domingo, 19 de abril de 2015

El jabón rural.

Porque se nota a la legua, y porque yo os lo he dicho siempre que la ocasión lo ha requerido, vosotros sabéis que el edificio de mi cultura descansa sobre los cimientos de la universidad-Escuela Nacional (6 a 14 años) de Camporredondo –Valladolid-, en mi vieja Castilla.

Es, por tanto, un edificio con paredes de adobe, de una sola planta, cuyos ventanucos son reducidos, para evitar que las temperaturas extremas puedan entrar y salir alegremente y su cubierta está compuesta por elementos nacidos y desarrollados en la naturaleza.

Con esta premisa es fácil deducir que, desde mi más tierna infancia, yo haya tenido muchas dudas -por incomprensión- sobre algunas materias que estaban por encima de la planta baja de mi edificio. Una de las dudas que no he conseguido despejar es ésta que os presento:

Desde la primera vez que vi a mi madre hacer jabón, yo no podía entender cómo era posible que si me caía una gota de grasa –aceite, manteca, sebo…- aquello fuera una mancha, y mi madre con el sebo, manteca o aceite consiguiera hacer jabón para quitar las manchas.

Porque aún nadie me lo ha explicado, y porque ahora gozamos de unos químicos que publican en las revistas mundiales de mayor prestigio y que incluso nos inventan una nariz portátil -separada de la cara-, quiero aprovechar para que, si lo tienen a bien, resuelvan mis inquietudes.

Ya me han preguntado: ¿para qué quieres, a tu edad, que te aclaren la duda que tienes sobre el jabón hecho con grasa? Y yo he contestado: pues para saber, a mi edad, por qué se quitan las manchas con el jabón hecho con grasa.

Y dicho esto, pasamos a fabricar jabón de forma artesanal por el método que empleaba mi madre y las demás señoras de mi pueblo. Ya he comentado que una de las materias primas que usaban era el aceite gastado. Pero como este tipo de grasa era más bien escaso, nos centraremos en la manteca. Mejor aún: usemos el sebo que era el que abundaba en casa y el que menos se adaptaba al consumo cotidiano (la manteca era una fuente de sabor y energía para añadir a las patatas viudas).

El sebo, de sobra sabéis que es la manteca de los herbívoros. Bien. Pues el de casa procedía, principalmente, de la toquilla que envuelve el bazaco (ver Diccionario de Camporredondo en esta misma pizarra) de las ovejas, más toda la grasa que, según la cantidad de pasto, había temporadas en que era elevado. Todo este sebo se iba recogiendo en cajones o bolsas, y cuando había una cantidad considerable, o se vendía, o se llenaba la caldera y se colocaba ésta encima de la trébede, se encendía un manojo y, dale que dale, hasta que el sebo derretía. La grasa, así obtenida, la mezclaban con sosa.

Bien mezclados el sebo y la sosa, se vertían sobre un cajón a propósito hasta un nivel adecuado a la altura que se quisiera dar al cantero de jabón. Se esperaba el tiempo suficiente para que fuera solidificando de nuevo y, antes de que endureciera, se cortaban los canteros a gusto de la consumidora. Se esperaba hasta que enfriaran los canteros y desde allí hasta el arroyo para lavar la colada que, como decía nuestra amiga Luisa, solía ser todos los lunes de cada semana.

Yo creo que están más que justificadas mis dudas: la grasa produce manchas en la ropa, pero si la procesamos resulta que es un extraordinario anti manchas. Explíquemelo usted señor/a químico/a.

Y sin más, pasemos a daros la fórmula mágica que nos ofrece mi hermana Consolación que tantas veces fabricó jabón para el consumo familiar.

Ahí van los ingredientes y su forma de hacer el jabón:

Ingredientes: agua y sosa mas, manteca, sebo o aceite.

Útiles necesarios: barreñón (barreño dice mi hermana, el mío es más grande) de barro cocido, palo del mango de escoba, por ejemplo, para remover, cajón adecuado a las necesidades y cuchilla para cortar los canteros.

Cantidad de ingredientes de referencia: por cada ½ kilogramo de sosa, tres litros de agua y tres kilogramos de manteca (en nuestro caso, sebo).

Sobre los tres litros de agua se vierte el ½ kilo de sosa y se remueve, con el palo, hasta que quede completamente desleído. Conseguido esto se añaden tres kilos de manteca –en nuestro caso sebo-. Si el sebo esta solidificado sería conveniente que el agua estuviera caliente para agilizar el proceso. Debemos remover la mezcla hasta que espese. Como ya tendremos preparado el cajón, verteremos la mezcla en él y esperaremos hasta que, pasadas unas dos horas, se pueda cortar a la medida que queramos que vaya a tener el cantero de jabón.

Un consejo que da mi hermana es que debes hacerlo donde no haya corrientes de aire, porque se cortaría y nunca cuajaría. Y otro: cuidado con las manos porque es sosa y te quemarías. Así nos lo dice y así os lo pasamos. Y añade:

Suerte y que salga bien. Y yo añado un deseo:

Que la crisis no nos obligue a fabricar, de nuevo, jabón rural.

Nota al final de todo: por el ingrediente (sosa), altamente corrosivo, usado en la fabricación del jabón, los útiles usados deberían ser de madera o barro cocido.

Camporredondo 8 de abril de 2015.

4 comentarios:

  1. ¡Yqué Universidad!
    Pues lo mismo que dijo Sócrates, Gaude, seguro que ya lo sabías:
    ¿Para qué te sirve, Sócrates,
    aprender a tocar la lira si vas a morir?
    - Para tocar la lira antes de morir,
    respondió el maestro.
    Un abrazo

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    1. La respuesta queda muy bonita después de pulida y adaptada para presentarla al gran público. La original -como corresponde a un hombre de campo que aún lleva la alforja al hombro- fue: ¡joder, para qué va a ser, pues para saber por qué se quitan las manchas con jabón hecho con manteca! Es que soy tan bruto que a mi edad aún no lo sé.

      Gracias Ángel. Un abrazo asilvestrado.

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  2. Gracias, Gaude, por rescatarme la imagen de mi madre en el corral con un mango de escoba meneando el mejunje y alejando a los niños del barreñón por el peligro de la sosa. Abrazos.

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    1. Gracias a ti, Luciano por nombrarme “el corral”. Palabra que salvo unos pocos nostálgicos que nos resistimos a renunciar a él, los demás, por no sé qué regla, han modernizado.
      Te voy a contar algo que no sabes: justo al mismo nivel desde donde tecleo este artefacto hay un jardín precioso que yo contemplo a través de un ventanal. Bien. Pues la gente ha evolucionado tanto que, a este jardín, le llaman patio. Y a este jardín, que cuida Maribel, ella y yo lo llamamos corral. ¡Cómo que por qué! Pues porque era donde yo encerraba y apacentaba mi hatajo de ovejas. ¿No te parece razón suficiente?
      Así que cada vez que vuelvo la vista, en vez de césped y flores, veo ovejas, corderos, pájaros… en fin, naturaleza viva.
      Te envío un beso como los que daban los corderos cuando lamían la pierna desnuda del niño.

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