DEDICADO A TI QUERIDA Y ADMIRADA MUJER RURAL
Una agradable tarde con Luisa Izquierdo
A veces no nos damos cuenta de lo que nos perdemos por no tener un
rato para conocernos mejor con las personas que nos rodean.
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Con esta caldera hacía los chicharrones y el arrope la familia de Luisa. |
Todo surgió cuando nosotros proyectamos instalar un museo (otros se
encargaron de destruir la ilusión) en el pueblo y un día el marido de Luisa,
Mauro, nos entregó una caldera muy deteriorada pero que Maribel se encargó de
transformar en una de nuestras piezas más queridas y admiradas por los visitantes.
Como la pieza sufrió una transformación tan apreciable, nuestra amiga
Luisa quiso visitar el “museo” y así surgió nuestro primer encuentro.
Hasta
entonces todas nuestras relaciones se habían limitado al saludo de cortesía:
buenos días o buenas tardes. Pero… ¿cómo era la señora Luisa para mi, o yo para
ella? Sólo lo supimos a partir de estas agradables charlas.
Sorprendido -agradablemente- por aquella visita, le pedí que un rato
deberíamos hablar para conocernos un poco mejor, pues después de muchos años en
el pueblo apenas si nos conocíamos. Así quedamos, y llegó la tarde esperada.
Luisa, para ti ¿Cómo es Camporredondo? ¿Cómo lo ves desde tu atalaya
del tiempo hasta hoy?
Camporredondo es un pueblo
castellano muy bonito y pintoresco, tenemos el término rodeado en sus 4/5
partes por pinares de pinos negrales o de resina y albares o pinos piñoneros.
Pinares que están alfombrados de tomillo, sardinilla (en alguna parte tomillo blanco), flores de San Juan
(cantuesos), estepas, salvia, guazos… y otras clases de plantas aromáticas que
nos dan un aire puro para nuestra salud.
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Alfonso Cuéllar remondando por el método Hugues en
el pinar negral de Camporredondo.
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Nuestro pueblo es un pueblo
pequeño; muy tranquilo, rodeado de pinares, como ya hemos dicho, que a lo largo
de muchos años nos han servido para que unos se ganaran el sustento trabajando
la resina, otros recogiendo los cogollos para que luego en la ciudad pudieran encender las calderas de calefacción; otros trabajando en las cortas -todos años había alguna-.
También trabajaban los hombres en la repoblación forestal, o en las olivaciones (podas de los pinos) y además, todos, nos calentábamos con la leña que los pinares ponían a nuestro alcance. Con la ramera atizábamos las glorias, la madera que valía para muebles, y otras cosas, se la llevaban a las fábricas, pero las ramas y los tocones se aprovechaban para atizar la cocina económica -el que la tenía- y otros la lumbre de morillos (lumbre de fuego descubierto, hoy desaparecido). También, se me olvidaba decirte que con la ramera hacían la cal los caleros, calentábamos el horno para hacer el pan, que tú no has llegado a conocer la cantidad de hornos que había en el pueblo.
Además tenemos todas las calles
asfaltadas y un parque muy bonito y bien cuidado. La iglesia recién restaurada en su totalidad que está
muy bonita. El ayuntamiento está preparado para celebrar, además de las labores
propias del consistorio, todos los eventos que pudieran presentarse, también
tiene biblioteca, sala de televisión, centro cívico, etc. Nuestros jóvenes
disponen de frontón, campo de fútbol y, sobre todo, el pueblo cuenta con nuestra
ilusión y la de nuestros hijos para seguir progresando.
En comunicación está muy bien
situado: sólo nos separan 30 km. de la capital de provincia por la carretera
general entre Valladolid y Segovia, además de un poco más de 3 Km. que hay de
desvío antes de llegar a Santiago del Arroyo desde Valladolid.
Ya que has hablado de hornos, ¿te importaría decirme cuantos había en
el pueblo?
