Aratrum: Lat. Instrumento agrícola o máquina para arar.
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Al parecer,
el arado ya era conocido por las civilizaciones mesopotámicas y el antiguo
Egipto. Apoyamos esta opinión en la pintura que existe en la tumba de SENNEDJEM (XIX dinastía) en la necrópolis de Tebas.
El arado
tal vez deba su origen a diversos tipos de azadas que fueron perfeccionándose
hasta llegar al estado en que nosotros hemos conocido a nuestro arado romano,
común o de madera, que las tres acepciones son correctas en Camporredondo.
Piezas que componen el arado romano
Rastral.- En los
desplazamientos por caminos o carreteras el arado se transportaba de forma que
la cama descansara sobre el yugo, por tanto el rabizo arrastraba por el suelo.
Para evitar que la madera sufriera un desgaste excesivo se colocaba, en la
parte que arrastraba, una placa fuerte de hierro. Esta placa tenía el nombre de
RASTRAL.
Rabizo.- La parte de arrastre (tiro)
del arado estaba formada por dos piezas. La última de estas piezas recibía el
nombre de RABIZO y su cometido no
era otro que unir el arado, a través de la clavija, el barzón y la mediana, con
el yugo.
Clavijero.- Según el tipo de terreno
(fuerte o ligero) o el grado de humedad, el arado tenía tendencia a profundizar
más o menos. También influía la alzada (altura del par de animales). Para
compensar este posible contratiempo, sobre el rabizo se practicaba una serie de
taladros que, según necesidades, nos solucionaba este desequilibrio (primer
taladro más profundidad y último taladro profundidad mínima). Esta serie de
taladros se llamaba CLAVIJERO
(taladros para introducir la clavija).
Velortas.- Si observamos las uniones
entre el rabizo y el ventril (timón) y entre éste y la cama no eran uniones
fijas, pero sí muy sólidas. Estas uniones se hacían mediante las VELORTAS, que eran unos cercos de
pletina de hierro.
Pinas.- Las velortas podían adquirir
algún pequeño juego y desplazarse, desajustando con ello la unión. Para evitar
que las velortas se desplacen y puedan aflojar la unión, se las colocaba un
pequeño clavo que impedía su desplazamiento. Estos pequeños pero interesantes
clavos, recibían el nombre de PINAS.
Cama.- No podemos hablar de piezas más
o menos importantes –hasta la más insignificante es imprescindible- pero sí
debemos decir que la pieza que da forma al arado romano es la CAMA.
Sobre esta pieza del arado se apoyan todas las demás: timón, esteva y
dental.
Dental.- Con el dental queda formado el arado en su totalidad. Sobre él, en dos
taladros hechos al efecto (uno a cada lado, los orejeros) se alojan las
orejeras. Además sobre él se asienta la reja.
Telera.- La telera, o barra reguladora, servía para dar el ángulo adecuado
entre el dental y la cama además de servir de refuerzo al dental si la reja se
enganchaba en alguna piedra o raíz ocultas bajo tierra.
Esteva.- Sería imposible arar con el
arado si no fuera dotado de un elemento para su control: la esteva. Con la esteva el arador va controlando la dirección del arado…
izquierda-derecha, arriba-abajo y sobre ella se sujetaban los ramales para
dirigir la yunta.
Mancera.- La mancera (empuñadura) -que forma parte de la esteva- se encarga de
transmitir las órdenes del arador al arado.
Pescuño.- Si nos damos cuenta, entre la
cama y el dental se fijan dos piezas que rematan el arado: reja y esteva, que
son piezas sueltas. Estas piezas se encajan en una ventana hecha sobre la cama
y, por presión, las fija una cuña de madera hecha al efecto: el pescuño.
Las orejeras.- Estas dos piezas -que
pueden ser de hierro o de madera- van alojadas en los dos taladros (los
orejeros) que ya dijimos se practican, a propósito, en el dental y son las
encargadas de fijar la anchura del surco.
