo se llamará, en la imagen actual, el gañán?

Bueno, yo, por si acaso el que lee esto recuerda cómo era, cómo se llamaba, y para qué servían los arreos que muestran la fotografía, quiero tranquilizarle y decirle que no se alarme, que el mundo no ha cambiado tanto, que la collera sigue llamándose collera, el yugo; yugo, y que los machos parecen preparados para arar, trillar o cualquiera de las tareas que realizábamos. Lo que pasa es que el “experto” no entiende a Delibes, e ignora lo que es el mundo rural. Pero que, de cualquier manera, le está viniendo muy bien para darse a conocer aunque sea a costa de trastocar la historia y “analfabetizar” –ruralmente hablando- a futuras generaciones. Por lo demás, ya lo hemos dicho en varias ocasiones: tanto a él, como al que le paga –y los que le apoyan- “les da igual a cuestas que al hombro”.

Afortunadamente esto ocurre en el tiempo en que aún quedamos algún que otro arrastralbarcas que nos tocó uncir a los animales… machos, caballos, burros (de los de cuatro patas)… etc. y también hemos llegado a tiempo de aporrear el teclado para que quede constancia de lo que tuvimos que hacer y los útiles de los que nos tuvimos que valer para ganarnos los garbanzos. Porque si esta cultura -ya desaparecida- hubiera dependido de expertos como el que nos ocupa y presidentes que pagan sin controlar (sin saber qué es lo que pagan) apañada habría quedado la historia rural.

Por si acaso sirve de algo -quizás para que se cuelguen alguna medalla que “de menos hizo Dios” se dice en mi pueblo-, repito: los apoyos que tienen estos libritos que han salido al mercado, y todo lo que rodea a ese mundillo, es fruto del más absolutamente analfabetismo ruralmente hablando. Porque en todo lo demás el analfabeto es éste que aporrea un chisme que escribe sobre una pantalla y hasta me corrige las faltas de ortografía. ¡Lo que hemos llegado a conocer! No, no lo decía por el ordenador, que dicen que así se llama el artefacto, lo digo porque si le dicen a mi abuelo que tendrían que venir de la gran ciudad para enseñarnos lo que es la collera y el collerón, nos habría corrido a gorrazos.

Y ya que hablo de abuelos, y por si acaso existe el cielo –que si existe está lleno de gente del agro,- como dicen que desde allí todo lo ven, dejadme que envíe un ruego a todos los que fueron delante y que quizá no se hayan dado cuenta de cómo está todo esto de cambiado. Ahí va:

Hola colegas,

¿Cómo estáis? Por aquí abajo las cosas están cambiando a marchas forzadas. Está cambiando todo a tal velocidad que aquello que vosotros conocíais hoy no lo conoce ni la madre que lo parió. Con deciros que vienen por los pueblos enseñándonos cómo eran y para qué servían los arados, las colleras, los bieldos… dicen que el arado viñero y el romano son el mismo arado, que con el gario separaban el grano de la paja, que la media fanega es el celemín… bueno, una muestra de lo que os digo es esta foto de hoy que, como podéis ver, nos dicen que la collera se llama collarón. No, no, collerón no, dice que se llama collarón como aquello que vosotros llamabais a los collares grandes... pues así.

Pero para no aburriros con mis cosas os invito a que os deis un garbeo por esto que llaman internet y allí encontraréis “La pizarra de Gaude”. En ella veréis una pequeña parte de los cambios que se han producido en el lenguaje que me enseñasteis y que yo trato de conservar pero que nada, no es posible. 

Veréis por qué digo que es imposible: a nosotros, cuando digo a nosotros quiero decir a vosotros y a mí, nos llaman paletos y dicen que como carecemos de cultura damos variaciones fonéticas a las palabras. Así dicen que nosotros (vosotros y yo) decimos marrotar en vez de malrotar, que cuando decimos que algo lo tenemos fuertemente agarrado deberíamos decir que lo tenemos machihembrado en vez de amachambrado como decimos vosotros y yo… bueno que lo que quieren decirnos es que el lenguaje rural es aquel lenguaje que se imparte en unos sitios que para vosotros y para mí no existieron: las universidades.

Así que nada, si tenéis una universidad por ahí a mano creo que os lo pasaríais de tres pares de cojones dándoos una vuelta para que veáis las burradas que desde ellas dicen los eruditos que hay. Lo cojonudo de lo que os digo es que por aquí les creen a pies juntillas y, encima, hasta cobran sus buenas pesetillas (hoy se llaman euros) por ello.