¡Uy hijo! Ya no me acordaría
de todos, pero mira… tenía uno mi tía María ¿La Pasta? Si, y en él cocía el pan para mucha gente; tenía otro el señor Anastasio, otro
tenía la señora Mercedes, otro la señora Germana, también tenía otro tu tía Wences,
otro había en casa de tu abuela Alberta, la Teresa de Maximiliano también tenía otro, en casa
de la señora Fabriciana también le había, en la casa del señor Deogracias
también…, como ves había muchos hornos y otros que se me pasarán porque ya hace
mucho tiempo que desaparecieron.
Oye, ¿por qué las titulares de los hornos, mayoritariamente, eran las
mujeres?
Hombre, no es que fueran las
propietarias, es que la que cocía el pan era la mujer, el hombre se encargaba
de traer la hornija para enrojar el horno, generalmente ramera o manojos, y las
mujeres se encargaban de todo lo demás. En estos hornos también se hacían -por
pascua florida- las rosquillas, los bollos y las magdalenas, que hay que ver lo
bien que olía en todo el pueblo cuando llegaban estas fechas.
Dices que el hombre traía la hornija, dinos… ¿qué era la hornija?
La hornija era, principalmente,
los manojos de las viñas. Antes había muchos majuelos y cuando se podaban se
formaban con los palos (sarmientos) unos manojos que después se aprovechaban para
calentar los hornos del pan o las glorias en invierno. También, si no había
manojos, se enrojaban los hornos con ramera que de eso nunca faltaba porque
había cortas y olivaciones todos los inviernos. Eso era principalmente la
hornija. Pero si no había esa clase se usaban los guazos o un sinfín de matas
que había todo lo que quisieras. Ah, y como hornija también se usaba el
burrajo. O sea que, como ves, hornija era toda la leña menuda.
Luisa, la harina para cocer el pan ¿como la conseguíais?
Conseguir la harina en los
últimos tiempos de cocer el pan en estos hornos no era difícil: se cogía el
trigo en sacos y se llevaba a moler al Molino del Valle, después se cernía con
los cedazos en casa para separar el salvado, y a cocer. Más difícil era cuando
venía la fiscalía y requisaban el trigo, que entonces había que esconderla. Había
que molerlo por la noche, cerner donde no se oyera el ruido del cedazo y cocer
también a escondidas porque si te pillaban te quedabas sin trigo, sin harina o
sin pan si ya estaba cocido. A trabajar no vendrían, pero a por el fruto del
trabajo si.
¿Y los salvados, que hacíais con ellos?
Ya sabes que en el pueblo se
desperdiciaban pocas cosas. Los salvados se amasaban con agua y se daban a los
cerdos para cebarlos, se envolvían con unas patatas cocidas y no veas cómo les
gustaba.
¿Les dabais las patatas a los marranos?
Pues claro, pero sus patatas.
Ahora, ya sabes que las patatas pequeñas se dejan en la tierra, pero antes a estas
patatas las llamábamos marraneras porque se usaban para eso, para los marranos.
Bueno, para eso y también se cocían enteras y después se arreglaban con aceite, sal, vinagre y pimentón que estaban para
chuparse los dedos. A esta especie de guiso le llamábamos hacer patatas de los
marranos. O sea que antes había tres grupos de patatas: las gordas para el
consumo y para vender, las medianas se reservaban para la siembra, y las
pequeñitas para los marranos. Ahora las gordas y las menudas se tiran, fíjate
si han cambiado los tiempos.
Luisa, vamos a cambiar un poco de tema, ¿te importaría relatarnos
como era la vida para una chica joven allá por los años 1920-30 en
Camporredondo?
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A lavar a La Fuente Vieja
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¿Por donde quieres que
empecemos?, ¿por un lunes cualquiera, de una semana cualquiera?
Verás: el lunes, por ser el
primer día de la semana, la costumbre era, a primera hora de la mañana todas
las mocitas del pueblo cogíamos la banquilla, el lavandero, y el balde cargado
de ropa, además del cantero de jabón (que hacíamos en casa) y el añil, y allá
íbamos a lavar al arroyo.