Reja.- ¿Qué haríamos sin la reja? Pues nada. La reja es la encargada de remover la
tierra. En los orígenes del arado dicen –yo no estaba- que era de madera, por
lo que es fácil deducir que la labor de la tierra tuvo que ser muy superficial.
Cornezuelo.- Aunque en la foto no puede
verse -porque no lo tengo- en el final (punta) de la reja, para su transporte,
se colocaba un trozo de cuerno hueco con la punta truncada (cornezuelo) para proteger a los
animales de posibles pinchazos. Ya hemos dicho que el arado viajaba sobre el
yugo y la punta quedaba muy cerca a del pecho de los animales de tiro.
Tareas
propias del arado romano
Hasta aquí
hemos descrito una brevísima historia y las partes del arado. Ahora
intentaremos acercarnos a algunas de las tareas propias de este apero de
labranza tan importante hasta la llegada de las nuevas herramientas agrícolas.
Si
comenzamos por el Otoño por ser la estación en la que, en otro tiempo, se
sembraba casi todo el cereal, diremos que con el arado romano se preparaba el
terreno donde se repetía cultivo de cereal, cambiando únicamente de tipo o
clase (trigo a cebada, cebada a centeno, avena, etc.) Para ello se aricaba el
rastrojo anterior, o sea, se pasaba el arado por el surco del ciclo anterior,
eliminando con ello hierba y otoñada que pudiera haber nacido y enterrando al
mismo tiempo el rastrojo, quedando la tierra preparada para recibir el abono y
la semilla para el ciclo siguiente.
Con el
terreno así preparado y cuando llegaban los meses de Noviembre y Diciembre, el
agricultor, con la sembradera al hombro, y a voleo, repartía el abono de
sementera y la semilla de la manera más uniforme posible. Una vez distribuido
el abono de sementera y la semilla, con el arado romano se cachaba el cerro o
panera del año anterior quedando la semilla para el nuevo ciclo en
emplazamiento distinto al de la cosecha precedente.
Otra labor
que se realizaba con este arado era al final del invierno. Sobre el terreno
arado a vertedera en el otoño anterior (previsto para la siembra de remolacha,
achicoria, etc,) lógico es que, además de apelmazarse la tierra, hubiera
brotado hierba. Para eliminarla y además esponjar la tierra se recurría al
arado romano, dándole al terreno una labor de arada a junto, o como algunos
decíamos, arar a cordoncillo. Si se decía así era debido a que en vez de surco,
después de arado el terreno, lo que quedaban eran unos surcos pequeñitos o
cordoncillos.
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Esta labor,
si el aricador realizaba bien su tarea, facilitaba en gran manera la tarea de
escarda por quedar la hierba muy concentrada en una franja del cerro o panera
del surco.
Por último
diremos que con el arado de madera o romano, se hacían los cerros o lomos para
la siembra de la remolacha y, una vez extendido el abono, se cachaba el cerro
quedando el terreno preparado, previo paso con la rastra, para sembrar la
planta correspondiente.
Los gavilanes siempre presentes
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Pero llegó
el tractor, y el arado romano, común o de madera, en atención a los grandes
servicios prestados, acabó abandonado en eras, pajares, corrales… o nos calentaron
un rato en nuestras glorias. Algunos – pocos – tuvieron suerte y, si las
“autoridades” los dejaran, podríamos admirarlos en algún museo. ¡ASÍ ES LA
VIDA!
Camporredondo,
Diciembre de 2014
Excelente disertación sobre el arado romano, Gaude. Muchas gracias.
ResponderEliminarSiempre creí que después usarlo durante años yo sabría casi todo sobre el arado romano. Pero vinieron otros que me enseñaron que este arado y el viñero son el mismo arado. O sea, que después de tantos años no se distinguir entre el arado romano y el de vertedera, y seguramente tiene razón por eso al que esto viene a enseñarme le paga la Excelentísima Diputación Provincial de Valladolid por sus meritorias charlas. Bueno, al fin y al cabo no es más que dinero público...¡qué más da, si paga el contribuyente¡
EliminarGracias Luciano Me parece que sientes el campo y yo te lo agradezco.