De vosotros y de mí, como no sabemos leer y escribir dicen que somos analfabetos. Ellos, que no saben lo que es un arado terciado y no distinguen el pino albar del negral y hasta llegan a decir que cuando tienen las arcas vacías (sin un céntimo) dicen que las tienen ahítas, pues tienen títulos tan extraordinarios como “doctor cum laude en ciencias de la información”… bueno un sinfín de títulos para ocultar que son mucho más analfabetos que nosotros porque nosotros lo sabemos y nos quedamos tan panchos, pero estos doctores creen que saben todo y –como vosotros decíais- no hay analfabeto más profundo que aquél que todo lo sabe, y éstos que os digo no distinguen una remolacha de una achicoria, ni el collerón de la retranca.

Bueno chicos, sabré el día que habéis visto “La pizarra de Gaude” porque oiré vuestras carcajadas desde aquí; entre binaderas, bieldos, garios, colleras, collerones, picos, arados… porque todo eso, como ya no se usa, lo tengo recogido para que no se pierda.

Y aquí sigo en este pueblo llamado:
Camporredondo, 9 de febrero de 2016




domingo, 7 de febrero de 2016

Hoy la palabra es: laja

Érase que se era…

Érase un escritor que encontró un corral empedrado con lajas y sin saber por qué, ni cómo, ni cuándo, se convirtieron en placas de hielo, escarchadas, sobre las que se iba formando un pequeño charco rojizo…

Pero mejor veamos como ocurrió todo.

En su obra “Las ratas” Miguel Delibes describe con todo detalle el entorno en el que se está llevando a cabo la matanza del cerdo. En su afán por aproximarnos, todo lo posible, a lo que era el corral en el que se estaba produciendo el evento, nos cuenta lo que a continuación podéis leer, que es el motivo de mi comentario:

“(…)el Antoliano y el Malvino le ayudaron a colgar el marrano boca abajo. Del hocico escurría un hilillo de sangre fluida que iba formando un pequeño charco rojizo sobre las lajas escarchadas del corral.

Esto es lo que Delibes escribió. A partir de aquí viene lo que su “experto” interpreta:

Laja nº 1

LAJA
LR p. 52

(…) un hilillo de sangre fluida que iba formando un pequeño charco rojizo sobre las lajas escarchadas del corral.

Laja: Láminas de hielo que se forman en charcos o sitios con agua (Investigación de campo)

Publicado en Diccionario del castellano rural en la narrativa de Miguel Delibes Página 151. Editado por Fundación Instituto castellano y leonés de la lengua.

Seguimos:

Laja nº 2

Laja
LR p. 97
Sentado en una
laja (...)
laja1.
(Del port. laja, y este del lat. hisp. lagena).
1.
f. lancha1.
lancha1.
(De or. inc.).
1.
f. Piedra más bien grande, naturalmente lisa, plana y de poco grueso.
LGNA p. 74, passim
Que me recuerdo que yo andaba rodando
lajas orilla la hoya, y escuchando los botes que daban hasta llegar al agua,
DVSC p. 117
Y ahí, orilla esa
laja (...)

Laja nº 3

Laja
LR p. 52
(...) un hilillo de sangre fluida que iba formando un pequeño charco rojizo sobre las
lajas escarchadas del corral.
laja1.
(Del port. laja, y este del lat. hisp. lagena).
1.
f. lancha1.
2.
f. Mar. Bajo de piedra, a manera de meseta llana.
Laja:
Láminas de hielo que se forman en charcos o sitios con agua. (Investigación de campo)
ET p. 61
 
(...) en seguida con las primeras
lajas.
Las lajas 2 y 3 se han publicado en el glosario de Cátedra Miguel Delibes.
Seguimos:
Laja nº4
Laja
LR p.52
(…) un hilillo de sangre fluida que iba formando un pequeño charco rojizo sobre las lajas escarchadas del corral.
Laja: Cualquier trozo de piedra (incluso trozos de hielo) irregular y suficientemente fina. (Investigación de campo)
Publicado en “Diccionario del Castellano rural en la narrativa de Miguel Delibes”, editado, esta vez, por ediciones Cinca página 77.
Terminamos con:
Laja nº 5
Jorge Urdiales Yuste
25 de enero a las 4:51
 · 
Sentado en una laja (Las ratas)
Laja: Piedra más bien grande, naturalmente lisa, plana y de poco grueso.