No, el lavadero se hizo mucho
después. Pero no era problema, porque entonces venía agua por todos los arroyos
y cauces del pueblo. Principalmente lavábamos en el arroyo del humilladero,
desde el Puente Grande hasta la ermita, que hay que ver lo bonito que estaba. Había
chopos desde nada más pasar el puente que va a la Fuente Vieja hasta la pradera
de la ermita. En ellos anidaban muchos pájaros, sobre todo los jilgueros, que
daba gusto oírles cantar, y los verderones… y las oropéndolas que en cuanto
llegaba la primavera daba la bendición.
Estos árboles estaban por el
lado derecho del arroyo visto desde el pueblo, y por el otro lado, por el lado
de la cañada, la pradera siempre estaba verde, que allí tendíamos la ropa a
secar y hay que ver lo blanquita que nos quedaba, aunque algunas veces pasaba
por allí un pastor, y el perro o alguna oveja nos pisaba la ropa y no sabes lo
mal que se quitaba después el verde que quedaba marcado con la huella. Algo
sé de eso Luisa.
Como te decía por el lado del
camino había una pradera muy bonita en la que había muchos grillos que las
noches de primavera y verano se las pasaban cantando junto con el croar de las
ranas que hay que ver el jaleo que preparaban en todo el arroyo, sobre todo en
el vado de la ermita que era donde más ranas había.
Te voy a contar algo Luisa: en este vado que dices, cacé una rana
siendo niño, la llevé a casa y mi madre frió las ancas para mí: todavía me
acuerdo que estaban buenísimas.
Las ancas de las ranas, Gaude,
eran muy ricas y los topos también. Ahora ya no hay, ni unas, ni otros.
Entonces… ¿bajaba mucha agua por el arroyo?
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Por este mismo lugar corría el agua a raudales, las mujeres de Camporredondo
lavaban la ropa y cantaban las ranas. En este mismo lugar, hace sólo 50 años,
había vida.
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Mucho, y también se criaban
berros, aunque la mayoría eran berras que ya sabes que no son comestibles. Como
ves no se parece en nada a como está esta zona ahora sin nada de lo que te
comento. Pero no creas que sólo lavábamos en este arroyo, que también lo
hacíamos en el Olmillo, en el puente de Las Marías, incluso en el cauce que
viene desde El Bon. Como ves había agua por todas partes.
Luisa, hasta aquí todo muy bonito, agua cristalina… los chopos… los
pájaros…grillos… la pradera…pero ¿el invierno?
Ay hijo, el invierno era otra
canción, se pasaba mucho frío, helaba y nevaba mucho más que ahora, y está
claro que en invierno también se ensuciaba la ropa y había que lavarla. Así que
no quedaba más remedio que acudir al arroyo y, para que te hagas una idea, te
diré que, a veces, teníamos que romper el hielo con el lavandero para poder
lavar, así que imagínate como estaba el agua, y ya sabes que antes no había
guantes.
¿Y no teníais otra posibilidad?
Si, teníamos otra que a veces
usábamos y era: en los días más fríos acudíamos a lavar en el chorro que salía
de La fuente Vieja, porque el agua aquí era menos fría. Tú sabes que esta
fuente tenía esa ventaja: en el verano agua muy fresquita y en el invierno era
más caliente. Que no era que el agua en invierno se calentara y en verano se
enfriara, sino que la temperatura se mantenía estable todo el tiempo, se ve que
el manantial venía de mucha profundidad. Así que usábamos esa ventaja que
nuestra Fuente Vieja nos brindaba. Y ya ves ahora, la fuente que habrá estado
dándonos agua durante cientos de años, está seca y abandonada. ¡Qué lástima!
Te voy a decir una cosa: muchos
de los matrimonios que se han hecho en
Camporredondo a lo largo de muchos años se deben a la Fuente Vieja, porque era el
lugar de encuentro más natural entre chicas y chicos del pueblo.
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Era fácil echar un puñado de arena en el cántaro. Aunque la
chica hubiera querido darle una bofetada, no tenía más que
dos manos.
