Aún teniendo algunas discrepancias con el autor del poema, siento la necesidad de enviarle un abrazo allá donde se encuentre el “niño de la Pizarra”.
El niño de la pizarra me contó como un día acudió a un taller para personas mayores -él quería ganarle al tiempo lo que otros le habían robado a él-.
En aquel taller de escritura -muy bien dirigido según me cuentan- un día pidió el profesor a sus alumnos que hicieran un escrito (poco importa ahora el tema elegido). Seguramente porque algo debería transmitir su autor, el trabajo fue expuesto en sitio que todos pudieran ver y analizar.
Estando en clase, el autor del trabajo (niño de la pizarra) escuchó lo que un verdadero necio preguntaba: “¿qué necio habrá escrito esto? no dejarán expuesto ese trabajo ¿no?, sería una vergüenza, ¡está lleno de faltas de ortografía!
Foto tomada el año 1948 (primer curso) |
Fruto de aquel desencanto nació este sencillo –o no tanto- poema en el que Félix Sanz Toral narra lo que muchos niños tuvieron que hacer para subsistir en tiempos muy difíciles que los verdaderos necios no son capaces de entender:
LOS NIÑOS DE LA PIZARRA
Los niños que escupían
en la pizarra
son los niños a quien la guerra
robó su infancia.
Aprendieron a leer y escribir
con muchas faltas
el trabajo curtió sus cuerpos
y el sol sus almas.
En los días de invierno
van a la escuela
después la abandonan
en primavera.
Sus débiles cuerpos
trabajaron la tierra
para que hoy otros tengan
confort y riqueza
El alma en silencio
se queja de rabia
al ver a insensatos
que necios les llaman.
Sin reparar cuales fueron
sus circunstancias
sin valorar la sangre con que marcaron el camino
por el que otros avanzan.
Yo vi a los niños
de la pizarra
escribir sus poemas
en la tierra mojada
Y vi al viento ladronzuelo
que los borraba
llevándose en su seno
los que más le gustaban.
Pasaron los años y al viento
no le sirven de nada
y busca a sus dueños
y se los regala.
A los niños les parecen sueños
sueños de hadas
mas son los poemas que un día escribieran
en la tierra mojada
En la escuela de invierno se cuela el viento
por la ventana
para ver a sus niños de ayer
con arrugas y canas.
Con cariño les dice quiero que volváis
A vuestra infancia
os entrego vuestros poemas
a mi no me sirven de nada.
Yo vuestros versos cantaré
dondequiera que vaya
fuisteis sembradores de amor
al venir el alba.
Otros en la oscuridad siembran
odio y cizaña
ojalá su simiente entre abrojos
y pedregales caiga.
Félix Sanz Toral:
Otro de tantos niños de la pizarra
que, a ratos, pudieron acudir a la Escuela Nacional.
Un día en que yo animaba a Félix a
que escribiera más, se prodigara más, (es lo que él quería) me dijo algo que me
llegó al alma: “Gaude, no escribo porque pongo muchas faltas de ortografía”.
Aquello me llegó a lo más hondo de
mi ser y reaccioné diciendo: Félix, si después de lo que ha llovido sobre nuestras
espaldas, más sobre las tuyas (1935), tampoco se nos permite poner faltas de
ortografía que alguien pare esto porque yo quiero apearme.
Conocí, corrí y jugué con muchos
niños de la pizarra, entre ellos verdaderos catedráticos, aunque les faltara el
título.
Camporredondo, 8 de febrero de 2015
PD. Nota aclaratoria para el erudito al que tanto molestaban las faltas de
ortografía: los niños de aquel tiempo escupían en la pizarra para borrar lo
escrito y secarlo después con un trozo de almohadilla que las madres preparaban
y después poder seguir escribiendo con el pizarrín sobre la misma pizarra. El
papel, señor erudito, escaseaba y quedaba fuera del alcance de LOS NIÑOS DE LA
PIZARRA.
¡Emotivo escrito, lleno de verdad, encanto, sentimiento y sed de justicia! Enhorabuena, Gaude.
ResponderEliminarMagnífico, Gaude, magnífico.
ResponderEliminarGracias Luciano y gracias Ángel, muchas gracias.
EliminarLos niños de la pizarra no ofendían ni faltaban en el respeto a nadie. Sencillamente nos estaban diciendo que con la binadera, el azadón, o la alforja y la cayada no pudieron aprender si la palabra maldita que se paseaba por las calles del pueblo se escribía así: anvre o de esta otra manera, hambre. De cualquier forma su significado era el mismo.
Los “sabios” lenguaraces, esos, sí son peligrosos.
Os abrazan: LOS NIÑOS DE LA PIZARRA.