lunes, 19 de enero de 2015

Gurriatos

Sí, sí, sí, Angelines (Camporredondo). Sí, sí, sí, Daciano (Valladolid), ya sé que vosotros seguís viendo gurriatos por todas partes y deseáis alejar de mí esta preocupación. Pero es que la diferencia entre los gurriatos que vosotros veis y los que en mi retina persisten hay una diferencia que me aterra.

Os cuento: el invierno es muy frío -como eran los inviernos en Camporredondo allá por los años 1940-. El corral de las ovejas está nevado y la nevada persiste durante varios días. Los gurriatos (gorriones para otros), que no salen del corral, se comen el pienso de las gallinas. Un día, cansados en mi casa de la presencia de los pájaros -ya he dicho que se comían el pienso de las gallinas-, mi hermano mayor cargó un cartucho de caza con mostacilla (perdigón muy menudo) y esparció cebada (pienso natural para los animales y pájaros) por el corral. Al momento los gorriones se disputaban hasta el grano más escondido entre la nieve. Mi hermano Alfredo encañonó la escopeta y disparó sin apuntar, no era necesario. De aquel disparo supongo que pocos perdigones llegarían a tocar nieve, seguramente todos encontraron la pluma de los gurriatos en su trayectoria.

Ahora imaginar que en ese momento se cerraron mis ojos para abrirse hoy enero de 2015, ¿tengo motivos para alarmarme si os digo que llevo toda la mañana deseando ver un gurriato posado sobre los tejados que circundan el mismo corral de la historia y no lo he conseguido?

Cuando comento esto a Maribel me dice: “pues esta mañana he visto un bando en El Alamar”. Es cierto que Maribel había visto un bando de pájaros en El Alamar, yo también los veía pasar, pero no eran gorriones: eran pinzones. Los pinzones es una clase de pájaros que en invierno se les ve cerca del pueblo, incluso por las calles.

El 17-4-2010 envié un escrito al Norte de Castilla (cartas al director) mostrando mi preocupación por lo que a mí me parecía un motivo de alarma debido a la desaparición del pájaro más rural que yo he conocido. Pasó el invierno y al llegar la primavera me pareció que se recuperaba su número, pero llegó el invierno siguiente y su número volvió a caer alarmantemente y en ésas seguimos: invierno sin gorriones y recuperación en primavera. ¿No habrá motivo de alarma?

Y ya “metidos en harina” vamos a seguir un poco más con mis preocupaciones sobre la vida rural. Me refiero a la VIDA con mayúscula, me refiero a todo tipo de vida. Esta mañana salí con mi hatajo como cada día. Lo primero que me extrañó es que en el corral no había pulgas, sí he dicho pulgas, ahora ya no las hay: las fumigamos. Moscas; no había moscas. ahora una sola mosca molesta hasta la desesperación. En las bocatejas de los tejados de los colgadizos que circundan el corral no hay avisperos: eran incontables los avisperos que había en otro tiempo. Un sinnúmero de enjambres de abejas, producto de la enjambrazón, cruzaba el cielo en todas las direcciones, pero eso era en otro tiempo, ahora no lo cruza ni uno solo en toda la primavera.

Sobre otro tipo de pájaros ya he dicho algo en “La pizarra de Gaude” (Un día con el pastor y su hatajo, los toperos… etc.) por tanto dirijo la vista hacia el suelo y ¿qué veo? Mejor dicho, qué no veo. Pues subo por la misma cañada de ayer y, cuando llegaba a la altura de las caleras, el Belmonte –mi perro terror de saurios- no ve ningún lagarto; ni uno solo. Por la cañada adelante era un constante movimiento de escarabajos peloteros dando vueltas al excremento que encontraban hasta conseguir unas perfectas canicas de estiércol; ¿qué ha sido del escarabajo pelotero que no se ve por ninguna parte?

Caminando, caminando he llegado al bosque y hasta llegar aquí no he tenido que aplastar ningún tábano ¡con lo molestos que eran! ¿Tampoco hay? Observo que puedo sentarme, a dar buena cuenta de la tortilla que preparó mi madre para la merienda, allí donde me dé la gana: las hormigas no serán el problema que eran en otro tiempo cuando, si quería sentarme y que no se me subieran encima, debería migar un poco de pan a mi alrededor, así, mientras ellas se preocupaban en llevarlo a su despensa, a mi me dejaban tranquilo.

Cuando -aunque de tarde en tarde- alguna oveja enfermaba de la ubre (salía ubrada) decíamos que seguro la habría picado un zurdo (araña-lobo que cavaba una galería en vertical -ignoro por qué le llamaban zurdo a este tipo de araña-). Cuando las ovejas pastaban sin necesitar el cuidado del pastor, nos entreteníamos en hacer salir de su cueva a este arácnido sin más que hurgar con una paja en su taladro vertical, para así eliminarlo. Hoy creo que este entretenimiento no sería posible: tampoco hay zurdos, o muy pocos.

No quiero aburriros más, pero mi preocupación por la VIDA va en aumento. Estoy seguro que si fuéramos conscientes de la transformación sufrida en la fauna y flora en los últimos 60 años alguna medida se habría tomado, pero esta transformación se va produciendo gotita a gotita y no nos damos cuenta de la fuerza arrolladora de la gota. ¿Os acordáis de la gota de miera? Aquélla, con su constancia, abastecía la mesa del resinero, la fuerza y constancia de la que hablamos hoy, estremece.

Después de estas reflexiones mías escucho voces que me dicen ¿Para qué sirven todos los insectos y más que ya han desaparecido? Pues es verdad, me respondo, pero entonces… ¿para qué sirve la vida?

Nada me gustaría tanto como estar equivocado.

2 comentarios:

  1. Dicen que Mao en China pretendió eliminar los pájaros porque se comían los granos de arroz y, al año siguiente, mandó traer pájaros para que los insectos no terminaran con todas las cosechas e incluso con los habitantes..
    ¡Hermosa reflexión, Gaude! Abrazos.

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    1. Puedo asegurarte, Luciano, que nuestro carro va cuesta abajo y las zapatas de la galga hace rato que no tienen gomas y casi no las queda madera . Si no frenamos la naturaleza nos pasará cuentas y quizá para entonces ya sea tarde.
      Un abrazo.

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