miércoles, 1 de julio de 2015

Brerial

Brerial
AVD p. 172
(...) la perdiz se refugiaba en perdidos y
breriales.
Breriales:
Forraje que se cría en el campo: escobas, retamas, emperejutas, brezos, etc. (Investigación de campo)

No, ya no me sorprendo ante cualquier “burrada” que pueda encontrarme.

Hace algún tiempo, me sorprendió una palabra que encontré en el “Diccionario del castellano rural en la narrativa de Miguel Delibes”, editado por el Instituto castellano y leonés de la lengua. No obstante pensé: quizás mi cultura no da más de sí y ahí me quedé.

Ha sido ahora, repasando las “mejoras” que nos dice el autor que ha añadido, cuando he vuelto a encontrarme con la dichosa palabra que entonces, por pura ignorancia, acepté. La palabra, como podéis ver más arriba es: Brerial.

Deseando ampliar mi culturilla –que falta me hace- me dije: voy a ver a dónde enfocó Delibes el significado de la palabra y así sabré a lo que se refiere. Uno -éste que aporrea las teclas- ni por asomo, conoce todas las palabras rurales. Entonces volví a ojear “Aventuras, venturas y desventuras de un cazador a rabo” y al llegar a la página 175, Destinolibro 1ª edición 1985, dije: ¡joder, aquí está lo que Delibes escribió! Pero resulta que Delibes no escribió breriales, sino BREÑALES. Esto sí, me cuadra, pensé. Breñal o breñar: sitio de breñas. ¿Qué es sitio de breñas? Pues un sitio de quebradas (de difícil tránsito) y lleno de maleza (zarzas, yerbajos…). Así sí, nos vamos aclarando.

Si se dan un garbeo por “La pizarra de Gaude” verán que repetidamente digo: “o no leemos a Delibes, o no comprendemos lo que dice”. No hace falta repetir por qué lo digo: “para muestra un –otro- botón” como ya he dicho en más de una ocasión.

Pero lo que ya se sale de madre es con lo que el autor del “diccionario” remata la faena. Lo mismo que tantas otras veces, dice: (investigación de campo). Y yo digo lo que tantas veces digo: ¿dónde se investigó? Es que, a los que seguimos los “diccionarios”, nos facilitaría mucho el trabajo: si yo supiera algo sobre el informante, me pondría en contacto con el lugar o la persona (Castrillo de Tejeriego, Santa María del Campo… y algunas más), y sólo así podría darse por válida la investigación y protección de la palabra rural que deseamos proteger. Yo creo que nos queda una reflexión:

Navegando, navegando, -creo que se dice así- encontré un día: “Delibes ya tiene un diccionario”. 

Reflexionemos: ¿Delibes tiene un diccionario que se titula “Diccionario del castellano rural en la narrativa de Miguel Delibes”? Entonces yo digo: ¡cáspita! ¿Cómo puede Delibes tener un diccionario de su propia narrativa, con palabras rurales que no existen y que, además, él no escribió? ¿Cómo que Delibes tiene un diccionario? El que decía esto no estaba bien informado. Este informante debería saber que Delibes tiene dos diccionarios en la narrativa de Miguel Delibes y otro que se titula “Diccionario de expresiones populares en la narrativa de Miguel Delibes”, o sea, tres “diccionarios”(a cual “mejores” los tres), escritos por el mismo autor ¡no restemos méritos al experto!

Mi razonamiento final: cuando pase mucho tiempo, nuestros descendientes quizá quieran saber cómo hablaban sus bisabuelos. Para ello consultarán unos “diccionarios” que habrá en la biblioteca escritos por un señor, muy preparado, basados en la narrativa de Miguel Delibes que fue un escritor que manejaba el lenguaje rural a las mil maravillas. ¡Vaya referencia! mejor imposible. Entre las palabras que encontrarán estará ésta que hoy nos ocupa y darán por bueno lo que el diccionario dice. No en balde lo escribe un doctor cum laude en ciencias de la información que, además, se apoya en la narrativa de Delibes. Y así, y a partir de ese momento entrará en el lenguaje rural la palabra brerial, que nunca existió, y saldrá la palabra breñal porque un señor que no sabía lo que era el campo -porque nació y se crió en la gran ciudad- así lo dejó escrito.

Por otra parte intentarán navegar por el internet de turno y encontrarán con lo que un paleto escribió, y exclamarán: ¡Qué paleto más ignorante! no sabía lo que era un brerial, lo llamaba breñal, al collarón le llamaba collerón, no sabía que el herradón donde ordeñaba sus ovejas era de latón, él decía que era de barro cocido porque le hacían los alfareros de Arrabal de Portillo, tampoco sabía que la liebre estaba encaderada, el analfabeto decía que la liebre estaba escaderada… bueno, bueno, bueno, es que no pegaba ni una. Además dicen que fue pastor. ¡Qué brutos debían de ser aquellos paletos!

Otro comentará: fíjate si sabría el Urdiales éste, que hasta le apoyaba la Cátedra Miguel Delibes, la Fundación Miguel Delibes, la Excma. Diputación de Valladolid, el Instituto castellano y leonés de la lengua, el periódico El norte de Castilla… y el Ministerio de cultura dice que hacía posible que impartiera clases por colegios e institutos y, además, daba charlas por los pueblos que creo lo subvencionaba La Diputación de Valladolid… ¡vaya currículo!

Bueno pues… querido lector, sigo pensando; pensando porque yo no lo entiendo… ¿y tú?

Camporredondo, 25 de junio de 2015


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