25 de enero de 2016 (extraído de internet).

Y ahora: ¡áteme usted esta mosca por el rabo!

Delibes, en “Las ratas”, nos habla de que el corral en el que se estaba celebrando –porque realmente se celebraba- la matanza estaba empedrado con lajas que, por las bajas temperaturas, estaban escarchadas y sobre ellas, con la sangre escurrida del hocico del cerdo, se iba formando un pequeño charco rojizo.

Como el éxito del escritor fue notable (para mí de matrícula), enseguida salieron hombres muy cultos -si serían cultos, que alguno era doctor cum laude en ciencias de la información- dispuestos a aprovechar los méritos del escritor y se especializaron en su narrativa, -en la narrativa de Miguel Delibes digo-. Fruto de su experiencia –experiencia de los “expertos” digo- es esta historia de la laja.

Como todo lo que sabía -el “experto”- de lajas y pueblos era de una vez que pasó por uno de ellos, que además había llovido y helado a continuación, la rueda de su coche, al pasar por un helado charco, rompió las placas de hielo. ¡Tate!, dijo el “experto”, ¡esto son las lajas de que habla Delibes! y ¡zas! así lo plasmó en la primera ocasión que tuvo: “Diccionario del castellano rural en la narrativa de Miguel Delibes”.

Esta es la historia, por orden de aparición, de la laja nº 1 según el experto:

“(…)el Antoliano y el Malvino le ayudaron a colgar el marrano boca abajo. Del hocico escurría un hilillo de sangre fluida que iba formando un pequeño charco rojizo sobre las lajas escarchadas del corral.

Esto es lo que Delibes escribió, y a partir de aquí viene lo que su “experto” interpreta en laja nº1:

LAJA
LR p. 52

(…) un hilillo de sangre fluida que iba formando un pequeño charco rojizo sobre las lajas escarchadas del corral.

Laja: Láminas de hielo que se forman en charcos o sitios con agua (Investigación de campo)

Como podemos apreciar las lajas escarchadas de Delibes –según el experto- se han convertido en láminas, también escarchadas, pero de hielo.

Vamos con la laja nº 2:

Laja
LR p. 97
Sentado en una
laja (...)
laja1.
(Del port. laja, y este del lat. hisp. lagena).
1.
f. lancha1.
lancha1.
(De or. inc.).
1.
f. Piedra más bien grande, naturalmente lisa, plana y de poco grueso.
LGNA p. 74, passim
Que me recuerdo que yo andaba rodando
lajas orilla la hoya, y escuchando los botes que daban hasta llegar al agua,
DVSC p. 117
Y ahí, orilla esa
laja (...)

Pasa el tiempo y el experto va encontrando que el escritor vuelve a hacer uso de la palabra laja. Pero esta vez sobre la laja se sienta un ser humano. ¡Coño! -digo yo que pensó el experto-, no puede ser hielo escarchado porque se constiparía, y un culo constipado tiene que ser terrible. Entonces el experto dijo: no puede ser. Pero tampoco se mojó, se limitó a recoger lo que dice el DRAE y eso fue la laja nº 2:

laja1. (Del port. laja, y este del lat. hisp. lagena).
1.
f. lancha1.
lancha1.
(De or. inc.).
1.
f. Piedra más bien grande, naturalmente lisa, plana y de poco grueso.

Así llegamos a la laja nº 3:

Laja
LR p. 52
(...) un hilillo de sangre fluida que iba formando un pequeño charco rojizo sobre las
lajas escarchadas del corral.
laja1.
(Del port. laja, y este del lat. hisp. lagena).
1.
f. lancha1.
2.
f. Mar. Bajo de piedra, a manera de meseta llana.
Laja:
Láminas de hielo que se forman en charcos o sitios con agua. (Investigación de campo)
ET p. 61
 
(...) en seguida con las primeras
lajas.
Esta laja es la misma primera por lo que sigue siendo de láminas de hielo que se forman en charcos…
Las lajas 2 y 3 fueron publicadas en Cátedra Miguel Delibes.
Seguid, que llegamos a la laja nº 4:
Laja
LR p.52
(…) un hilillo de sangre fluida que iba formando un pequeño charco rojizo sobre las lajas escarchadas del corral.
Laja: Cualquier trozo de piedra (incluso trozos de hielo) irregular y suficientemente fina. (Investigación de campo)
Debemos prestar atención, porque en esta laja parece que el experto ha descubierto que las lajas son de piedra y trata de colarme un gol por toda la escuadra, ¡admite que son de piedra! (incluso trozos de hielo).
Bueno pues, no señor, las lajas, al menos las de pueblo, siempre fueron de piedra: jamás de hielo.
Y vamos con la laja nº 5.
Jorge Urdiales Yuste
25 de enero a las 4:51
 · 
Sentado en una laja (Las ratas)
Laja: Piedra más bien grande, naturalmente lisa, plana y de poco grueso.

