… el señor “experto” va aprendiendo. ¡Albricias!
Todo pudo comenzar con el siglo. El doctor seguramente
sintió la llamada del campo (quizá era primavera) y se lanzó a tumba abierta
tras la huella de Delibes. Hay una pequeña -nada, insignificante- diferencia
entre Delibes y el doctor y es que, durante muchos años, el escritor dejó su
huella por laderas, páramos y vegas pegando la hebra con todo aquél, hombre o
mujer rural, que pudiera ponerle al corriente de los usos y costumbres de la
gente de campo. Eso hizo Delibes, pero el aspirante a experto pensó que todo
eso era mucho más fácil de conseguir... ¡dónde va a parar! Seguramente pensó: esto
lo cojo yo con el ordenador y en un tris lo explico a mi manera. Y a su
manera lo cuenta.
No sé si lo pensó así o no, lo cierto es que el
fruto de su (investigación de campo) es lo que os presento. No me hagáis mucho
caso, que yo de estas cosas de la escritura no entiendo nada. Pero sí os invito
a que, aparte de lo que yo pueda comentar como hombre de campo que soy,
vosotros saquéis vuestras conclusiones. Transcribo (y no es la primera vez) lo
que encuentro, y leo, en Cátedra Miguel Delibes cuyo autor es Jorge Urdiales
Yuste que, según me comentaron en la Cátedra, es el responsable del glosario ¡ y qué glosario!:
Humeón
LGNA p. 11
(...) llegó el tiempo de catar las colmenas y allí no aparecían las carillas
ni el humeón, vivos ni muertos.
Humeón: Humo utilizado para auyentar a las abejas. El humo sale de la cera pez o
brea que está colocada sobre un palo; de las ramas verdes o de cagajones de
caballerías colocados en una lata o de los citados cagajones puestos sobre una
teja. En ocasiones se ayuda la operación con un fuelle. El objetivo final es el
de catar las colmenas. Modo de coger la miel: se cortan las colmenas con una
paleta y se agarran con la mano. (Investigación de campo)
DVSC p. 89
El señor Cayo se empinó, cortó un carraspo de la rama más baja y lo
introdujo en la escriña, sacando el rabo por el agujero. Se llegó al chamizo,
cogió el humeón y rellenó de paja el depósito. Parsimoniosamente raspó un
fósforo y le prendió fuego. La paja ardía sin llama, como un pequeño brasero de
picón de encina. Depositó el humeón
en el suelo, tomó con un dedo una pella de miel y huntó las hojas exteriores
del carraspo.
DVSC p. 94
-¿Me alcanza el humeón?
-¿El fuelle ese?
-El fuelle, sí señor.
CH p. 179
(...) el aparato ese, el humión, humeón,
o como le digan (...)
Os ruego que leáis con atención lo que he
transcrito para que así podáis sacarme de las dudas que después expondré.
Lo que acabáis de leer aparece en “Diccionario
del castellano rural en la narrativa de Miguel Delibes” editado por Fundación
instituto castellano y leonés de la lengua y también en el mismo diccionario
editado por ediciones Cinca. Además de -como ya hemos dicho- en Cátedra Miguel
Delibes (quiero hacer constar que yo sólo le he dado -en Cátedra Miguel Delibes-
a copiar, y aquí; a pegar. Todo lo demás es responsabilidad del autor).
Vamos con el último descubrimiento del “experto” (6
de febrero de 2016):
La Castilla de Delibes en imágenes
actuales: un humeón moderno para ahuyentar a las abejas. Delibes los conoció
más caseros. No sé vosotros.
Y va mi pregunta: ¿Cómo sabe el doctor que
Delibes conoció humeones más caseros? ¿En qué obra nos lo dice? En las guerras
de nuestros antepasados el escritor nos habla de que Pacífico Pérez cataba las colmenas
a pelo, por tanto nos dice: “… allí no aparecían las carillas ni el humeón. O yo no leo
bien o Delibes sólo habla del humeón. ¿Correcto? Sigamos.
En el “Disputado voto del señor Cayo”, página 89,
Delibes vuelve a hablar del humeón, nos dice: …, cogió el humeón y rellenó de paja el depósito
(…) depositó el humeón en el suelo (…).
Como vemos en esta página el señor Cayo cogió el
humeón y llenó de paja el depósito. Delibes una vez más nos habla del humeón
que no es puchero, ni teja, ni bote: nuestro humeón.
De nuevo en “El disputado voto del señor Cayo”,
en su página 94 dice el escritor: ¿Me alcanza el humeón? ¿El fuelle ese? El fuelle, sí
señor.
