“No debemos fiarnos de las apariencias”
Sin duda con la humilde herramienta que hoy traemos hasta “La Pizarra de Gaude” se cumple esta sentencia. A ver... si muchos de vosotros vais paseando tranquilamente y veis este trozo de hierro tirado al borde del camino… ¿os molestaríais en recogerlo? Seguramente no. Quiero adelantar, por si alguien quiere devolverme la pregunta, que yo sí, la recogí y por eso os la presento y os diré por qué hubo un tiempo en que era imprescindible.
Dos piezas inseparables: el arado romano y, sobre la reja, los gavilanes |
Los gavilanes, por su sencillez y facilidad para su confección, solían hacerse en la fragua del pueblo, o bien procedían de otras fraguas de pueblos limítrofes.
Es herramienta sencilla, imprescindible en numerosas ocasiones para el buen funcionamiento del arado romano. Es así porque si arabas en terreno donde hubiera broza, yerbajo, grama... etc. -en otro tiempo muy abundantes- éstos podían enredarse alrededor de la telera o la cama del arado, haciendo imposible continuar el surco sin hacer uso de ellos. Al tiempo que con una mano se conducía el arado sujeto por la mancera, con la otra, mediante certeros golpes con los gavilanes, dado el filo que debían tener, se liberaba al arado de la hierba que pudiera haberse enredado en él.
Con lo explicado hasta ahora hubiera sido justificación suficiente para que el arador no pudiera prescindir de los gavilanes, pero es que, además, cuando se araba en tierra fuerte y si el terreno estaba un poco pesado (húmedo) la tierra quedaba pegada al arado, por lo que se hacía imposible seguir haciendo surco. La única forma de liberarse de aquel pegajoso montón de tierra era a través del servicio que hacían los gavilanes; se les hacía pasar por uno y otro lado de la cama, con lo que la tierra despegaba y la tarea podía continuar.
Hemos podido constatar lo fácil que es que una herramienta sencilla, pero que tanto servicio prestó al labrador, desaparezca sin dejar rastro, pues estoy seguro que si hoy la dejamos abandonada al borde de cualquier camino, como antes decía, nadie se molestaría siquiera en agacharse para recogerla. Gran parte de los que hoy cultivan la tierra (agricultores del año 2001) nos han preguntado por el nombre y el uso que de esta herramienta se hacía. ¡Qué pena!
Vamos con una curiosidad: El hecho fue que dos aguerridos mozos transportaban achicorias hasta el tostadero de Iscar. Como el viaje era largo, natural era que llevaran merienda para el camino. En esto, a uno de ellos -que eran amigos y además quintos- se le ocurrió gastarle una broma al otro, relacionada con las viandas. Pero el otro, lejos de aceptar la broma no aceptó ni aún las disculpas que su amigo el bromista le ofreció.
Como al parecer, dada la gravedad de los hechos, no había solución posible, el bromista le ofreció solucionarlo en el campo del honor y, a pesar de que no llevaban esa herramienta en el carro, le propuso: ¿Quieres que rompamos la vara de los gavilanes en nuestras costillas? No hace falta decir que a partir de ese momento las aguas volvieron a su cauce y los gavilanes siguieron prestando el servicio para el que estaban destinados: limpiar el arado romano o el de San Martín.
Queda claro que los gavilanes –en otro tiempo- fueron importantes, pero que hoy sólo gracias a los sentimientos que aún perduran en una parte de la sociedad moderna podemos contemplar esta sencilla e interesante herramienta. ¡Ojalá que haya continuidad!
Palabras de uso poco corriente usadas en el escrito:
CAMA.- Pieza curva de madera de encina que daba forma al arado romano y que unía dental, esteva y timón.
GRAMA.- Planta rastrera que se propaga con suma facilidad. Tallos largos y rastreros en otro tiempo de muy difícil erradicación (hoy se combate con herbicidas) que se enredaban en la telera o la cama y sólo con los gavilanes se podía liberar.
TELERA.- Barra cilíndrica (también llamada barra reguladora) de hierro que une cama y dental para dar a éste mayor consistencia.
TOSTADERO.- Horno donde se secaba y tostaba la achicoria y de donde salía empaquetada como sucedáneo del café.
YERBAJO.- Conjunto de malas hierbas que nacen en un terreno.
Muy instructivo, Gaude, y jugosa la anécdota de los dos amigos resolviendo sus diferencias en el campo del honor. Muchas gracias.
ResponderEliminarMe he servido de la anécdota de los dos amigos, para reafirmar la importancia que en su tiempo tuvieron los gavilanes. Los amigos transportaban, en carro, las achicorias hacia el horno-secadero de Iscar, (quizás Cabrejas, Ballesteros o Muñoz) por tanto lo que más a mano tenían era el látigo. Sin embargo no dice romper en las costillas la vara del látigo, sino la vara de los gavilanes. Con eso queda dicho que los gavilanes en la vida de los mozos estaban muy presentes.
EliminarEn cuanto a la forma de dirimir sus diferencias tiene su gracia. Me los imagino después, allá por el llano de San Marugán, camino de Cogeces e Iscar, tronchándose de risa por la ocurrencia. Así es el hombre de campo.
Gracias y un rural abrazo.