Desde que, fuerzas
mayores, me obligaron a abandonar la cayada, la esteva y los alicates, me
impuse la tarea de pensar intentando razonar la situación en cada momento. Al
cabo de un tiempo, no entendiendo lo que pasaba en mi país, clamaba allá donde
encontraba ocasión: ¡que alguien me diga por qué somos ricos! Por no encontrar
respuesta, por mi cuenta fui buscando y veía, en productos de grandes
almacenes: made in China, made in Corea, made in Hon-Kong… Cereales de centro Europa
y América, ajos de China, leche y patatas de la unión europea, azúcar de otras
tierras… etc. etc. Mientras, los agricultores de mi pueblo no podían sembrar
por su ruinosa rentabilidad. Fruto de aquellas cavilaciones mías es lo que
escribí y aquí os presento:
El año agrícola había terminado. La cosecha, catalogada como
óptima, fue recogida y el futuro se presentaba sin aparentes sobresaltos.
Cuando la era estuvo limpia y las
primeras lluvias de septiembre llegaron, la familia se reunió en torno a la
mesa para deliberar sobre lo que sería la siguiente cosecha que, a juzgar por
las nuevas perspectivas, se presentaba muy halagüeña.
Lo primero que hicieron fue
distribuir el terreno en parcelas asignando a cada hijo su cultivo. La parcela
nº 1 se destinaría al cultivo de cereales; la nº 2 al cultivo del ajo; la nº 3
para remolacha; la 4 la destinarían a la patata…, así hasta que el terreno
quedó distribuido de la forma que creyeron más conveniente para obtener la
mejor producción.
Comoquiera que, por sus características,
es el centeno el primero que debería sembrarse (el centeno segado y sembrado,
es el dicho popular) el padre se dirigió al mayor de los hijos y aconsejó: yo
creo que deberías de coger el tractor y preparar la parcela nº 1 porque ya
sabes que el centeno es el cereal de ciclo más largo y no debemos retrasarlo.
El mayor de los hijos se quedó
pensativo y aportó su idea sobre la conveniencia de sembrar, o no, cereales.
Espera un momento padre, que tengo algo que decir. Todos esperaron y el hijo
habló. Dijo: ¿para qué sembrar cereales si mis informes me dicen que el tío eureste
y el tío argentorio lo producen y venden a un precio más bajo de lo que a
nosotros nos cuesta producirlos? Se miraron unos a otros y ante aquella “indiscutible”
verdad, decidieron que aquel año no se sembrarían cereales porque en el mercado
los había a precios muy interesantes.
Como la siguiente parcela estaba
dedicada al cultivo del ajo, el padre se dirigió al hijo encargado de su
cultivo y le propuso: interesante sería que fueras preparando la parcela porque
ya sabes el dicho: “ajo, ¿por qué fuiste ruin?, porque no me sembraste por San Martín” y el 11 de noviembre
enseguida llega. Entretanto yo me encargaré del abastecimiento de la semilla,
ya sabes que debe ser de importación.
El segundo de los hijos no tardó
en reaccionar y como estaba al corriente del mercado dijo: mirad, estoy bien informado
sobre el mercado del ajo y resulta que el tío chinostro los produce y vende
mucho más barato de lo que a nosotros nos cuesta producirlo. Por tanto creo que
sería trabajar por trabajar sembrando ajos, para después no sacar beneficio con
su recolección, sino todo lo contrario.
Todos creyeron que era verdad lo
que el hermano decía y enseguida se pusieron de acuerdo. Decidieron que el ajo
sería ruinoso para la economía familiar, por lo que quedó descartado su cultivo
a la espera de mejores tiempos.
El abuelo, que seguía en silencio
el debate, quiso intervenir y comenzó a hacer su razonamiento. Dijo: si no
sembráis ajos, ni cereales, vuestra madre ¿con qué recursos pecuniarios los
comprará en el mercado?
El hijo pequeño, que aún no había
participado en el debate, intervino para decir: abuelo, tú esto no lo
entiendes, hoy la economía funciona de otra manera, ahora tenemos más en cuenta
nuestra forma de vivir, hoy se vive el día a día, el mañana no existe, tienes
que entender que la única verdad es el presente, ¿te acuerdas el día de la
semana cultural que dio su charla el psicólogo? Pues en ella nos lo dijo: “el
mañana no existe”. Así que debemos trabajar pensando en nosotros, y en lo que
mejor se adapte a los tiempos actuales… El abuelo quiso intervenir de nuevo, pero
el padre zanjó la situación. Dijo: yo creo que tu nieto tiene razón, así que
déjanos que sigamos preparando la sementera de la manera que mejor se adapte a
nuestro tiempo. Sigamos con el programa.
La tercera parcela correspondía a
la destinada a la remolacha, por lo que el padre se dirigió al tercero de los
hijos para decirle, dado que la siembra de la remolacha aún tardará en realizarse
creo que sería interesante que empezaras a estercolar para que el estiércol
vaya descomponiéndose y, cuando llegue el momento, el terreno esté en
condiciones óptimas para la siembra de la remolacha.
El encargado de la tercera
parcela cogió el bolígrafo y, sobre el papel, escribió algo que fue pasando a
todos los miembros de la familia para que leyeran. El papel decía: dada la
actual coyuntura y teniendo en cuenta que el tío carioco todos los años cultiva
una extensa plantación de caña de azúcar, y el producto tiene precios muy
competitivos, aconsejo no sembrar remolacha porque, por su bajo precio, no
sería rentable, nos ahorraríamos el laboreo, la semilla, el abono, el riego… y
sobre todo el trabajo. La remolacha requiere mucha mano de obra. Sugiero que,
si alguno no está de acuerdo, debatamos sobre el tema porque estoy convencido
de que este cultivo no sería rentable.
