sábado, 10 de agosto de 2013

La liebre y la Chica.

El pastor, liberado del peso de la alforja, la manta y la cayada, miraba hacia donde sus nietos jugaban y, observando falta de alegría en sus juegos, preguntó: ¿qué os pasa, Felipe? El niño respondió: es que me aburro.
El abuelo cerró los ojos y repasó: tobogán helicoidal, columpios, anillas, cama elástica, pozo sin peligro para disfrutar de toda el agua que quieran, arena lavada de río, estanque con peces, balancines… todo el parque a su disposición… y se aburren. Y el pastor tuvo un sueño. Vean lo que soñó.


Un día de primavera, como tantos otros, en que por uno u otro motivo no había escuela… ya se sabe, si no hay escuela, y además es primavera, el grupo lo forman el hatajo, los canes ayudantes, el rabadán y el zagalejo.

Con la ilusión puesta en que el herradón rebosará al final de la jornada, los pastores conducen el rebaño por la cañada de Carramambres que lleva directo al Monte Arenas.

A la salida del pueblo la abubilla pone su nota musical a la mañana; tú-tú-tú, y el zagal la anima: ¡Abubilla! ¿Quién te ha comido la olla? Y el pájaro siguiendo con su canción... tú-tú-tú... ¿lo ves? dice el zagal, ¡me contesta! Y sigue; abubilla quién te ha... Así hasta que ni la pregunta la oye el destinatario, ni el que pregunta la posible respuesta.

La ligera brisa que sopla del sur-oeste produce pequeñas ondulaciones sobre el mar verde de cereal en el campo castellano de Camporredondo.

Al llegar a la altura de las bodegas, las collalbas balanceando su pequeño cuerpecillo al tiempo que emiten su alarma... chit-chit-chit, denuncian que su territorio ha sido invadido por seres extraños que amenazan con destruir los hogares que ellas han construido entre los majanos y en los huecos de las paredes de piedra de la entrada a las bodegas. 

En las laderas canta el solitario macho de perdiz mientras la hembra incuba los huevos entre los herbazales de los vallados.

El grupo sigue su marcha después de que el ganado abreve en los bebederos de piedra que para ello se construyeron, mediada la cuesta.

Los pastores van repasando la discordia existente entre el pastor y el amo de las ovejas que por la noche, en la tertulia de la cocina-bar, les ha contado el tío Piluque...

El amo: ¿Vino, vinó?,
El pastor: ¡Vendría!
A: ¿Que si vino el lobo?
P: ¡Que vendría!
A: ¿Y se llevó alguna oveja?
P: ¡Se la llevaría!
A: ¿Cómo era, blanca o negra?
P: ¡Blanca o negra sería, porque colorada no la había!
A: ¡Me parece que te estás volviendo mu contestón!
P: ¡Y usté mu preguntón!
A: ¡El domingo te doy la cuenta!
P: ¡El sábado me marcho yo!

Así llegaron hasta el pinar donde les esperaba su amigo que, después de recoger el “saludo” (amor con amor se paga) les dejó vía libre para que el rebaño devolviera, con el pasto, la materia prima al herradón, y quedar, así, todos satisfechos.

El día es espléndido, el pasto abundante, ¿qué más se puede pedir? El pastor y el zagal recogen piedras con agujero –de las que abundan en el riscal- y con ellas van construyendo un tren con tantos vagones como sus fuerzas les permitan arrastrar. Tren que hasta tiene chimenea por donde evacuar los humos que produce el combustible con el que alimentan la caldera de la supuesta máquina.

Sobre la parte interior del tieso de La Legua las ovejas pastan a sus anchas, el pasto abunda en las, recientemente, abandonadas canteras. Los pastores, cuando llegan a la estación, paran su tren y contemplan satisfechos el espectáculo que para ellos representa que sus ovejas tengan comida hasta dejarla de sobra. La Chica, la perra, dormita a la sombra de la encina. En esto, una oveja parece asustarse, es el momento en que la rabona salta de su cama.

Por estar las ovejas en la parte interior del perdedero natural de la liebre, ésta opta por dirigirse en dirección al labrantío. El leporino no tiene gran recorrido si no quiere salir a campo abierto donde se pondría a descubierto, con el peligro que supondría ser avistada desde lejos, por lo que opta por amonarse en el primer desmonte, de cantera abandonada, que encuentra en su carrera.

Sin más pretensiones de que la perra haga un poco de ejercicio, los pastores la ponen sobre el rastro del lagomorfo. Cuál no sería su sorpresa cuando ven que la Chica baja por el mismo desnivel, en la cantera, por el que desapareció la liebre y que tarda en volver a aparecer. Enseguida corrieron en aquella dirección, pero antes de que llegaran, la Chica, la hija de la Sevilla, les sorprendió con un hermoso ejemplar de liebre que había cazado.

La alegría de los dos imberbes pastores fue indescriptible, el día salió redondo; ovejas satisfechas, herradón a rebosar y arroz con liebre para toda la familia al día siguiente. ¡Qué alegría!

Al abrir los ojos el abuelo pensó: los niños se aburren, pero entonces…aquellos pastores ¿no eran niños? Quizás por eso aquel día fueron muy felices.

Camporredondo Mayo de 2010

Palabras en desuso usadas en este escrito

Lagomorfo.- Mamífero semejante a los roedores.
Leporino.- Perteneciente o relativo a la liebre.
Perdedero.- Espacio natural para esconderse la liebre.

Las siguientes palabras las encontrará en el diccionario de Camporredondo en esta misma pizarra:
Amonar, abrevar, herradón, labrantío, majano, rabadán, rastro, riscal, vallado, zagalejo.

2 comentarios:

  1. Magnífico relato, Gaude. Fíjate si me habrá gustado que lo he guardado para leerlo en el taller de escritura. Gracias.

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