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Ya que hablamos de encuentros
entre chicas y chicos te contaré de que tretas se valían (nos valíamos) para
alargar el encuentro: la chica iba a por agua cuando sabía que el chico podía
acudir. Durante el viaje de ida, mientras llenaba los cántaros y en el viaje de
vuelta el chico intentaba declararse, pero si no se había decidido antes de
llegar al pueblo, cogía un puñado de arena y lo echaba dentro del cántaro. Si
la chica se enfadaba y se marchaba para casa, el chico sabía que no tenía nada
que hacer y no volvía. Pero si la chica se “enfadaba” pero tiraba el agua y
volvía a la fuente para rellenar, es que el chico la interesaba, sólo tenía que
trabajar la tierra un poco más.
Te contaré una cosa Luisa: esto que acabas de contarme me lo contó
Mauro, tu marido, hace algún tiempo. Sabes lo que te digo luisa: erais más
listos que los conejos colorados que, no sé si son listos, eso se dice en tu
pueblo, pero vosotros sí que lo erais.
Retomamos el hilo Luisa: para
ser lunes ¡vaya diversión!
Eso si, lo pasábamos muy bien a
pesar del frío y del calor, ya te he dicho que nos juntábamos casi todas las
jovencitas del pueblo y nos contábamos los éxitos o fracasos del día anterior.
Éxitos, si habías tenido muchos bailadores, y fracasos en el caso contrario
porque, como decíamos entonces, alguna tenía mala suerte y no lo cataba. O sea,
como ves el lunes también tenía sus
ventajas y es que siempre había tema de conversación agradable… uno era un buen
chico… el otro era simpático… el otro muy trabajador, otros había muy guapos…o
sea que todos tenían algún atractivo que nosotras sabíamos apreciar. Y este era
el tema de conversación que teníamos las chicas mientras lavábamos la ropa.
¡Qué va, qué va! Después del
trabajo, con frío o con calor, aún nos quedaba un chorro de alegría para cuando
sonara la campana “Seca” a la hora del rosario estar dispuestas a acudir,
porque luego, a la salida, allí estaban los mozos, y entonces la que tenía
novio era éste el lugar de encuentro, y la que no también tenía la ilusión de
ver al chico que la gustaba y quién sabe si tenía la suerte de poder charlar un
rato con él aunque fuera en cuadrilla. Y entonces ya nos íbamos tan contentas
para casa. Así, más o menos transcurría el lunes de una semana cualquiera.
Seguimos con la semana, ¿y el martes?
El martes las tareas propias de
la casa, limpieza general… y si la ropa del día anterior estaba seca pues a
planchar, que era ésta otra buena tarea.
¿Qué tipo de planchas usabais?
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Modelos de panchas para planchar la ropa.
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Había poco donde escoger,
teníamos unas en las que se ponían dentro unas ascuas que se encargaban de
calentar la plancha de hierro para poder estirar las arrugas. Estas planchas,
de vez en cuando teníamos que soplarlas o avivar el fuego con el fuelle, porque
si no se apagaban las brasas y no calentaban. Tenían una especie de chimenea que
hacía que se estableciera corriente de aire con unos agujeros que tenían en la
parte baja y así las brasas se mantenían encendidas. También teníamos otras
que sólo era una plancha de hierro con mango que para no quemarnos teníamos que agarrarlas con un trapo; estas planchas
se calentaban directamente en el fuego de morillos con una trébede, o en la
placa de la cocina económica que ya sabes que era de hierro y al contacto se
calentaban. Para planchar con éstas era necesario tener por lo menos dos para, mientras con una planchabas, la otra se calentara.
La planchas actuales humedecen la ropa con vapor porque si no, no
planchan, vosotras ¿cómo suplíais esta carencia?
Eso era fácil: teníamos un
cacharro con agua y antes, o durante el planchado, mojábamos la mano y la
sacudíamos sobre la ropa en forma de gotas que humedecían muy bien la ropa.
Éste podía ser el martes de una
semana en nuestra juventud. Aparte de que, como de costumbre, teníamos nuestra
cita diaria con el rosario, que no podía fallar.