Aquí también nos habla Delibes del fuelle. No
cabe duda que nos está hablando de nuestro humeón. El escritor sigue sin hablar de otros humeones caseros.
No he visto (cortito que es uno) por ninguna
parte que Delibes nos hable de otros humeones que los que ya hemos comentado
suficientemente en anteriores entradas y que repetiremos en ésta.
Y vamos con otro humeón: en “Castilla habla”
página 179 vuelve Delibes sobre el humeón para decirnos: (…) el aparato ese, el
humión, humeón, o como le digan (…). O sea que, como veremos a continuación, Miguel
Delibes sigue hablando del humeón que mostramos en las fotografías. Delibes
sigue sin conocer otro humeón que el que ya conocemos.
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De estos dos humeones puedo decir que en el año 1936 ya daban humaza a las
colmenas en las montañas de Prades. En el centro, una lamparilla de carburo.
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Meridianamente claro queda que Delibes se refiere,
siempre, al humeón clásico, con depósito para el combustible y el fuelle para
hacer salir el humo y dirigirlo a la colmena. El mismo que sostiene en sus
manos el niño y los mismos que mi esposa restauró el año 1987 y que fueron
abandonados en un colmenar de las montañas de Prades (Tarragona) allá por los aciagos años
1936 a 1939.
Lo que ocurre es que, una vez más, no leemos
suficiente. Si a eso le sumamos que todo nos suena a chino, pues cometemos
patinazos difíciles de entender. Jacinto de Diego, a la pregunta que le hace el
escritor sobre su forma de hacer el humo, le cuenta las formas que él usaba
para obtenerlo, al fin y al cabo no es más que disponer de humo y dirigirlo a
la colmena para que las abejas no nos molesten. Pero no habla, el apicultor, de
humeones sino de maneras de obtener el humo: Delibes sigue sin conocer otros
humeones que los que ha podido ver con el señor Cayo y Jacinto de Diego. Por lo
menos no nos lo dice.
La diferencia entre el doctor y el paleto estriba
en que el paleto lo que no ve claro lo pregunta (le gusta saber) y el doctor lo
sabe todo. Veamos qué ocurre. Sólo os pido disculpas si soy un poco pesado,
pero es creo que así quedará más claro:
Delibes pega la hebra con Jacinto de Diego que
lleva más de sesenta años metido a apicultor. Llegado el momento Delibes
pregunta y el apicultor responde, vedlo. Pregunta el escritor: (…) ¿para hacer el
humo? Responde Jacinto: Yo con un bote o un puchero con un agujero en el culo
me apañé siempre; ponía dentro un poco de lumbre y un poco de paja, yerba
encima para que no se cayera, y ¡a soplar! Sin juntar los labios, a ver, de
otra manera se abrasa usted los morros. En tiempos del difunto don Manolo, ya
empezó el personal a utilizar el aparato ese, el humión, el humeón
o como le digan, pero yo siempre me las apañé con el puchero.
Y vamos con aclaraciones: si nos fijamos en lo
transcrito de Cátedra Miguel Delibes, el experto toma como humeón el humo
necesario que se proyecta sobre la colmena, o el enjambre, para ahuyentar a las
abejas (no distingue entre el humo y el aparato dentro del cual se produce).
Parece claro que al doctor le han hablado, pero él no lo ha entendido. A partir
de ahí viene todo lo demás. Pero de todo, lo que no me parece muy honrado es
que, para nosotros cubrirnos la espalda, recurrimos a Delibes y eso, a mí me
parece que… no está bien señor doctor. Delibes nunca dijo conocer humeones
caseros (el primer humeón conocido por Jacinto de Diego fue este, él lo dice). A Delibes, Jacinto de Diego le dijo que él se arreglaba con un puchero, pero el
escritor ni siquiera lo vio. Lo que Delibes vio fue el humeón que parece que
hacía tiempo ya usaba Doro, el hijo de Jacinto. Lo que hubo antes del humeón
conocido fue otro de los muchos recursos que empleaba el hombre de campo,
siempre tan necesitado de todo y carente de casi todo. Así, unos usaban una
teja, otros un puchero, un bote y todo lo que podamos imaginar. Pero eso era
una forma de ahumar la colmena para librarse de posibles picaduras. Eso no es
el humeón al que se refiere Delibes.
De manera que no, Delibes no conoció otros
humeones más caseros (porque no los había), ni el humeón de las fotografías es
tan moderno. Los que yo os presento en la foto fueron abandonados en el año
1936 pero, ¿cuántos años pueden tener si tenemos en cuenta que el invento del
humeón de las fotos data del año 1875? ¿podríamos decir hoy (2016) que es el
humeón moderno?