El escrito fue pasando de mano en
mano y cuando todos lo hubieron leído no fue necesario seguir, porque todos
comprendieron que había motivos más que suficientes para renunciar al cultivo
de la remolacha.
Pasemos a la parcela de la patata, inquirió el padre. Yo creo, dijo, que la parcela nº 4, este año está muy
propicia para el cultivo del tubérculo, así que con un ligero estercolado, y si
el mes de abril viene aparente, obtendremos una buena cosecha de patata.
Los hijos se miraron unos a otros
como si su padre fuera un extraterrestre y fue el menor el que se dirigió a él.
Dijo: padre, ¿pero aún no te has enterado de que el tío fransuás con las que a
él le sobran nos inunda el mercado? Sería absurdo que teniéndolas a precio
irrisorio, en el mercado, fuéramos a sembrar nosotros patatas para después no
encontrar venta para ellas. Todos los hermanos asintieron por lo que el tema de
la patata también fue desechado por ser ruinoso su cultivo.
Entretanto, el abuelo contemplaba
el campo a través de la ventana y, sólo de vez en cuando, movía su cabeza desaprobatoriamente.
La familia, de agricultores,
siguió repasando parcela por parcela y producto por producto, no siendo capaces
de encontrar el cultivo idóneo con el que sembrar ninguna de sus parcelas.
Cuando por fin decidieron dejar
las parcelas de barbecho, el padre preguntó: entonces ¿que haremos nosotros?
Uno de los hijos resolvió el problema en un momento: con lo que nos pagan por
no sembrar, sumado a que dentro de poco comienza la temporada de recogida de
las piñas, que ésas no necesitan de desembolso para su cultivo y todo lo que se
recoge es dinero limpio y sin pisar barro, en eso podremos trabajar. Sí, repuso
el padre, pero con eso no cubrimos gastos de mantenimiento de la casa y la
familia… El hijo menor que parecía ser el más y mejor informado, sonriendo de
forma condescendiente con el resto dijo: bueno, por lo que veo no
estáis muy enterados de cómo funciona hoy la economía. Hoy la economía se mueve
a través de los créditos. Cuando no llegas a fin de mes, o cuando el
presupuesto no llega para disfrutar las merecidas vacaciones, etc. se recurre al
tío prestófono y te da el dinero que tú solicites… tan fácil como eso. Y si al
año siguiente la cosecha tampoco ha cubierto gastos porque el mercado aconsejó
que no se sembrara, pues pides otro crédito. Si es que parece mentira que
estéis tan atrasados. Todos quedaron estupefactos con la sabiduría del más
joven y así acabó aquella reunión familiar en la que descubrieron que el mañana
no existe y que por tanto deberíamos disfrutar del presente porque… somos
mortales.
El tiempo fue pasando, las durezas
de las manos, fruto del trabajo, fueron desapareciendo y todos disfrutaron de
aquella situación que nadie sabía por qué no la habían descubierto antes.
Un día, cuando la familia ya se
había habituado a su nueva forma de vida, cuando ya nadie se acordaba de que
mañana también amanece y cuando esto ocurre ya no hay tiempo de cultivar para
el desayuno -razón por la cual hay que aprovisionar la despensa el día antes- el tío
prestófono decidió que los préstamos se acabaron, que el dinero era suyo y
hacía con él lo que le daba la gana, por tanto, el que no tuviera la despensa
aprovisionada se quedaría sin el desayuno.
¡No puede ser! ¡A esto no hay
derecho! La familia se reunió de urgencia para protestar por lo injusto de
aquella decisión. ¡Esto es la ruina! ¡El caos! decían otros… ¡la crisis, la
crisis! ¿Qué va a ser de nosotros? El padre miró hacia donde estaba el abuelo
que aún seguía moviendo su cabeza en señal de desaprobación. Abuelo ¿tú le ves
alguna solución a esto? El abuelo mirando hacia donde estaba la abuela dijo:
abuela, pon la mesa grande que hoy somos más a comer.
El abuelo dijo durante el
desayuno: vuestra abuela sabía que el día de hoy era el más importante en
nuestras vidas, por eso preparó su venida ayer.
Érase una familia… érase un país.
Camporredondo otoño de
2011
El pastor
Ay pastor, pastor, qué razón tienes.
ResponderEliminarAy, qué familia! Todo por no pensar y saber que el mañana existe, "que somos lo que nos queda de vida" y que si el labrador no pensara y soñara en la cosecha el futuro vendría con las manos vacías.
Y bien escrito, como mandan los cánones literarios.
Un abrazo
Desde que, hace ya muchos decenios, inicié mi deambular por la universidad -mi universidad-, a la par que aprendí que lo que no es no existe, por tanto mañana todavía no es; aprendí que, a pesar de haber habido hombres muy “poderosos”, ninguno fue capaz de evitar que mañana amanezca (punto).
EliminarCon esta premisa pregunté: maestro, para mañana poder pasar el día sin turbulencias ¿qué debo hacer? La respuesta del maestro fue inmediata: llenar la despensa hoy porque mañana… mañana ya sería tarde. Y en esas estamos; paseando por nuestra humilde pero segura y apacible alameda.
Gracias y un rural abrazo.