Mira, en los días de la semana
un día excepcional podía ser el lunes porque necesariamente había que lavar,
pero el resto de los días podíamos alternar unas tareas con otras según las
necesidades. Lo que sí puedo asegurarte es que a las jóvenes de mi generación
jamás nos faltó el trabajo, unas veces en las tareas de casa, lo que entonces
se llamaban labores propias de la mujer,
como fregar, lavar, coser… que sobre esto quiero decirte que nuestras madres ya
se encargaban de que aprendiéramos bien el oficio, y nos enseñaban a coser de
todo, que había piezas en los pantalones que eran muy difíciles y entonces
había que coser y remendar mucho, incluso nos enseñaban a hilar la lana con la
rueca y el huso y después a hacer jerséis y calcetines de lana que hay que ver
el calor que daban, o mejor dicho,¡cómo evitaban el frío!
También bordábamos, que no
sabes tu como lucían las sábanas de novia bien bordadas.
¿Y tareas agrícolas?
También hijo, también. Mira,
según el tiempo, o por mejor decir, según la estación del año. Por ejemplo en
primavera había que escardar. Déjame que explique a nuestros jóvenes de hoy lo
que era escardar. Mirad: cuando ahora un campo de cereales, legumbres o
cualquier otro producto del campo se llena de hierba se recurre a los
herbicidas y en poco tiempo y sin esfuerzo elimináis los cardos, las amapolas,
los matacandiles, las gévenas, los cinielgos, la pata perdiz, correhuela,
lechinternas, amapeas…etc. Imaginemos que todas esas hierbas hubiera que
arrancarlas unas, y cortar otras una por una. Pues eso es lo que teníamos que
hacer en nuestra juventud, quitarlas una por una, para eso debíamos empezar
cuando el sembrado y la hierba estaban poco crecidos y dejarlo cuando estaba
tan alto que ya se hacía más perjuicio que beneficio al sembrado. Así que la temporada
era larga en días y en horas diarias.
¿Qué herramientas usabais para escardar?
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Honcejo y horquilla para escardar (el honcejo de Camporredondo era distinto)
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Pues mira, no había muchas
herramientas para este trabajo, diría que sólo había tres: el honcejo, que era
una especie de hocino cortado por la mitad de la hoja, y con unos dientes de
sierra en la punta, la horquilla, que era una vara ahorquillada en un extremo, y
la binadera.
La vara ahorquillada ¿para qué servía?
Mira, un ejemplo: cuando un
cardo era grande, está claro que si acercabas la mano te pinchabas, bueno, pues
con la horquilla sujetabas el cardo contra la tierra y con el honcejo le
cortabas con facilidad.
¿Teníais más tareas de campo en la primavera?
Pues claro que sí, rozar
achicorias por ejemplo, que era una tarea que se hacía con la binadera pequeña.
Consistía en quitar la hierba que se podía con la binadera, y la que no se
podía, porque estaba pegada a la achicoria, pues había que arrancarla con la mano,
si no querías dañar la planta.
Otra tarea que teníamos en la
primavera era entresacar remolachas, capar que llamábamos, que no era otra cosa
que dejar una sola remolacha en la casilla que habían dejado los hombres que
eran los que encasillaban, porque era un trabajo que requería más fuerza. Para
que me entiendan nuestros jóvenes, antes se sembraban las remolachas a todo lo
largo del surco y después había que dejar una sola cada equis espacio, para
eso, primero los hombres las dejaban en pequeños grupos, y nosotras dejábamos
una sola de cada grupo. También hubo un tiempo, hasta que vinieron las máquinas
sembradoras, que se sembraban a mano y se dejaban ya directamente en la casilla. Esto era entresacar o capar, pero
después había que quitar las hierbas más veces.
En primavera ¿ya no tendríais más tareas?