Y ahí va mi reflexión: una vez más el experto ha
metido la pata hasta el corvejón y en vez de reconocerlo, trata de darle la
vuelta y nos dice que Delibes… bla, bla, bla. No, no, no, el experto nunca
entendió el berenjenal en el que se metió tras la huella de Delibes, por eso
confunde el humeón con el humo: humo es lo que se necesita para aplacar a las
abejas y humeón es el aparato dentro del cual se produce el humo. El experto ha
descubierto, pero ya era tarde, (había editado un librito, dos veces, y
publicado un glosario en Cátedra Miguel Delibes) lo que es el humeón.
No sé lo que pretende, el doctor, con lo que nos
muestra a continuación cuando nos dice: Delibes los conoció más caseros. No sé vosotros. ¿Quiere decir, acaso, que
Delibes conoció el que sigue?
Humeón: Humo utilizado para auyentar a las abejas.
El humo sale de la cera pez o brea que está colocada sobre un palo; de las
ramas verdes o de cagajones de caballerías colocados en una lata o de los
citados cagajones puestos sobre una teja. En ocasiones se ayuda la operación
con un fuelle. El objetivo final es el de catar las colmenas. Modo de coger la
miel: se cortan las colmenas con una paleta y se agarran con la mano.
(Investigación de campo)
Pues no, este humeón es fruto de la más absoluta
ignorancia sobre el tema tratado. Delibes relata su conversación con Jacinto en
la que éste se refiere a los métodos rudimentarios que él usaba para manejar la
colmena. Pero ni la teja, ni el puchero, ni el bote eran reconocidos como
humeones. El humeón apareció cuando a su inventor (último cuarto del siglo XIX)
se le ocurrió sustituir la teja por el depósito, y los “morros” del apicultor
por el fuelle. A esta unión la llamó humeón, porque producía humo. “Y el
apicultor vio que era bueno y nació el humeón para facilitar la manipulación de la
colmena”.
Así que, una vez más, Delibes dijo lo que dijo, no
lo que ahora nos hubiera interesado que dijera.
Como final quiero referirme al modo de coger la miel
porque… ¡es para nota!
Modo de coger la miel: se cortan las colmenas con una
paleta y se agarran con la mano. (Investigación de campo)
¡Cojonudo, admirable, bravo!
Corta la colmena con una paleta. ¿Qué es lo que corta
con una paleta, el aguijón a todas las abejas? ¿El habitáculo? Una vez cortado…
lo que sea, lo agarra con la mano. Supongo que aquí no tendremos ninguna duda:
agarrarlo con las extremidades inferiores hubiera resultado un poco incómodo y
poco práctico. Así, yo, también con la mano, me quito el sombrero ante esta magistral
lección de apicultura.
Mi tío Everardo las cataba “a pelo”, pero ya no quedan
colmenas en…
Camporredondo, 16 de
febrero de 2016
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Desoperculador. Perteneció al mismo grupo de los
dos humeones tarraconenses.
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PD.
No quiero terminar sin aportar mi opinión sobre lo
que, al parecer, el experto tampoco ha entendido: coger la miel. En el tiempo
al que nos referimos, se sacaban los panales de la colmena, se desoperculaban -con el desoperculador por supuesto-para abrir las celdillas y que la miel
saliera. O sea: se cortaba
el opérculo de todas celdillas del panal. ¿Es esto a lo que se refiere el experto? Naturalmente,
los panales, el barreñón para recoger la miel, el desoperculador etc. se
agarraban con la mano. Muchas veces con las dos manos.
¡Ah! Y el humo no sirve para
auyentar (ahuyentar) a
las abejas –buena la tendríamos entonces- si no para calmar su agresividad. Dice el DRAE en su acepción primera:
Del lat. *effugientāre, der. de fugiens, -entis 'que huye'.
1. tr. Hacer huir a una persona o a un animal.
Si nos fiamos de lo que la Real Academia nos dice, si
ahuyentamos a las abejas (las hacemos huir) se acabó el negocio de la miel ¿o
no?
Ahora creo haber
sido capaz de explicar que Delibes no pudo conocer, porque no había sido
inventado, –además, insisto, él no lo
dice- otro humeón que el que mostramos en las fotografías.
Resumiendo: ¿humeón? el de las fotos. Todo lo demás son
recursos que el ser humano rural ha usado para solucionar los muchos problemas
que se le presentaban y, sabiamente, solucionaba.