jueves, 6 de junio de 2013

El pastor recuerda

El invierno estaba siendo duro, las nevadas se sucedían, las salidas al campo con el rebaño eran difíciles, nieve, hielo… las tareas en el campo se hacían imposibles.

Ante la dura realidad que vivía, el pastor recordaba cuando siendo muy niño, no más de cuatro o cinco años, entre los mayores del pueblo que acudían a jugar la diaria partida de cartas en la cocina -cantina a ratos- en la que él se quitaba el frío sentado sobre el fogón del hogar, escuchó el relato que uno de los participantes, antes de iniciar la disputa por unos cacagüeses (cacahuetes) más la envuelta de vino y gaseosa, fue desgranando con nombres y apellidos.

¿Qué diréis, dijo, que ha hecho Guadalberto (nombre supuesto) hoy? Y ante la expectación despertada comenzó el relato: pues que ha ido Lázaro (no es el nombre real) a pedir trabajo porque lleva todo el mes sin poder trabajar y no tiene nada para dar de comer a sus hijos (en aquel tiempo, 8 ptas diarias y sin horario, sólo se cobraba el día que se trabajaba). Guadalberto le ha dicho: coge el azadón y vamos a cavar la pestaña del cauce de los “picos” (…).

Y a partir de aquí esto es lo que el pastor escribió, sin otra pretensión que dejar patente su tristeza por lo que, unos años antes escuchó. A pesar de los decenios transcurridos, las imágenes siguen presentes...

EL LARGO INVIERNO

Los niños lloraban
porque hambre tenían
la madre buscaba
despensa no había
 los niños lloraban
¡Qué hambre tenían!

En casa del “amo”
el padre acudía
a buscar trabajo…
como cada día
pero era invierno y
 trabajo no había.

Cavar las pestañas
el amo ofrecía
cavar las pestañas
es la alternativa.

El frío en los huesos
sin ropa que abriga
azadón al hombro
al campo partía.

La nieve y el hielo
cavar impedían,
a la casa del amo
el padre volvía.

Si no hay trabajo
soldada no había
¡era por mis hijos
que hambre tenían!

A pedir limosna
él se dirigía para los, sus, hijos
que hambre tenían.

¡Que Dios le remedie…!
¡Vuelva usté otro día!
el hambre no espera
malaya la vida.

Algunos mendrugos
al fin conseguía
que las almas buenas
aún le socorrían.

LA PRIMAVERA

Ya pasó el invierno
¡viva la alegría!
y floreció el campo
y los niños reían.

El sol con sus rayos
el hielo fundía
y se acabó el llanto
y hambre ya no había.

Niños de aquel tiempo
abuelos hoy día
miman a sus nietos
viva la alegría. 

El pastor

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