Ya lo creo que sí, también se
sembraban alubias, patatas, melones… y todo eso criaba hierba y había que
quitarlo con las manitas ya que no había otros medios y, o quitabas las malas
hierbas del sembrado, o mejor no sembraras. Como podrás ver no había ni un solo
día que no tuviéramos trabajo en primavera, excepto los domingos, que las
jóvenes sí que solíamos celebrarlos.
En verano tampoco nos
aburríamos por no tener trabajo. Desde segar -que a algunas también les tocaba- hasta acarrear, tender y trillar la parva, separar el grano de la paja, primero
con el bieldo, y después cuando ya vino la máquina aventadora, pues aunque no
todos la tenían, se arreglaban para dejársela unos a otros a cambio de ayudas
de otro tipo, porque con la máquina no había que esperar a que hiciera aire y
además rundía (cundía) mucho más.
También colaborábamos a
encerrar el grano en el granero que, casi siempre, era el sobrao (sobrado) de
la casa o alguna habitación y había que subirlo por la escalera.
Claro que algo más, también se
sembraba mucha legumbre: yeros, muelas, garbanzos… y todo eso había que arrancarlo
a mano. Hoy será difícil… bueno casi cuesta creer que mata a mata se pudiera
arrancar toda la legumbre que se sembraba, pero así se hacía. Para esta tarea
se formaban las cuadrillas de arrancadoras, o sea grupos de mujeres que, a
jornal, íbamos a arrancar. Cuando se arrancaban los yeros era muy frecuente
encontrar nidos de perdiz entre ellos, parece ser que era una planta donde les
gustaba anidar, y otros muchos pájaros también anidaban en los sembrados de
yeros, incluso las avutardas hacían su nido entre los yeros, sobre todo en la
proximidad de las lindes. Cuando arrancábamos las legumbres, sobre todo con los
garbanzos, se nos formaban unas ampollas en las manos que no veas lo que
dolían, pero había que aguantarse porque no había otra forma de recogerlos.
Y con esto ¿se acabó el verano?
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Espigadoras en plena faena.
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¡Qué va hombre! ¿O es que no
nos acordamos de las espigadoras? Si no había que segar, arrancar, quitar
hierbas o trillar, no te preocupes, que había otra tarea para hacer, ¡había que
ir a espigar o respigar, que es lo mismo! Así que al amanecer ya podías coger
la morrala, la talega o el saco y las tijeras y a recoger espiga por espiga
hasta que lo llenaras que no creas que siempre se conseguía porque entonces se
dejaba caer al suelo muy poco, porque poco había. Así que era muy frecuente,
cuando salía el sol, ver cuadrillas de mujeres jóvenes y no tan jóvenes, detrás
de los carros cuando acarreaban los haces para llevarlos a la era. También eran
frecuentes las discusiones con los pastores porque ellos también querían las
espigas para sus ovejas. Aunque a ti poco tengo que decirte de esto.
Fíjate lo que era, espiga a
espiga hasta llenar la mano, después coger la tijera cortar y a la morrala. No
sabes tú lo que tiraba la morrala de los riñones cuando iba estando llena y
teníamos que ir agachadas sobre el surco. Así, morrala a morrala, hasta que se
llenaba la talega, y cuando el sol ya estaba alto, cargar con la talega, el
estómago protestando y caminando para casa.
Dinos lo que era la morrala.
Eso lo sabes tú igual que yo, la morrala era una bolsa grande que se ataba a la cintura y allí íbamos echando las espigas.
¿Qué hacíais después con lo respigado?
Lo tendíamos al sol para que
secara bien y a la hora de la siesta lo vareábamos y si por la tarde hacía un
poco de aire, con las manos lo aireábamos, y lo metíamos al saco. Después era
el pienso para las gallinas o para cebar el marranillo que tan bien venía a lo
largo del año.
¿El trigo lo respigabais?
El trigo no merecía la pena
porque se descabezaba poco y no quedaban apenas espigas en el rastrojo. Además
los segadores no dejaban caer casi nada porque hacía mucha falta el pan.
Está claro que en el verano tampoco os sobraba el tiempo para
dedicarlo al ocio pero, ¿y el otoño?
