Comenzamos nuestro caminar por el monte con una rápida presentación del
resinero; su esfuerzo para poder sacar adelante su familia, el amor que el
resinero sentía por el pinar, cuidando hasta el más insignificante de sus
pinos, sin preguntarse en la rentabilidad que en el futuro pudiera compensar
sus cuidados.
Aprovechamos para expresar nuestra
preocupación por el rumbo, a nuestro entender equivocado, en el trato dado a la
naturaleza en los últimos 50 años. Preocupación que viene abalada por lo que
fue nuestro oficio allá por los años 50-60 de 1900, y que nos es otro que
pastor de ovejas.
Repasamos la historia de la resina,
en nuestra zona, en el siglo XX, con breve reseña a la - hoy extinguida-
cofradía de resineros.
Repasamos las tareas que el resinero
realizaba hasta obtener el fruto del “pinus pinaster”: la resina. Desgranando
desde que el resinero marca los pinos negros, desroña, clava, remonda, remasa,
rae, recoge el sarro y… hasta que la miera acaba en la fábrica de
transformación de la mano del carrero, otro de los ejemplos del sacrificio que,
los hombres del pinar, tenían que realizar para alimentar a sus familias en
tiempos tremendamente difíciles.
Por aquello de que “una imagen vale
más que mil palabras” acompañamos abundante material fotográfico para que
a través de la foto el posible lector tenga una mejor referencia allí donde
nuestra limitada capacidad literaria no haya podido llegar.
Añadimos un bloque de palabras más
usadas en la jerga resinera, conscientes de que siempre se nos habrá quedado
alguna que el avezado lector añadirá, para que no acaben donde han acabado
muchas de las entrañables palabras que nuestros ancestros usaban para
comunicarse, o sea; en el olvido.
También añadimos una referencia a la
producción y venta en los años 1945 y 1946, para que el posible interesado
pueda tener una pequeña noción sobre la producción que, a nivel de estado,
aportaba el pino resinero.
Remata el documento con fotografías
de las herramientas de las que el resinero se valía para extraer la colofonia y
el aguarrás al pino resinero.
Y por mi parte nada más. Si el
resultado no es del agrado de los posibles lectores, créanme que lo siento. Mi
ilusión es que llegara hasta aquel viejo resinero con el que compartí muchos
ratos, agradables unos y no tanto otros, como corresponde a dos profesiones
que, en ocasiones, no eran compatibles. Hoy puedo asegurar que el viejo
resinero y el, no menos, viejo pastor se abrazan y se emocionan al recordar los
tiempos en los que subsistir era muy complicado.
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