viernes, 12 de abril de 2013

El amor de la madre

"Lo difícil es: hacer lo fácil bien"

El pastor está orgulloso por el fruto recogido con el esfuerzo que, día a día, dedica a su profesión. Cada mañana cuelga de su hombro la alforja con la merienda para la jornada y sobre ella coloca la manta que, por su estatura, casi arrastra por el suelo.

Es éste uno de los años más rentables en la explotación ganadera: el tiempo ha sido favorable, el pasto es suficiente y el precio del lechazo y la leche hacen que el pastor renueve cada día su entusiasmo ante el resultado obtenido por el trabajo bien hecho.

Conseguir una producción casi continuada, en el rebaño, no es tarea fácil, sin embargo este año se está consiguiendo.

No pasa mucho tiempo entre que la oveja dejó de dar leche y el nacimiento del siguiente lechazo. Quizás pudiéramos afirmar que el rebaño ha entrado en explotación intensiva. En todo caso, es el fruto del esfuerzo y la ilusión que el joven pastor dedica a la tarea que tiene encomendada. El “hombre” se da cuenta, e igual que otro profesional, de cualquier rama de la producción, siente el orgullo del éxito.

Hoy, un día de tantos, el pastor salió de casa seguido por el rebaño, y ayudado por sus fieles canes sube por el camino del Cañuelo, hacia las laderas de El Bon, convencido de que allí encontrará pasto suficiente con el que llenar la andorga de sus ovejas. A la angostura, se le suma la dificultad que supone el agua que por el camino corre desde la base de la ladera como consecuencia del otoño e invierno lluviosos, por lo que los perros tienen que emplearse a fondo para mantener al rebaño lejos de las viñas y cereales que, provocadores, se presentan a la vista de las ovejas.

Al llegar a la ladera comienza el careo y el pastor observa que no se ha equivocado, que la mañana será provechosa. Cercano el mediodía, con su rebaño ahíto, el pastor se da cuenta de que alguna oveja está de parto, por lo que decide que aquel terreno, por lo accidentado, no es el más adecuado para la ampliación del hatajo, y cargar con las nuevas ovejas dificultaría el control del rebaño en su salida por el camino.

Saciado el apetito de los animales, la salida no reviste mayor dificultad. El guarda encargado de vigilar posibles daños en los sembrados ha seguido los movimientos del rebaño por lo que al final del camino felicita al pastor.

Al llegar al pago de El Colorado, dos nuevos seres, inestables, luchan por mantenerse en pie para mamar y seguir a su madre.

Sin ninguna prisa, el rebaño sigue pastando en dirección a la cañada de Carramambres.

Con dificultad –aquí caigo, aquí levanto- las nuevas ovejitas también siguen la misma dirección.

Contra la tarde, el hatajo llega al Tieso de la Legua. Los perros, descansados (el día ha sido tranquilo), rastrean de un lado para otro. Las perdices en su ir y venir van dejando estelas que a los perros no les pasa desapercibidas y no paran hasta hacer volar a la patirroja. Justo al borde del camino que une Carramambres con el Hoyo Simón ha crecido una zarzaperruna (atrancaculos) frondosa y en su base una gran cantidad de yerbajo. Al llegar a su altura, el Belmonte, como impulsado por un resorte, se mete debajo sin temor a los pinchos del escaramujo. El pastor sabía que algún bicho había atraído la atención del can... pero cual no sería su sorpresa cuando el perro salió con la liebre entre las mandíbulas, liebre que, con arroz, alubias o patatas, daría buen juego en la cocina.

Ya es la hora de encerrar el ganado para su ordeño, cuando a otro mamón se le ocurre salir a ver lo que pasa por el mundo. Con el tiempo justo para el parto y la primera limpieza que la madre le hace al hijo, el pastor coge a la cría por las patas delanteras y enfila la cañada de Carramambres camino del corral.



La madre no se despega, lamiendo y limpiando continuamente al hijo.

Todo ocurrió unos metros antes de llegar a los bebederos; el Belmonte, perro fuerte y temido por el rebaño, quiso saber como olía el recién nacido y sin más se acercó al caloyo. La madre no pensó que aquel perro era la misma fiera de la que hubiera huido momentos antes sólo con que el perro la hubiera mirado. A la madre, el can podría matarla, pero a su hijo no habría nadie en el mundo capaz de hacerle daño.

Con la boca semidesdentada, abierta, se lanzó a muerte contra la fiera. La oveja acometía pero la lucha era desigual. Fue un momento; el perro hizo presa en la parte alta de la cabeza de la oveja que seguía atacando y haciendo retroceder a aquella fiera que quería hacerle daño a su hijo. El pastor consiguió alejar al perro, y la madre, con la piel de su cabeza que le colgaba sobre los ojos, volvió junto a su hijo sin dejar de observar en la dirección por la que su enemigo desapareció.

A esto le llamamos instinto, entonces… ¿Qué es el amor?

El pastor consiguió que aquella herida cicatrizara y la recién nacida llegó a ser una hermosa oveja de las que, entonces, daba un cuartillo de leche por ordeño.

Después de muchos años, el pastor sigue emocionándose al relatar aquella lección amor... ¿Por qué será? Son hechos que quedan grabados en la mente para no borrarse jamás.

Camporredondo Octubre de 2007

4 comentarios:

  1. Otra preciosa historia, bien contada. Va siendo hora, Pastor amigo, que vayas recopilando todo: textos e ilustraciones que tienes, para dar y tomar, y ver si te lo publica la Diputación u otra Institución similar, sería de lo mejor que han publicado en mucho tiempo. Te lo aseguro.
    Un abrazo

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    1. Sólo ambiciono que unos conozcan y otros no olviden. Que todos tengan un recuerdo para el resinero que era multado por trabajar todos los días para llevar el sustento a su familia. Para el niño que no podía con su alforja y tenía que ganarse los gabrieles para él y los demás. Para el carrero, que le faltaba casi todo, pero se le podía confiar el dinero para otros sin que jamás se despistara un solo céntimo. O el padre de familia que por no poder cavar la pestaña, nevada y helada, tenía que ir de puerta en puerta pidiendo limosna para dar un trozo de pan a sus hijos… en fin, eso es lo que pretendo. Lo demás me trae sin cuidado. Diputaciones… instituciones ¡qué más da! Desde allí se mira por los ventanales y yo prefiero seguir mirando por la gatera: hay más amor y menos ratas.
      Gracias Ángel

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  2. Pues fíjate, me alegro de que piense así. He llegado también a la conclusión, y ya lo sabes, que es preferible muchas veces mirar por las gateras. Efectivamente, hay más amor y menos ratas. Un abrazo y a seguir escribiendo.

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    1. Verás Ángel: yo no escribo, me limito a cerrar los ojos y ver la película que rodamos hace muchos años; después los abro y, con más o menos acierto -siempre con el corazón- cuento lo que he visto. ¡Quién supiera escribir!

      Gracias por tus ánimos.

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