miércoles, 24 de junio de 2015

El balde

No quiero pasar ni un minuto más sin felicitar al autor de los “diccionarios” en la narrativa de Miguel Delibes. No, no me interprete usted erróneamente, si yo le felicito no es por los “diccionarios” publicados, sino por su osadía. Porque no me diga usted que no hay que tener valor para -desconociendo todo aquello de lo que quiere ilustrarnos- lanzarse al agua y… ¡”al que Dios se la dé, San Pedro se la bendiga”!

Y vamos con la palabra de hoy, que quizá es el momento menos oportuno, pero es posible que esta sea la gota que rebosó del vaso.

Balde
LP p. 33
Valladolid había entonces pensado en su infancia cuando incendiaba barquitos de papel en un balde.
balde1.
(De or. inc.).
2.
m. Recipiente de forma y tamaño parecidos a los del cubo.
Balde:
Recipiente más ancho que el cubo o la herrada. (Investigación de campo)
D1C p. 37
Nos dejaron solos a Melecio y a mí con el padre de Sisinio, que se bañaba los pies en un
balde.

Así figura en el primer diccionario editado por Fundación Instituto castellano y leonés de la lengua y en el glosario de Cátedra Miguel Delibes.


Seguimos.

Balde
LP p. 33
Balde 1 (de or. inc.).
2. m. Recipiente de forma y tamaño parecidos a  los del cubo.
Balde: Recipiente  más ancho que el cubo o la herrada. Antiguamente era de cinc. Hoy se hace de plástico. Tiene dos asas a ambos lados. Antiguamente las asas sobresalían. Hoy son menos pronunciadas y se encuentran debajo del borde superior del balde. El balde se emplea, fundamentalmente, para llevar agua. Antiguamente también para llevar la ropa al río. (cuando se lavaba en el río). Si el balde era grande, servía para lavar a los niños pequeños. (Investigación de campo).

Así aparece (en negrita la mejora incluida) en el diccionario editado por ediciones Cinca.

Vamos allá. Aplicando un dicho muy rural -y también de antiguamente- yo le diría al autor de los diccionarios: “es usted más listo que los ratones colorados”. Voy a justificar lo que digo: en el primer diccionario (que es el mismo que el segundo) el autor hace uso de la segunda acepción del DRAE y añade su “investigación de campo” -que ya me gustaría saber el campo de acción- “recipiente más ancho que el cubo o la herrada”.

Claro, esa definición había que mejorarla porque ya me dirá usted si con eso soy capaz de hacerme una idea de cómo era el recipiente en el que el infante (por aquello de su infancia) incendiaba barquitos de papel.

El autor sí que llegó a una conclusión después de su “investigación de campo”: el recipiente era más ancho que el cubo o la herrada.

Para justificar la mejora en el segundo-primer diccionario, vuelve a echar mano del DRAE, pero en vez de tomarlo en su totalidad toma aquello que cree le sirve sin ser visto y dice: “el balde se emplea, fundamentalmente, para llevar agua”. Si el señor Urdiales hubiera visto un balde de los que había en el tiempo en que Delibes nos habla en algunas de sus obras, o hubiera intentado llevar agua en él, se habría dado cuenta que el balde sirve para muchas cosas pero, fundamentalmente, para lo que menos servía era para llevar (transportar) agua. Sí ya sé que el DRAE en su acepción primera dice.

balde1
(De or. inc.).
1. m. En las embarcaciones especialmente, cubo que se emplea para sacar y transportar agua.
2. m. Recipiente de forma y tamaño parecidos a los del cubo.

Pero mire usted: la acepción 1 del DRAE sitúa el balde a bordo de una embarcación. Yo, que jamás he subido a embarcación alguna, no puedo decir el uso que de él hacen los marineros, ni siquiera como era, o es, aquel balde. Pero como yo lo que quiero es transmitir como era el balde del que nos habla Delibes es a eso a lo que debo ceñirme para no equivocar al personal.

Dos baldes. Son los que hemos podido salvar. Los más grandes ocupaban mucho
y desaparecieron. ¡qué pena! Aunque no las veáis, sobre el césped están las ovejas.
Y para eso aquí les presento el balde del que habla Delibes. Por su forma verán que “sacar agua” sería harto difícil, pero transportarlo -entre dos personas- lleno de agua os puedo asegurar que es, casi, imposible. Al ser de poca profundidad y más ancho por arriba que por abajo, cuando el agua empieza a zangolotear desestabiliza totalmente el balde y hay que parar o te calas los pies. Lo que digo no es fruto de la investigación de campo, es fruto de la experiencia, señor Urdiales.

En cuanto a usarlo para bañar a los niños, verá usted: en el balde se bañaban los niños y los no tan niños ¿sabe usted que en los pueblos -no hace tantos años- no había baño? Pues el balde de zinc de otro tiempo (el de Delibes) era la bañera (no tenía jacuzzi, eso sí es cierto).

Resumiendo: pues no tengo nada que resumir, eche usted un vistazo al balde de la fotografía y piense que los había bastante más grandes, de zinc, más anchos por arriba que por abajo y sí, servían para bañar a chicos y grandes y para lavar pequeñas cantidades de ropa. Y tiene usted razón, señor Urdiales, hoy son distintos; pero yo escucho o leo o, mejor, escucho y leo a D. Miguel Delibes Setién ¡Por cierto! ¿no intentamos interpretar la narrativa de Miguel Delibes?

Como final. No sólo es cierto que el balde se usaba para llevar y traer la ropa para lavar en el lavadero, el río donde le hubiera, o el arroyo. Es que entre las muchas aplicaciones que el balde tenía, la principal era transportar la ropa. Cuando le he comentado a mi hermana Consolación: hay quien dice que el balde se empleaba para llevar agua, su reacción ha sido: ¡bah! ¿Quién dice eso? Ése es el balde de plástico de ahora, que se llama así, pero se parecen poco. Dile al que lo dice que para sacar y transportar agua se usaban las herradas, que también eran de zinc, pero que no son lo mismo.

Camporredondo 20 de mayo de 2015


PD. Después de cerrar el escrito he tratado de averiguar el por qué el DRAE nos da la primera acepción y veo que, con toda razón, dice lo que dice. Aquí os presento lo averiguado:

 Balde: Especie de cubo, o vasija de cuero, que se usa comúnmente en las embarcaciones, y sirve para coger, o sacar el agua.

O sea que no es el mismo balde en tierra que en el mar. ¡Cuestión de investigar señor Urdiales...!



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