Por fin el día 25 de enero de 2016 el experto se ha liberado de la hipoteca que tenía con las lajas de hielo escarchadas del corral y se ha decidido por las lajas de piedra.

¡Uf! ¡Qué descanso, por fin nos hemos liberado de las dichosas lajas del corral que además de ser de hielo que se formaba en charcos o sitios con agua, estaban escarchadas! ¿Vaya peso que nos hemos quitado de encima eh, señor “experto”?
Pero verá usted autor de este, otro, desaguisado: Delibes, a lo largo de toda su obra, hizo bastante uso de la palabra laja (parece que teme por su desaparición) para referirse a la piedra irregular, no muy grande, pero sí plana, como las que usaban mucho los caleros de mi pueblo (desaparecidos) para hacer la cal. Jamás se refirió a la laja como lámina de hielo que se forma en charcos o sitios con agua. ¿Sabe usted por qué Delibes no cometió nunca ese error? Pues porque él pateó mucho campo, habló mucho con los paletos como yo, y los paletos, como yo, sabemos distinguir un cavón o una piedra del carbón de piedra ¿le suena?
Y ésta es la historia de la laja que se convirtió en hielo escarchado, pero que al final, después de mucho ir y venir por libritos y cátedras, terminó como empezó: siendo una piedra.
Ya sabéis que soy aficionadillo a Delibes, lo cual no quiere decir que sea experto, no, ¡pobre de mí! Pero os puedo asegurar que no he encontrado en ninguna parte donde Delibes nos hable de laja como placa de hielo. Pero en fin doctores cum laude en ciencias de la información, y cátedras, tiene el saber.

Y colorín colorado… este cuento NO se ha acabado.


Camporredondo, 30 de enero de 2016

lunes, 1 de febrero de 2016

Lo prometido es deuda...

…y no me gusta estar entrampado. Para muchos de vosotros seguramente la imagen permanece en vuestra retina, o en vuestra chinostra. Pero para aquél que por su juventud no lo sepa, los tratos en el ámbito rural, se sellaban con un apretón de manos. La palabra era la mejor garantía para sellarlos. Entonces dejadme que yo me comporte como uno de aquellos hombres con traje de pana, faja negra protegiendo sus riñones y boina calada hasta las cejas. Hace unos días adquirí un compromiso con vosotros: hablaríamos de los útiles de la era siguiendo un orden de aparición en la faena, y a eso vamos.

Como creo que debemos de comenzar por el principio: comencemos por el horcón. Bien. ¿Por qué el horcón? Pues porque con él se cargaban los haces al carro y, a veces, con él se hacinaban y deshacinaban los haces en la era. De manera que justificada está la inclusión del horcón entre los útiles de la era.

El horcón, éste de tres dientes
Con el horcón, en el rastrojo, se allegaban los haces al carro. Era como una horca de metal (lo veis en la foto). Los había de dos o tres dientes, y todos tenían el mango más largo que la horca.

Como no quiero dejar -si soy capaz- ni un solo resquicio diré: vendrán otros detrás de mí y dirán: ¡pero también se cargaban los carros con la horca! Esto es cierto. Pero yo quiero añadir… y con la mano, y también se acarreaba los haces en cargas (sobre el lomo de los animales) y añada usted todo lo que quiera pero, lo cierto es que el horcón era el instrumento que fue inventado para cargar los carros de mies (también de hornija) para transportarla hasta la era (o al horno en el caso de la hornija). Después use usted un azadón, si quiere, para ayudar a cargar, pero el apero para esta labor fue el HORCÓN.

Horcón.- útil de dos o tres dientes de acero y astil largo con el que se alcanzaban, en el acarreo, los haces al carro. Aquí otro añadiría… ¡y punto! ¿Vale?

Horcas: de dos y cinco dientes
Horca de dos dientes.- Ya tenemos los haces en la era, los distribuimos por la superficie del círculo de la parva y quitamos los atillos: desatamos los haces. ¡Ya está! Bueno, pues, a continuación tenemos que esponjar lo mejor posible el bálago para que penetre el sol, lo caliente y runda (cunda) la trilla.

