Una
de las imágenes que se resisten a abandonar mi retina de hombre de
campo, hombre rural, pastor de ovejas, es la del resinero, tanto en el
pinar negral como en el monte arenas, portando sobre sus hombros un
artilugio de tres patas, de madera. Sobre una de estas patas había
realizado unos cortes o rebajes especiales, con el hacha, lo que le
hacía parecerse a una diminuta escalera: era el banqueto.
Confieso
que al llegar aquí he estado meditando un buen rato sobre cómo seguir y
he pensado lo siguiente: Si se hubiera establecido el premio Nobel al
esfuerzo, al campesino esforzado, y me hubieran nombrado jurado único
¿qué habría hecho? Y sólo he podido llegar a una conclusión: dimitir
por incapacidad manifiesta.
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Y así desde antes del orto y hasta después del ocaso
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En
este rato he cerrado los ojos y obligado a mi mente a pasar la película
de mis años jóvenes. Al pasar ante mí las imágenes hubo momentos en que
me decía; ¡éste es mi premio Nobel! Pero con el fotograma siguiente ya
surgía la primera duda. Así una y otra vez, hasta que al llegar al pinar
y ver a un hombre cargado con un madero al hombro, la herramienta en la
mano, subiendo y bajando montañas de arena, he abierto los ojos y he
renunciado.
Esta
mañana, como de costumbre, el resinero salió de casa cuando la única
luz que iluminaba el polvo y los baches de las calles de Camporredondo
era la proyectada por las bombillas de 15 bujías que colgaban en algunas
esquinas del pueblo.
Encima
de los aparejos del burro, debidamente amarrado, viaja el banqueto.
Envuelto en su manta, al costado del animal de carga, camina el
resinero. Seguramente el hombre, en su lento caminar, vaya calculando el
ropero más próximo al corte que tiene para hoy. Quiero hacer
constar que, dada la extensión de su mata de pinos, este hombre había
dispuesto varios puntos como roperos para evitar largos desplazamientos
hasta el chozo, siempre que debiera afilar su herramienta o reponer las
energías perdidas por el esfuerzo (una cosa es el ropero y otra el
chozo).
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Escalera francesa. Éste es el modo en que se usaba. La pierna izquierda era garantía de estabilidad. Foto del grabado francés "primitiva resinación"
(Rifé, IFIE, 1949, página 22bis)
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Al llegar al tajo, el resinero descarga sus cosas y, si el tiempo así lo aconseja, encenderá el fuego que mantendrá todo el día y que será como el delator de su presencia en el pinar.
Con
sus herramientas a punto, el hombre carga con el banqueto y se dirige
al primer pino de su larga jornada. Que el suelo sobre el que desarrolla
su trabajo es irregular ya lo hemos dicho: laderas y cotarros de arena
lo forman, ¿qué no hay firmeza? Pensemos que es arena. El resinero
realizó su labor al pino y vuelve a cargar con su... madero y va en
busca de otra estación, su... tarea diaria se compone de ¿300?, ¿tal vez
400 estaciones diarias?
Sin
más camino que la senda que él mismo crea al hollar el monte va de pino
en pino. Pero éste crece lo mismo en terreno llano que en la cima del
cotarro o su ladera, en cualquier parte cayó el piñoncillo impulsado por
el viento o escapado del pico o las garras de algún pajarillo, germinó y
allí creció el pino. Hasta allí llegó el resinero para hacerle su
labor; creyó que el banqueto estaba asentado y firme, y subió encima de
él. Con el esfuerzo, quizás el centro de gravedad quedó desplazado, una
pata del banqueto se hundió en la arena y la misma fuerza de gravedad
atrajo hacia sí el cuerpo del hombre que sin tiempo para reaccionar
sintió el dolor de su cuerpo magullado. Tal vez algún charro presenció
el accidente. El resinero ni siquiera mira a su alrededor ¿para qué, si
él sabe que está solo? Con el cuerpo dolorido intentará y conseguirá
levantarse, volverá a colocar el banqueto, otra vez subirá a él,
terminará la labor que no pudo terminar antes, cargará sobre sus
espaldas la falsa escalera y con su cuerpo magullado seguirá caminando
por las sendas que él mismo traza por el monte, pues el sustento de su
familia depende de los kilos de miera que el resinero sea capaz de
extraer a los 3500 pinos de su mata.
Y ya que hemos mentado kilos de miera, queremos decir que la media pino/temporada estaba entre tres y cinco. La diferencia entre unos pinos y otros podía ser, y era, considerable.
Camporredondo, otoño de 2006