jueves, 25 de julio de 2013

Terapia al Belmonte



En este episodio de la vida del joven pastor que quiero contaros, se pone de manifiesto cuándo el miedo, infundado o no, nos limita impidiéndonos desarrollar todas nuestras aptitudes por temor al fracaso.

Éste es el caso de un perro, fuerte como un roble y ágil como una gacela, al que ningún peligro asustaba excepto  las culebras. Esto debía de ser así porque, supongo, cuando un día se encontró ante la disyuntiva de tener que enfrentarse a un problema, que a él le parecía  insoluble, siempre optó por soslayarlo.

El pastor, sin ninguna base científica para ello, pensó: ¿cómo le digo al Belmonte que él es más fuerte que cualquiera de las serpientes que reptan por estos contornos? Y encontró la solución con algo tan simple como la camisa del ofidio. Vean el resultado…
  
LA CAMISA DE LA CULEBRA

Las laderas de San Cristóbal ofrecen un día prometedor para el pastoreo de las ovejas. El pastor ya hace días que lo observa; el verde del césped: ballico, grama, etc. contrasta con la flor del matacandiles, la salvia, el panderillo, la mielga, el quebrantarados, la amapola, la amapea, lechinternas... todo indica que el día será rico en pasto para el ganado y no menos para el herradón que rebosará líquido blanco y espumoso con el que después se hará el riquísimo queso que la mujer camporredondesa elabora.

El camino de acceso a las laderas es largo y angosto, por este motivo se moviliza toda la familia. Temprano el pastor ordeñó y apacentó el rebaño, y después del desayuno toda ayuda será poca para llegar hasta el careo.

Envueltos en polvo blanco que las ovejas arrastrando sus pezuñas levantan, cuatro jóvenes dirigen el hatajo por el camino de Montemayor, hasta La Senovilla. Todo ha salido perfecto. A partir de aquí todo es favorable, día soleado, pasto abundante... el pastor rebosa felicidad al contemplar que hay pasto suficiente para que sus ovejas llenen el bazaco y sobrar. El careo es espléndido.

Sobre la ladera, las ovejas comienzan a extenderse y pastar. Los canes, con su guía, guardan los sembrados de las ovejas que no resisten el desafío que representa el verdor del sembrado contra su gazuza.

Bordeando el primer vallado, entre la maleza de la parte de la solana, perfectamente enroscada, reposa la serpiente que, al verse sorprendida, emprende la huida en dirección a su escondite bajo una gran piedra por donde se perdió. En el trayecto se encuentra el Belmonte, perro fuerte y valiente, pero al que las culebras aterrorizan. El can, en vez de enfrentarse al ofidio, salió corriendo en dirección contraria. Esta cobardía enfadó al pastor que se propuso aplicarle alguna terapia, para así hacerle cambiar de actitud ante posibles encuentros con este género de reptiles.

Imagen tomada del blog de Sofía
A pocos metros del -para el perro- desafortunado encuentro con la serpiente, hay una zarza de atrancaculos (zarzaperruna, escaramujo). Al pasar junto a ella, el pastor observa que la culebra ha aprovechado los pinchos para dejar en ellos su camisa de muda, y se le encendió una luz. Llamó al can, cogió la camisa de la culebra y sin que el perro se diera cuenta, lió un extremo al collar, dejando  otra parte suelta para que aireara.

Cuando el animal se dio cuenta del “peligro” que colgaba de su cuello, emprendió veloz carrera. Tal era el terror que debió sentir aquel animal que el pastor creyó haberse quedado, para siempre, sin la inestimable ayuda que representaba para el gobierno del rebaño. El Belmonte corrió y corrió hasta donde sus fuerzas se lo permitieron. Sólo en ese momento paró y enfrentándose a su “enemigo”, lo cogió entre sus fauces y comenzó una “lucha a muerte” hasta que la camisa quedó hecha trizas. Fue entonces cuando el animal volvió al lado de su compañero de fatigas para no separarse nunca más.

Desde aquel momento, el Belmonte fue el más temible azote de todo tipo de reptiles sin importarle el género ni el tamaño, y siempre la victoria estuvo del lado del perro.

¡Nunca se escribió nada del cobarde!

Camporredondo, Junio de 2007

Y, metido en harina, quiero añadir: ¿algún día, seré capaz de hacer trizas la camisa de mi culebra particular? De momento lo que siento es terror cada vez que la tengo delante.

Palabras en desuso encontradas en este escrito:


PASTOREO.- Acción y efecto de pastorear.


Amapea,  atrancaculos,  apacentar, ballico,  bazaco, careo, fauces, gazuza, hatajo, herradón, lechinterna,  matacandiles, panderillo, pastorear,  pezuñas, quebrantarados, trizas, vallado. Todas estas palabras la encontrará recogidas en el diccionario de Camporredondo en la  parte superior derecha de esta pizarra.

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