Ahora, el que jamás ha pisado una era, ni nadie le ha dicho cómo se hacía -siempre que algún “experto” no le haya tomado el pelo- preguntará: ¿con qué apero se hacía esa labor? Pues mire usted: esa labor se hacía con la horca de dos dientes. Y salió el “experto” de turno y dijo: ¡pues yo lo he visto hacer con la horca de cuatro o más dientes! A éste le vamos a contestar: yo también he visto comer los garbanzos del cocido con un tenedor, pero la herramienta más adecuada para con los gabrieles es la cuchara. Y esto le pasa a la horca de dos dientes: el agricultor tuvo necesidad de dotarse de un apero que la facilitara la manera de tender la parva y… ¡zas! inventó la horca de dos dientes. Después vino otro “experto” que con aquella misma horca dirá que movía el estiércol. Bueno, pues encantado de la vida si él es feliz moviendo el estiércol, pero la utilidad de la horca de dos dientes queda demostrada al tender y dar la vuelta a la parva, mientras el bálago no está trillado: es la más eficaz y para eso se inventó.

Queda clara la utilidad de la horca de dos dientes, más allá de que alguno, también, se rasque la espalda con ella.

Horca de dos dientes.- útil de era que se usaba para tender y dar vuelta a la parva, siempre que el bálago no estuviera muy trillado.

Horcas de tres y cuatro dientes
Pero los machos -que no han parado de dar vueltas al disco de la parva arrastrando el trillo- han ido trillando el bálago y la horca de dos dientes no sirve porque no recoge las pajas: no nos vale. ¿Y ahora qué hago? Pues ¡hombre, coja usted la horca de tres, cuatro o más dientes y tendrá la solución! ¿Para qué la tenemos si no?

Cuando la parva estaba trillada, había que acamizarla (recogerla para formar el montón de pico o de forma de pez), con la camiza por supuesto. Pero la camiza (camizadera, caniza y todo lo que usted quiera) no puede elevar la trilla. Ahora… -dice el que nunca se ha visto en otra- ¿qué hago? Pues hombre, con la horca de tres, cuatro o más dientes elevarlo hasta hacer el montón con la altura suficiente para ocupar menos espacio en la era, y hacerlo bien para que, si llueve, el montón no se cale más allá de una pequeña capa superficial (no se hagan goteras se decía).

O sea: con la horca de tres, cuatro o más dientes volvemos la parva cuando con la de dos ya es inútil, formamos el motón de trilla y también acercamos la trilla para facilitar la tarea al gario, como más adelante veremos.

Éste es el rastrillo que fue muy útil en la era.
Los trillos siguen sin parar y ahora se nos presenta otro problema: queremos volver la parva, pero el bálago está tan trillado que se cuela entre los dientes de las horcas y no hacemos buena labor... ¡Pero hombre de Dios! ¿No tienes el rastrillo? ¡Pues úsalo hombre! Y el tío cogió el rastrillo, o la rastrilla, y dio vuelta a la parva como quien ve llover. Aunque la palabra llover no debe ni nombrarse en la parva.

Con el rastrillo también se recogían (metían) las orillas cuando la parva se extendía demasiado.



Trillo con sus dos tornadoras y estas con sus palas
Había una herramienta muy útil en la parva: era la tornadora (otros dirán tornadera, pero como yo creo que su nombre verdadero es tornadora (la que torna, la que vuelve la parva), por eso le llamo tornadora. Además porque así se llamaba en Camporredondo, mi pueblo.

Camiza. En otros sitios camizadera, acamizadera. caniza...
La tornadora, al poco rato de empezar la trilla, se enganchaba en la parte trasera del trillo y ya no se desmontaba hasta el final. La tornadora, por su forma, iba enganchando las pajas largas que había pegadas al suelo de la era y las sacaba a la superficie. Cuando el bálago iba estando más trillado, a la tornadora se le acoplaba la pala que al mismo tiempo que removía la parva abría surcos en ella permitiendo que el sol calentara más superficie.

Ya hemos trillado la parva y amontonado la trilla. Para llegar hasta aquí hemos usado el horcón, la horca de dos, tres, cuatro o más dientes, las tornadoras, el rastrillo o la rastrilla y la camiza. Además, claro está, del trillo.