Mira, la palabra ocio
seguramente ya existía en aquel tiempo pero, en nuestro pueblo no se ha
conocido hasta hace muy poco.
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Con la rueca y el uso: señora hilando. Estas mismas manos
hilaban y tejían calcetines de lana para el que ahora teclea.
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Hablando del otoño te diré que
era una estación en la que teníamos algún rato para bordar, hilar, o hacer
punto. Desde finales de verano, cuando ya se había barrido la era, dedicábamos
algún día a recoger serojas para encender la lumbre durante todo el año.
También para recoger alubias que era una tarea muy pesada. Después de recogerlas
las tendíamos a secar para luego varearlas y separar las tabinas dejándolas
limpias para el consumo o para la venta que también se sacaban unas perrillas. Como
ves no se podía desaprovechar nada.
¿Dónde sembrabais las alubias?
Se aprovechaba la tierra más
ligera, la más arenosa, pero sobre todo en las partes del Sotillo porque era una
tierra muy aparente para este cultivo y como además era húmeda con muy poco
gasto se conseguía la cosecha. En el Sotillo también sembrábamos patatas,
achicorias, melonares… aunque los mejores melones se producían en el páramo a
secano, eran más dulces. También sembrábamos tomates, pimientos… mira, el
Sotillo era la despensa de verdura y legumbre para todo el pueblo.
Si dices para todo… ¿es que todo el pueblo tenía terreno en el
Sotillo?
Sí, éste era un terreno
propiedad del municipio y el pueblo se valió de él para que, en lo posible, a
nadie le faltaran patatas, alubias y otros alimentos básicos. Entonces lo
dividieron en pequeñas parcelas y, por una renta simbólica, todo el que quería
tenía su terrenito. Así, que sobre todo las familias más humildes tenían donde
cultivar sus cosas.
¿Alguna tarea más para las jóvenes en el otoño?
Sí, entretenidas en estos
menesteres que hemos dicho transcurría el mes de septiembre, mientras tanto
llegaba la vendimia y aquí también empleábamos unos días porque, entonces,
había muchos majuelos y a primeros de octubre se empezaba a coger la uva para
tender.
¿Qué quiere decir la uva para tender?
Mira, cuando la uva estaba
madura se aprovechaba para seleccionar la mejor, la flor que solíamos llamar, y
la tendíamos en el desván, o sobrao que es lo mismo. Poníamos lías o atillos y
allí colgábamos los racimos que tenían gajo y los que no tenían los tendíamos
sobre madera, tablas de cajón por ejemplo. De esta manera teníamos uvas para el
consumo diario, que podíamos tener uvas hasta Navidad, aunque ya por estas
fechas se volvían pasas, pero también estaban muy buenas.
¿Has dicho racimos que tenían gajo?
Claro, son los racimos que al
principio les sale otro más pequeño, o sea les sale un gajo de uvas y se
aprovechaba para colgar uno a cada lado de la cuerda.
¿Tendíais cualquier clase de uva?
Se tendían varias clases, pero
la reina era la dulzal que además de ser muy buena era la que más aguantaba sin
ponerse mala.
Ya habéis hecho la selección, ¿y después?
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Entono el "mea culpa"por no haber conservado esta bodega.
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Después se vendimiaba la uva
restante para hacer vino para el año, que había pocas casas en el pueblo que no
tuvieran vino para el consumo familiar. También había quien vendía vino, por
litros o cuartillos al que quisiera comprarlo. Por eso había tantas bodegas en
el pueblo que, fíjate, ahora las han dejado hundir ¡con lo que tuvieron que
trabajar nuestros padres o abuelos para hacerlas! Y lo más triste es que las
han dejado hundir sólo por abandono, porque si hubieran conservado las puertas
las bodegas no se habrían hundido, yo no sé si esto será progresar, pero creo
que no.
