miércoles, 7 de diciembre de 2016

Grada

¿Qué se dice que es la veteranía? Pues como vosotros, "que sois más listos que los conejos", ya lo sabéis, no lo vamos a repetir. Sería tan absurdo como preguntarle al agricultor lo que es la grada.

El pasado día 30 de noviembre acudí al dial de la radio en busca del Dialecto agrario, y encontré una palabra muy normal y corriente en el mundo agrario: grada.

La emisora contactó con su “experto” y éste nos aclaró lo que es la grada agraria.

Nada que objetar, en parte, nada que decir a la explicación que el “experto” en la narrativa de Miguel Delibes nos regaló; al fin y al cabo es lo mismo que el escritor escribió en “Las perdices del domingo” página 161.

Una cosa sí que me llamó la atención: el presentador del programa preguntó a un agricultor si conocía la palabra grada -confieso que jamás se me habría ocurrido preguntar al locutor de radio si conoce la palabra micrófono-. Naturalmente –no faltaría más- la contestación era de Perogrullo.

Pero claro, uno, que abrió los ojos –entre terrones, gradas y ovejas- por primera vez hace ya algunos decenios, enseguida se dio cuenta de la juventud que traslucía entre los que trataban –correctamente- el tema desde su óptica de 2016, y pensé: ¡coño! ¿ya nadie se acuerda de mi rastra, rastra-grada de madera de tres palos y grada de hierro de dos o más cuerpos?

Delibes nos habla de la grada acoplada al tractor y sus expertos siguen por esa línea, pero yo digo: ¿nadie se acuerda de la grada acoplada al par de animales de tiro a través del balancín, del timón, o del estrinque, del barzón, la mediana, el yugo y la collera? Pues para eso estoy aquí con mi carga de ruralismo sobre mi jaula (chepa, espalda).


Para no dejarme nada en el tintero vamos a comenzar por la más humilde de la familia: la rastra de tablón. El que nuestro amigo José Criado (Pepe) nos encomendara su custodia, nos evita su descripción: es lo que se ve (la falta un diente en este extremo). Pero como ya parece que nadie -o pocos- se acuerdan de para qué servía, decimos: cuando no había otra, con ella se arrastraba o gradeaba -como usted quiera- (el DLE dice gradaba) la tierra después de arada a vertedera. Si se había arado con buen tempero, al final de la jornada se arrastraba lo arado y lo que, al orearse, hubieran sido terrones, por estar tiernos (húmedos) quedaban desmenuzados y la tierra perfectamente allanada. Buena labor hacía nuestra humilde rastra.

Otra labor -imprescindible labor- que hacía la rastra de tablón, era en la siembra a surco. En este tipo de siembra –generalmente con el arado romano- el cerro, panera o lomo quedaba rematado por un vértice demasiado agudo por lo que el desarrollo de la planta en su cima hubiera sido complicado: la raíz quedaba demasiado somera, casi descubierta, y la humedad enseguida se alejaba. ¿Qué hacer para evitarlo? Pues pasar nuestra humilde rastra y con ello el lomo quedaba truncado (achatado, rebajado), mejor para el desarrollo de la planta. Éstos son los dos usos más importantes de nuestra pequeña grada (tenía más).

Seguimos. A continuación –parece que progresamos- llegó esta otra rastra (algunos ya lo llamábamos grada) que a la hora de gradear (el Diccionario de la Lengua Española lo llama gradar) el terreno recién arado a vertedera, era mucho más efectiva: desmenuzaba y allanaba más y mejor la tierra (hacía más labor decíamos).

Este modelo de rastra es tomado de internet (http://www.laislatortuga.com) Se diferencia de la que yo usé en que aquélla era de tres brazos, con más dientes, pero su labor era la misma.

Dimos un salto más en la forma de labrar la tierra y llegó la rastra de hierro. A ésta se la llamó, definitivamente, grada (gradas porque se componía, generalmente, de más de un cuerpo). Ésta no sólo sustituyó –en parte- a las otras anteriores, sino que con ella se podía sembrar a voleo sin cachar el surco (otros dicen cachear). Con este sistema se ponía el surco (se alomaba la tierra) lo mismo que en la siembra a cerro. ¿Dónde estaba la diferencia? Pues en que en la siembra a cerro se esparcía el abono y la semilla a voleo, después se cachaba el cerro, la semilla caía en el surco, se pasaba la rastra y quedaba concluida la siembra. Pero en este último sistema no. Se alomaba el terreno (ponía surco), se esparcía el abono y la semilla a voleo, se pasaba las gradas, la semilla y el abono caían igual, en el surco, y la gradas borraban –allanaban éste- quedando la tierra completamente plana (sin surco), pero sembrada. La rastra que había en casa era exacta (tres cuerpos) a esta encontrada en (www.kayword-suggestions.com).

Hasta aquí llegamos con nuestras "entrañables" gradas, todas movidas por tracción animal. A partir de aquí, un gran número de gradas arrastradas por elementos mecánicos abastecen las necesidades del mundo agrario actual. Sobre ellas, a continuación os ofrecemos un pequeño ejemplo.

Un paso más y llegó la grada de la que habla Delibes en “Las perdices del domingo” y recogen sus jóvenes “expertos”. Cierto es que la de la fotografía está más avanzada –por el tiempo transcurrido-. Sería absurdo por mi parte que os explicara el funcionamiento de este último apero de labranza, cuando podéis descubrirlo con que pongáis los pantalones encima del sillín de la bicicleta, pedaleéis un poco, y salgáis del pueblo para que os empapéis de lo que es, y para qué sirve (hoy) la grada. Digo salgáis del pueblo, porque se supone que sois de ciudad y habéis ido a disfrutar de un hermoso día en la naturaleza. A los que tenéis la suerte de ser y vivir en el pueblo no tengo nada que deciros: sabéis más que yo.

Parece que nada tenga que ver la primitiva grada con la actual, pero su misión siempre fue la misma: remover la superficie e igualar la tierra. Discrepo un poco con lo que dicen Diccionario de la Lengua Española y expertos que lo copian: “con la grada se igualaba la tierra antes de sembrar” y yo digo que también se igualaba al sembrar (ver lo que decimos de la siembra sin cachar el surco)

Como mi sobrino Carlos nos ha enviado varias fotografías, os ofrezco dos vistas más en las que podéis apreciar más detalles.

El tío comenzó con la rastra, precursora de la grada –la humilde rastra de tablón- y el sobrino, por lo que podemos apreciar, ha avanzado un poquito en esto de la cultura del agro.

Pobres bípedos tras de las gradas y pobres cuadrúpedos -desde el asno hasta el buey- que tenían que tirar y arrastrar las gradas… eran otros tiempos.

Ya sólo me resta decir que ésta es la grada de discos; las otras, las humildes, de madera o de hierro, son las gradas de dientes.


Si os ha sabido a poco no tenéis más que decirlo, os espero en…

Camporredondo, 5 de diciembre de 2016.





2 comentarios:

  1. Como siempre, Gaude, dejas todo perfectamente claro. Muchas gracias y recibe un fuerte abrazo.

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    1. Yo creo, Luciano, que lo que dejo perfectamente claro es que tengo algunos años de experiencia.Que hace algunos decenios usé las humildes gradas que los jóvenes desconocen. Para los que vivimos y usamos aquellas gradas nos parece broma que puedan conocerse con el mismo nombre.

      Gracias por asomarte a "La pizarra de Gaude" Un abrazo de pueblo.

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