El que quiera aprender a beldar aquí tiene la ocasión. Hermanos Busto beldando
los gabrieles para el cocido.
Ya hemos terminado de trillar. Tenemos unos hermosos montones y queremos limpiarlo para que el grano quede bien guardado en la panera, o bajo la baldosa en forma de papeles del banco de España. ¿Qué hacer? Pues en el tiempo en que no había aparecido la aventadora, beldadora o máquina de limpiar, coger el/los bieldos y, con ellos y la ayuda de Eolo, separar la paja del grano y las grancias (granzas).

Ya vamos llegando al capítulo de preguntas: ¿los señores “expertos” creen que es práctico aventar con el gario? ¿Sería aconsejable? Ya veréis como contemplando la foto os daréis cuenta de que resultaría poco práctico. Imagínese una gariada llena, sería cuasi imposible que el aire lo traspasara, se trata de que siempre haya trilla en el aire y en no mucha cantidad para darle tiempo a Eolo a separar la paja del grano: arrastrar aquélla y dejar éste. Lo mismo que nos están indicando los hermanos Busto: mis primos. No obstante ¿usted ha visto aventar, también con el gario? Seguro que sí. Y con la pala de regar si estaba a mano, y con la horca y hasta con los pies. Veréis cómo lo entendéis enseguida: limpiar la cosecha, que tanto nos había costado verla en el montón, era muy importante y no dependía de que quisiéramos limpiarlo, dependía de que el dueño y señor del aire despertara y abriera la ventana. Cuando esto ocurría, la familia se lanzaba sobre el montón con lo que tuviera más a mano: bieldo, horca, gario, pala… en fin, lo que tuviera a mano y sirviera para levantar la trilla al aire ¡no podía esperar!

Dos modelo de gario: pero garios los dos. Respecto del bieldo,son como la
cucharilla del café y el cucharón de la sopa.
Pero los tiempos han mejorado y llegó la aventadora, beldadora… en una palabra: la máquina de limpiar (separar el grano de la paja).

Acercamos la máquina al montón y se presenta otro problema: elevar trilla a la tolva de la aventadora. Otra pregunta ¿con qué lo hacemos? ¡Vaya pregunta más tonta!: con el gario ¿con qué va a ser?

Resulta que el encargado de abastecer de trilla la tolva de la aventadora, es la primera vez que lo hace y todo lo que sabe es que se hace con el gario.

Aprovechando que Carlos acribaba los garbanzos, pinchamos los dos bieldos para
que no haya duda de su diferencia con el gario.
Como no sabe lo que es, ni la forma que tiene el gario, echa mano del Facebook y allí ve (le dicen) lo que es; el “experto se lo ha dicho en una fotografía que ha incluido. Busca un… “gario” y todo ufano y orgulloso se lanza a colmar la tolva de la máquina. El hombre lucha a brazo partido por darle abasto pero que nada, no hay forma. En esto pasa por allí el“paleto”, le ve sudando por cada pelo una gota y le dice: siéntate a la sombra y espera un poco. El paleto se va para casa, y vuelve con otro artilugio al que otros le llaman… no sé cómo. Toma, le dice, verás como con esto te rundirá (cundirá) más con menos esfuerzo. ¿Qué te parece? ¡Oye, esto es cojonudo! ¿cómo se llama este artilugio? Hombre, ¡esto es el gario! Pero si a mí me había dicho un “experto” que el gario era esto que tengo en la mano. Y el paleto le contesta: es que yo he sido cocinero antes que fraile y ese “experto” no llega ni a pinche de cocina.

El tío comienza a suministrar trilla a la tolva y como runde (cunde) mucho, pronto el montón le va quedando un poco alejado. Como el viejo paleto aún no se había marchado, le pregunta el esforzado gariador: ¿qué hago ahora? Pues mira, ahora necesitas otra persona que te vaya acercando la trilla porque si no perderás mucho tiempo. ¡Ya! Le dice el sufrido gariador, ¿con qué me lo acerca? Bueno, ¿ves aquella pieza que tienes allí? es la horca de cuatro dientes y con ella se hace muy bien. Además, le añadió el paleto: ¿no te das cuenta que la paja se te amontona a la salida de la máquina? Pues mira, para eso necesitas otro gario que te lo vaya lanzando hacia el pajero porque si intentas hacerlo con el “gario” del “experto” te verás negro para retirarlo.

Y a partir de ese momento el inexperto agricultor fue aprendiendo que para saber hay que preguntar al que sabe. En este caso sobran títulos académicos: es cuestión de experiencia...

