En
este episodio de la vida del joven pastor que quiero contaros, se pone de
manifiesto cuándo el miedo, infundado o no, nos limita impidiéndonos
desarrollar todas nuestras aptitudes por temor al fracaso.
Éste
es el caso de un perro, fuerte como un roble y ágil como una gacela, al que
ningún peligro asustaba excepto las
culebras. Esto debía de ser así porque, supongo, cuando un día se encontró ante
la disyuntiva de tener que enfrentarse a un problema, que a él le parecía insoluble, siempre optó por soslayarlo.
El
pastor, sin ninguna base científica para ello, pensó: ¿cómo le digo al Belmonte
que él es más fuerte que cualquiera de las serpientes que reptan por estos
contornos? Y encontró la solución con algo tan simple como la camisa del
ofidio. Vean el resultado…
LA CAMISA DE
LA CULEBRA
Las laderas de San Cristóbal
ofrecen un día prometedor para el pastoreo de las ovejas. El pastor ya hace
días que lo observa; el verde del césped: ballico, grama, etc. contrasta con la
flor del matacandiles, la salvia, el panderillo, la mielga, el quebrantarados,
la amapola, la amapea, lechinternas... todo indica que el día será rico en
pasto para el ganado y no menos para el herradón que rebosará líquido blanco y espumoso con el que
después se hará el riquísimo queso que la mujer camporredondesa elabora.
El camino de acceso a las laderas
es largo y angosto, por este motivo se moviliza toda la familia. Temprano el
pastor ordeñó y apacentó el rebaño, y después del desayuno toda ayuda será
poca para llegar hasta el careo.
Envueltos en polvo blanco que las
ovejas arrastrando sus pezuñas levantan, cuatro jóvenes dirigen el hatajo por
el camino de Montemayor, hasta La Senovilla. Todo ha salido perfecto. A partir
de aquí todo es favorable, día soleado, pasto abundante... el pastor rebosa
felicidad al contemplar que hay pasto suficiente para que sus ovejas llenen el
bazaco y sobrar. El careo es espléndido.
Sobre la ladera, las ovejas
comienzan a extenderse y pastar. Los canes, con su guía, guardan los sembrados
de las ovejas que no resisten el desafío que representa el verdor del sembrado
contra su gazuza.
Bordeando el primer vallado,
entre la maleza de la parte de la solana, perfectamente enroscada, reposa la
serpiente que, al verse sorprendida, emprende la huida en dirección a su
escondite bajo una gran piedra por donde se perdió. En el trayecto se encuentra
el Belmonte, perro fuerte y valiente, pero al que las culebras aterrorizan. El
can, en vez de enfrentarse al ofidio, salió corriendo en dirección contraria.
Esta cobardía enfadó al pastor que se propuso aplicarle alguna terapia, para
así hacerle cambiar de actitud ante posibles encuentros con este género de
reptiles.
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Imagen tomada del blog de Sofía |
A pocos metros del -para el
perro- desafortunado encuentro con la serpiente, hay una zarza de atrancaculos
(zarzaperruna, escaramujo). Al pasar junto a ella, el pastor observa que la
culebra ha aprovechado los pinchos para dejar en ellos su camisa de muda, y se
le encendió una luz. Llamó al can, cogió la camisa de la culebra y sin que el perro se diera cuenta, lió un extremo al collar,
dejando otra parte suelta para que
aireara.
Cuando el animal se dio cuenta del “peligro”
que colgaba de su cuello, emprendió veloz carrera. Tal era el terror que debió
sentir aquel animal que el pastor creyó haberse quedado, para siempre, sin la
inestimable ayuda que representaba para el gobierno del rebaño. El Belmonte
corrió y corrió hasta donde sus fuerzas se lo permitieron. Sólo en ese momento
paró y enfrentándose a su “enemigo”, lo cogió entre sus fauces y comenzó una
“lucha a muerte” hasta que la camisa quedó hecha trizas. Fue entonces cuando el
animal volvió al lado de su compañero de fatigas para no separarse nunca más.
Desde aquel momento, el Belmonte
fue el más temible azote de todo tipo de reptiles sin importarle el género ni
el tamaño, y siempre la victoria estuvo del lado del perro.
¡Nunca se escribió nada del cobarde!
Camporredondo, Junio de 2007
Y,
metido en harina, quiero añadir: ¿algún día, seré capaz de hacer trizas la
camisa de mi culebra particular? De momento lo que siento es terror cada vez
que la tengo delante.
Palabras
en desuso encontradas en este escrito:
PASTOREO.-
Acción y efecto de pastorear.
Amapea, atrancaculos,
apacentar, ballico, bazaco,
careo, fauces, gazuza, hatajo, herradón, lechinterna, matacandiles, panderillo, pastorear, pezuñas, quebrantarados, trizas, vallado. Todas
estas palabras la encontrará recogidas en el diccionario de Camporredondo en la parte superior derecha de esta pizarra.
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