¡Paice que no viéndolo…!
Un pastor (ya fallecido) de mi
pueblo tenía esta expresión a flor de labios cada vez que escuchaba o
presenciaba un hecho fuera de la rutina más natural. Bien; pues eso es lo que
yo dije el día 8 de junio de 2016 cuando escuchando una emisora de radio
(sección agrícola) preguntaron a dos señores -se supone que rurales- (yo más
diría que viven a expensas del mundo rural) por la palabra friera. “¿Han oído la palabra rural friera, que hoy traemos
hasta esta sección del castellano rural?”. así, o algo aproximado, preguntó la locutora. Los dos –no,
ambos dos no, sino los dos, porque no podría ser ambos tres- respondieron con
la misma contundencia: ¡no la he oído nunca!
Fue en ese justo momento cuando
me acordé de aquel pastor de mi pueblo “¡paice (parece) que no viéndolo…! Ésa
fue mi expresión porque, a ver: ¿cómo es posible que un hombre -no joven-
relacionado con el mundo rural, no sepa lo que son las frieras? Sólo lo
entiendo desde el ánimo de darle más importancia al “experto” que, a
continuación, habló para lucirse explicándonos lo que no necesita más explicación que abrir
el “Diccionario de la Real Academia Española” y leer:
friera
De frío.
Y a continuación nos aclara el DRAE:
sabañón
De or. inc.
1. m. Hinchazón o ulceración de la piel, principalmente de las manos, los pies y las orejas, que es causada por frío excesi_vo y
produce ardor y picazón.
No se puede decir más
con menos palabras: friera-sabañón, sabañón-friera. Tanto monta, monta tanto.
A partir de aquí la
exclamación del pastor de mi pueblo (y mía): “¡paice que no viéndolo…!” Que
quiere decir: “no viéndolo no se puede creer”. A ver: ¿alguien puede creer que un hombre -no
joven- rural no ha oído, jamás, hablar de las frieras (sabañones) que
padecíamos? Por favor, emisora de comunicación: Dios me libre de darle un
consejo, pero hay palabras que sólo con mentarlas dicen, a gritos, donde son
conocidas y donde suenan a chino. Quiero decir que si buscamos la palabra friera, o sabañón, entre oficinistas, lo más lógico es que la desconozcan. Las frieras-sabañones se padecían en el campo
con mucha más agresividad que en ninguna parte ¿hace falta explicar por qué? Yo
creo que no. Y ¿dónde es menos probable que se padezcan? pues eso: en la
oficina que, digo yo, es donde los dos entrevistados no los habían sufrido, ni
siquiera oído su nombre ¿lógico no?
No voy a entrar en qué
son y qué es lo que produce los sabañones (doctores tiene la ciencia que responderán con sabiduría y autoridad), pero sí quiero explicaros alguna cosilla sobre los malditos
sabañones: las frieras, supongo que así llamadas porque son productos del frío. Ignoro por qué las llaman sabañones, pero como sabañones, generalmente, las
conocíamos en el mundo rural y es que eran nuestro martirio al llegar a la
cocina de casa y los pies entrar en reacción (calor), pues el resto del día
no picaban porque se mantenían como aletargados (congelados sería más exacto). Como decía, cuando llegabas a casa deseando que los pies, manos, orejas, nariz… entraran en
calor, venía el suplicio: dolor, picor, escozor y todos los …or que queráis
imaginar: ¡terrible! Reventaban los dedos, se pelaban las orejas, los pies y
las manos y como por ello no había peligro de muerte, los más mayores te
tomaban a cachondeo. Decían: ¡no llores hombre, que eso se cura con polvos de
mayo! Yo -nosotros- pedíamos a gritos los polvos de mayo pensando que se
vendían en la botica, hasta que pasados los años descubrimos que, efectivamente,
los “polvos de mayo” curaban los sabañones. O sea los productos del frío, y la
alimentación deficiente, llamados frieras, o sabañones, se curaban, sólo, con polvos de mayo,
junio, julio, agosto, septiembre… para volver a su cita con nuestros pies y
demás partes alejadas de la fuente de calor (bombeador sanguíneo), en el invierno.
Cuántas noches nos
pasábamos frotando con ajo nuestras frieras-sabañones y aún, después de muchos
decenios, sigo esperando un ligero alivio: nunca lo hubo.
Qué fácil lo ponen
aquellos que dicen: para evitar los
sabañones-frieras es imprescindible calcetines de lana y bota de cuero. Verán,
señores que padecen sabañones de oficina: yo llevaba dos calcetines de lana en
cada pie. Pero no calcetines de El Corte Inglés o similares, no, mis calcetines
los hilaba y tejía mi hermana con lana de las ovejas de casa y los hacía a
prueba de todo, excepto de los continuos grados bajo cero que deberían soportar
durante el todo el día las partes que por su alejamiento de la bomba de calor
(corazón) eran más sensibles: pies, manos, orejas, nariz… ¡terroríficos los
putos sabañones y las no menos putas frieras! (mal sonante todo, ya lo sé, pero
es que sólo al nombrarlos me solivianto).
Después vienen los
doctores, que jamás restregaron un ajo en ellos, a discutir si son sabañones, o son frieras. Los/as sabañones/frieras son productos del frío y pican, duelen o jod… fastidian por igual.
Es cierto que había quien decía que cuando salían en los talones eran
frieras, pero yo digo: picaban, escocían, dolían igual, entonces… si los
síntomas y las molestias eran las mismas ¿por qué unas frieras y otros
sabañones? Yo me inclino a pensar que en el origen de la palabra serían frieras
(productos del frío) pero después vendría algún intelectual que diría: esto
come más que un sabañón. Y aquí tenemos el resultado: dos maneras de nombrar a
esta jodienda que padecíamos los hombres y mujeres rurales. Y cómo aquí viene
como anillo al dedo, vamos a aplicar el refrán: “al perro flaco todo se le
vuelven pulgas”. Que viene a ser lo mismo que decir que las frieras y los
sabañones los padecíamos los hombres y mujeres del agro, siempre los más flacos de la sociedad: los de las oficinas hasta
desconocen su nombre.
Y aquí seguimos –ya
sin sabañones- oyendo, quizá hasta escuchando, hablar sobre frieras y sabañones
a gente que ni siquiera ha oído su nombre.
Camporredondo, 10 de
junio de 2016.
Creo que friera y sabañón no es tanto monta o monta tanto. En la zona vallisoletana de Tierra de Campos aunque son casi iguales, la friera es el sabañón que aún no ha supurado, es decir, se ha producido el hinchazón y el escozor pero sin llegar aún a supurar.
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