Todo trillado y limpio, llegó el momento de “arrear” con ello hacia la panera. Oye, pregunta el agricultor aficionado: ¿con qué aparato lleno los costales?¿con el celemín que dice Urdiales? El paleto que se ha quedado a ver cómo termina todo, dice: los costales se llenan con la media fanega. ¿Por qué no lo hago con la fanega que rundirá (cundirá) más? Pues verás porque no habría dios que lo aguantara, es una medida de referencia pero poco práctica, se manejaría muy mal. Con la media fanega llenas los costales y tendrás una referencia de lo que ha sido, en fanegas, la cosecha. Después tienes la cuartilla, el celemín, el medio celemín y el cuartillo de celemín, pero estas medidas son más para andar por casa: se usa mucho para medir pequeñas cantidades como, por ejemplo, las igualas que se tenían con el veterinario, el herrero, etc. También para medir gabrieles, alubias… en fin que estas medidas ya no debemos considerarlas de era.

Cosecha trillada, limpia, grano en la panera -o bajo la baldosa- y nos queda llenar el pajar para tener comida para los animales durante todo el año y, si sobra paja, la llevamos al pajero.

Bieldo y gario flanqueados por la garia de picos y de bolas
Entonces, uncimos los animales al carro, cogemos los garios que hemos visto más arriba y gariada a gariada lo retiramos de la era, que barreremos a continuación con las escobas que cuelgan del trillo en la fotografía que os presento. En esta misma fotografía quiero que veáis la diferencia que existe entre el bieldo (centro a la izquierda) y el gario en el centro del trillo. Yo creo que se nota cierta diferencia. ¿o no?


Creo que no debo olvidar estos útiles de era que nos venían muy bien, principalmente, para retirar el grano a la caída de la aventadora y también había quien la usaba para aventar el grano si se nos había ensuciado de tamo. En fin que eran piezas muy útiles en la era, o en la panera si había que amontonar o mover el grano: son las palas de madera (las de los extremos son catalanas y la del centro producto del más puro estilo castellano).

Las palas del grano se llamaba a las palas de madera.
En la fotografía de la entrada anterior; en la que nos dijeron que lo que la pequeña labradora manejaba era el gario, podíamos, también, admirar lo que para su autor son los celemines. Deliberadamente lo he dejado para el final para presentaros lo que son la media fanega, la cuartilla, el medio celemín y el cuartillo de celemín. Manifestando: todas piezas que he presentado son útiles de la era rural. Si hay otra era académica, o universitaria, yo la desconozco y no puedo opinar: “zapatero a tus zapatos”.




1/4 celemín = 2'3125 litros.

Cuartilla = 13'875 litros.




1/2 fanega = 27'75 litros.
1/2 celemín = 4'625 litros.
                                        
Liado entre horcas, garios, celemines etc. se me había pasado por alto otros dos útiles importantes de la era: la criba y el badil.

Antonio acribando garbanzos. Pero el resultado
es el mismo ya sea legumbre o cereal.
Siempre que he hablado de aventar o beldar, ya sea con la aventadora o con el bieldo, he procurado decir que en esta operación se separaba la paja del grano y las grancias (granzas). Razonemos esto: cuando se hace pasar el aire a través de la trilla, el viento no distingue lo uno de lo otro más que por su peso. Entonces el grano pesa y se queda a los pies, no se desplaza. Pero las grancias (granzas) que son trozos de espiga, nudos, pajotes pesados, también se quedan junto con el grano. Queda claro que en la primera operación sólo hemos separado la paja. ¿Qué hacer después? en el caso de que lo hayamos separado con el bieldo, pues coger la criba y acribar, y en el caso de la aventadora cambiar el juego de cribas -que el efecto es el mismo que con la criba de piel o alambre- y separar las grancias (granzas) del grano.
Badil que muchas tolvas y cribas llenó



















Con los agujeros de las cribas acorde con lo queremos acribar, el grano cae al muelo y las grancias al montón correspondiente.

Para cargar la criba tanto en la manual como en la máquina aventadora pues usamos el badil ¿hay herramienta más apropiada?

Una pequeña anotación: para que el acribado fuera uniforme, una vez la tolva llena, esta siempre debería mantenerse llena, por lo que, a veces, era interesante el concurso  de dos badiles.

Ahora, echemos una mano al “experto”: él dice -porque desconoce absolutamente el lío en el que se ha metido- que los bieldos son garios, que la media fanega y la cuartilla son los celemines etc. pero… ¿Por qué lo dice? Pues porque es lo que dice el DRAE, que parece que tampoco le ha picado el tamo en la era. Vedlo a continuación:

bieldo
Del dialect. Beldar 'aventar las mieses', y este del lat. Ventilāre 'agitar en el aire'.
1. m. Instrumento para aventar compuesto de un palo largo, de otro de unos 30 cm de longitud que lo atraviesa en uno de sus extremos, y de otros cuatro o más fijos en este en forma de dientes.
2. m. bielda (‖ bieldo de seis puntas).
Real Academia Española © Todos los derechos reservados
La acepción primera: correcta. La segunda: no tanto.
gario
De garfio.
1. m. Alb. Triple garfio para sacar de los pozos latas, cubos, etc.
2. m. Cantb., León, Pal., Seg. Y Vall. Instrumento para aventar.
3. m. Cantb. Horca de hierro.
Real Academia Española © Todos los derechos reservados
La acepción segunda, que es la que nos ocupa: absolutamente incorrecta.

Reflexionemos. Dice el DRAE: bieldo es un palo largo, otro de unos 30 cm que lo atraviesa y de otros 4 o más fijos en este en forma de dientes. Bien. Si nos fijamos en las fotos, que os ofrezco más arriba, veremos que todos los bieldos son de 6 dientes (puntas dice el diccionario). Pero después añade que el que tiene 6 puntas (dientes, decimos los paletos) se llama bielda. Bueno, para nosotros siempre fueron bieldos, tanto si eran de cuatro (para mí desconocido) o de 6 dientes. La bielda, como podemos apreciar en la foto, no tiene más picos (puntas dice el DRAE) pero sí es de más capacidad: sus dientes son más largos.

Sigamos: a continuación, el DRAE, nos dice que el gario es un instrumento para aventar. ¿En qué quedamos, se bielda, o avienta, con el bieldo o con el gario? ¿Es lo mismo bieldo que gario? Os aseguro que, para el que aporrea este teclado, no (sigo hablando desde el pueblo).
Estoy en condiciones de asegurar que en Palencia, Segovia y Valladolid, gario es el instrumento con el que se manejaba la trilla y la paja: pero no para aventar, ya hemos intentado razonarlo. En Cantabria y León lo desconozco (en mi pueblo –tal vez porque no habíamos pasado por la universidad- aventábamos con el bieldo y movíamos la trilla y la paja con el gario).
Bieldo.
Un tipo de gario





















Bieldo exagerado: bielda.


 Otro tipo de gario

Supongo que las fotografías serán suficientemente ilustrativas. Como podemos apreciar, hay un tipo de bieldo, la foto anterior nos dice que el bieldo excede de sus dimensiones normales y por eso se llama bielda y le siguen dos tipos de gario, pero garios los dos. ¿Se diferencian unos de otros? Yo creo que sí.

Para el “experto” que dice que en Castilla cambiamos a las cosas de nombre más que por su género por su tamaño, quiero decirle: si usted quiere aprender, aquí tiene otro ejemplo similar al olmo-olma, nogal-nogala, pez-peza, canalón-canalona,…y ahora bieldo-bielda.

Podremos constatar que se cumple lo que vengo diciendo: no hay cambio de género sino distinto tamaño que de alguna manera tenemos que diferenciarlo. ¡Vaya peza! Decía el que había pescado en el arroyo un pez fuera de lo corriente; entonces el/los acompañantes sabían que había pescado un pez enorme. ¡Coge la bielda! y ya sabías que el aparejo más adecuado no era el pequeño, sino el bieldo grande. Así nos manejábamos los de pueblo, y como estamos hablando en lenguaje rural; culto es aquél que lo conoce y el antónimo de culto es el que no lo ha visto en su vida.
Resumiendo:

Bieldo: útil de era para aventar (separar el grano y las grancias (granzas) de la paja.

Bielda: bieldo de dimensiones extraordinarias (dientes más largos que los del bieldo).

Gario.- útil de era para el manejo de la trilla o la paja (cada cosa en su momento).

Después de esta explicación que cada uno los use para lo que crea conveniente. Así y para esto lo llamábamos y lo usábamos en el mundo rural.

Ruego a todo aquel interesado que no esté de acuerdo con lo que acabo de exponer, que públicamente lo manifieste y, sólo de esa manera los útiles y palabras del mundo rural ocuparán en la historia el espacio que les corresponde, porque es el que tenían.

Gracias.
Camporredondo, 26 de enero de 2016