lunes, 25 de febrero de 2013

Labores que el resinero realizaba. Herramientas y útiles usados (VI)

Cogida o remasa

El cuchillo, la lata y el gancho

En la segunda quincena de Abril el sol ya deja sentir con fuerza su energía, los pinos se calientan, y con el trabajo del resinero y la savia que ellos elaboran, el pote, con la constancia de la gota, (¿os acordáis?) ha ido llenándose de trementina.

 
Gota a gota el pote se llenó de resina. Ya solo queda…
El Carrero fue depositando las cubas allí donde el resinero solicitó. Todo está a punto y hay que darse prisa. El pote está lleno, y una tormenta podría echar por tierra el trabajo de varios días. Si el agua cayera en el pote, iría desalojando la resina más líquida que quedaría convertida en sarro, y esto hay que evitarlo.

En los primeros días de Mayo se moviliza, en casa del resinero, todo aquél que esté en condiciones de coger la lata y el cuchillo para ir de pino en pino, vaciando el pote para después llenar la cuba donde la miera ya estará a salvo.
... lo que el resinero hace: recogerla

El trasvase del pote a la lata y de ésta a la cuba debe realizarse en el menor tiempo posible, (¡siempre con prisa!) pero por su densidad, la resina se desplaza lentamente. Hacía falta un acelerador de caída de la miera, y el resinero se lo inventó: el cuchillo. Con esta rudimentaria herramienta y la agilidad de sus usuarios en muy pocos segundos aquel producto viscoso era trasvasado del tiesto a la lata ¡qué agilidad en su manejo!

Recuerdo mi vida de pastor de ovejas que, mientras pastaban, yo me ponía al lado del recogedor de savia y no podía parar de andar si quería mantener un diálogo fluido.

Quizás alguien se pregunte: ¿dónde está el pastor?
Emocionado, esta vez está de este lado de la cámara

Y ya que he relacionado pastor y resinero, no quiero pasar de largo sin referirme a la relación entre ambas profesiones: si la cara estaba en sus dos primeras entalladuras (sobre todo en la segunda), las relaciones no podían ser muy cordiales; el pastor quería aprovechar el pasto para sus ovejas pero (¡ya estamos con los peros!) la altura a la que estaba el pote era justa la de la oveja y, si esta se arrimaba al pino -solía hacerlo con frecuencia aprovechando cualquier saliente para rascarse- el pote se iba al suelo y con él la resina, y el resinero se enfadaba. ¿Si tenía razón? Toda, pero cuando yo era pastor no lo veía así. Si esto se producía en terreno autorizado para el pastoreo podía haber un entente cordial, pero si el pinar estaba vedado para las ovejas, el resinero lo solucionaba pasando el problema al guarda forestal y podía acabar en multa para el pastor. A veces era el propio guarda – si era amigo – el que nos decía: tened cuidado porque le habéis tirado algunos potes. De todas maneras, la sangre nunca llegó al río.

Gota a gota, pote a pote y lata a lata... Así hasta llenar la cuba
Como cualquier otro trabajo del resinero este también era muy duro. A la prisa por recogerlo enseguida, se le añadía el peso y la incomodidad de la lata (entonces no había carretillos). La lata llena pesaba aprox. 18 kilos, el piso era blando y la distancia hasta la cuba podía llegar a bastantes metros, según la densidad del pinar. La capacidad de la cuba era de unas 12 latas, unos 200 kilos de resina, netos.

La frecuencia con la que recogía la resina podía oscilar entre 15 y 20 días. ¿Cada cuantas picas se llenaba el cacharro? Pues según el resinero; unos, los más… sufridos, daban pica cada cuatro días y otros cada cinco o seis. ¿Quién sacaba más resina? Júzguelo usted amigo lector, es fácil de deducir, las gotas de resina estaban directamente relacionadas con las de sudor del resinero. La herida, cuanto más reciente, sangra con más facilidad. La sangre del pino es la miera, la savia.

Dado que entre unos meses y otros -dependía de varios factores- había bastante diferencia, diremos que la media de remasas, por temporada, estaba entre siete y nueve.

De esta manera, el resinero colgaba y descolgaba el pote
No podemos pasar por alto el servicio que prestaba al resinero un artilugio rústico donde los haya: el gancho. El gancho es un pequeño trípode que se le dota de un mango y se usa de forma invertida. Con él descuelga el pote durante la recogida de la miera, siempre que la altura le obligara a usar el banqueto. También era útil cuando después de una tormenta tenía que sacar el agua del pote.

Si tuviéramos que describir el gancho diríamos: herramienta humilde y sencilla que al resinero le era de gran ayuda, siempre que tuviera que colgar y descolgar el pote de la resina.






Camporredondo, otoño de 2006

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