También quiero decirte otra
cosa, y es que no todo el mosto se dedicaba a hacer vino. En casa de mis padres
teníamos un lagar pequeño en el portal y allí pisaba mi padre la uva para, después,
con el mosto, en esa caldera que te ha dado, hiciera mi madre el arrope. Lo ponía
a hervir y lo dejaba hasta que se iba consumiendo, que se quedaba como un
jarabe, después le añadía unos trozos de calabaza y ya estaba hecho el arrope,
que estaba buenísimo y que era como una especie de mermelada que se conservaba mucho
tiempo.
Una vez vendimiado ¿se acabó el trabajo?
Bueno quizás hubiera una pausa
hasta que se empezara a sacar la remolacha, pero en cuanto se empezaba ya
estábamos liadas, porque entonces teníamos que escoronar (escular llamábamos)
que consistía en quitar las hojas con el hocino para llevarlas a la fábrica de
azúcar. En este trabajo el hombre, con el pico, las arrancaba y nosotras las
dejábamos limpias de hojas y si había llovido mucho, o la tierra era fuerte,
también teníamos que quitar el barro que se pegaba a la remolacha. Imagínate lo
que era cuando estaba helando o nevando tener que cogerlas con la escarcha,
había días que se pasaba mucho frío.
Otra tarea que teníamos que
realizar las mujeres era escoronar las achicorias. Los hombres las arrancaban
con el pico si estaban sembradas a cordoncillo, o con el azadón si la siembra
había sido a manta. Después nosotras las escoronábamos con el cuchillo. Esto
quiero explicártelo un poco porque no
era tan fácil como parece: el hombre las arrancaba y las iba haciendo montones,
hasta aquí todo relativamente fácil, porque se estaba de pie. Ahora imagínate
en el tiempo que era ¡puro invierno! Entonces siéntate en el suelo frío y
húmedo y ponte a escoronar. ¿Sabes lo que hacíamos para aislarnos un poco? Pues
llenábamos un saco con paja y nos sentábamos en él, pero imagínate los pies.
Bueno, esto lo pagábamos con unos buenos sabañones, o frieras que llamábamos,
pero era igual porque unos u otras a cual peor.
Y como ves, así de entretenidas
nos presentábamos en navidad.
Pues a seguir con estas mismas
tareas hasta que se terminaban, y entonces es cuando podíamos dedicar un poco
más de tiempo a bordarnos el ajuar de novia o a eso que llamaban sus labores
que después de lo que hemos hablado yo preguntaría ¿qué labores eran las
propias de la mujer? porque el hombre podía ser agricultor, herrero, resinero,
carpintero… Pero la mujer no, la mujer sólo sus labores que, por
lo visto sus labores eran todas.
Bueno Luisa, no todo sería trabajo, nos dijiste que las fiestas sí
que las celebrabais. ¿Cómo las pasabais?
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Procesión en honor a la Virgen del Rosario. (1950)
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Pues mira, el domingo, después
de hacer nuestras… “labores”, nos arreglábamos con nuestras mejores ropas y a
eso de las diez, como buenos cristianos, acudíamos a misa, y a la salida, con
la satisfacción del deber cumplido, nos juntábamos a charlar un rato y si el
tiempo lo permitía a lo mejor hasta dábamos un paseo hasta la hora de la comida.
Después fregábamos y a esperar hasta la hora del rosario que era a eso de las
cinco o las seis y a la salida nos juntábamos todas para ir al baile.
¡Cuéntanos lo que era el baile!
Hombre, ya sabes que no era una
discoteca como las de ahora. El baile era en un local grande, lo que llamábamos
un salón, en el que al son de la gramola o el organillo movíamos los pies los
jóvenes de Camporredondo. Era nuestra discoteca de entonces pero sin tanto
ruido y tantas luces, pero que lo pasábamos muy bien.
Como te decía, a la salida del
rosario nos juntábamos todas las mozas y para el baile. Una vez allí, con la
alegría que llevábamos nos poníamos a cantar hasta que llegaran los mozos para
comenzar a bailar.
Oye, ¿por qué no nos cantas alguna de aquellas canciones que cantabais?
Es que hace tantos años que ya
casi no me acuerdo. Pero verás, había una que cantábamos mucho, decía así: