domingo, 26 de abril de 2015

¡Joder qué imaginación...!

¡Joder qué imaginación tiene el experto!

En cualquiera de las dos glorias que siguen... ¿dónde colocaríamos el puchero con los gabrieles y el tocino?
A todo trapo: gloria en Camporredondo (Valladolid)

4 h.
Así era la Castilla de Delibes. En esas casas se comía cocido todos los días. Hecho en la gloria, toda la mañana.














Chimenea, hogar, llar... o simplemente fuego de
morillos, donde se cocían los gabrieles y las patatas.
“Habló el buey y dijo mu”. O lo que es lo mismo; habló Urdiales y dijo: el cocido se hacía en la gloria durante toda la mañana. La Diputación que oyó esto, habló y dijo: paguemos a este “experto” para que predique estas enseñanzas por nuestros pueblos y ciudades. El ministerio de in-cultura rural exclamó: permitamos que expertos como éste prediquen tanta sabiduría por colegios e institutos, al fin y al cabo es más fácil gobernar bueyes que digan “mu”. Y llegó el paleto (yo) y dije: de todos estos sabios, me quedo con el buey.

He querido abrir esta entrada con dos hermosas glorias en pleno rendimiento en la Castilla de Delibes donde, es cierto, se comía cocido todos los días  –y patatas todas las noches- y aquél y éstas se cocían a fuego lento durante toda la mañana los unos, y parte de la noche las otras -casi siempre viudas- en la cocina bilbaína o económica, o en la humilde placa anterior a la bilbaína, o en la chimenea, hogar, llar… o -llámelo usted como quiera- entre los morillos. Todo menos en la gloria porque… dígame el señor Urdiales -que parece bien informado- ¿dónde colocaría usted el puchero con los gabrieles y el tocinillo? Bueno, creo que se impone informar, de manera un poco más rigurosa, y eso es lo que vamos a hacer desde la boca de abastecimiento a la gloria.

La gloria, calefacción por suelo radiante (posiblemente de época romana) mediante el fuego era y, como vemos, todavía sigue siendo, una serie de túneles o cañones debajo del piso, por los que se canaliza el fuego -que el combustible genera al arder- hacia la chimenea o salida de humos. En el tránsito de la llama, buscando la salida, va calentando el suelo -para calentar el suelo, no para cocer los garbanzos- y por radiación calienta las habitaciones por las que pasa. Así de sencillo.

Cómo y por qué de la forma de encender la gloria: por la boca de abastecimiento se aporta el combustible, normalmente hornija (ver lo que es hornija en el “Diccionario de Camporredondo”), pero también en las zonas de Castilla en las que abunda la paja se atiza con este combustible, o con burrajo… en fin, cualquier material que genere una llama y que, además, sea económicamente asequible para la, generalmente débil, economía doméstica.

Una vez metida la leña a la entrada del cañón de la gloria se prende (se enciende) y comienza la combustión. Por ende, el suelo se va calentando. Mientras la llama es intensa se mantiene abierta la boca de entrada de la leña y la salida de humos (cortafuegos en la chimenea). Como el calor tiende a subir y como la chimenea está muy alta –por encima del tejado- se establece una corriente de aire desde la boca de abastecimiento hacia la chimenea. Cuando la llama va cesando, se van cerrando tanto la boca de entrada como el tiro o salida de humos, hasta que la combustión cesa por completo , que es cuando se cierra de forma hermética, o casi hermética. ¿Para qué se cierra de forma casi hermética? Pues para evitar que el calor que siguen generando las brasas, más el acumulado por efecto de la combustión, se escape. De esta manera, si en el cañón de la gloria hay calor acumulado (y lo hay) el suelo se mantiene caliente durante todo el día. El calor se mantiene hasta el día siguiente en que volveremos a repetir la misma operación.

¿Qué conclusiones sacamos de esta explicación? Pues que el tiempo de apertura de la boca de abastecimiento, como el tiro, o cortafuegos, de la salida de humos, deberá ser el menor posible.

A partir de aquí habrá que sacar alguna enseñanza: no es posible que cozamos los gabrieles en la gloria, porque además de ser imposible (¿metemos el puchero en el cañón y cerramos?), la cocinera tendría que bajarse a la cueva, se vería obligada a mantener la boca de abastecimiento abierta, y el calor se nos escaparía.

Bueno, además, ¡qué cojones hago dando explicaciones sobre algo que es absurdo! El cocido en los pueblos de la Castilla de Delibes se cocía a fuego lento en la forma que ya hemos dicho más arriba, lo que pasa es lo que, también he dicho hace un rato: “habló el buey y dijo ¡mu!”

Lo verdaderamente preocupante de todo esto es que, de los que escuchan o leen a Urdiales; unos, los que saben, se ríen pero no actúan y los que, por su juventud, no saben de qué va el tema, pues lo aceptan y asimilan. Así se deforma la historia: para ilustrar en colegios e institutos el Ministerio de in-cultura les pone un profesor analfabeto en lenguaje rural. Hasta donde no llegue el ministerio llega la Diputación, o la Fundación Instituto Castellano y Leonés de la Lengua, o la Cátedra Miguel Delibes… en fin, todas estas instituciones que, con el DRAE en la mano, son infalibles, pero en cuanto les metes por los caminos sin asfaltar, o tienen que pisar terrones, no saben dar un paso y patinan: resbalan y caen.

Deducción que yo saco: al señor Urdiales le hablaron de la gloria como forma de calefacción, después le dijeron que en los pueblos de Castilla se comía el cocido todos los días… el experto lo metió en la coctelera y sacó: comen cocido todos los días, se calientan con el calor de la gloria, como no sabe lo que es la gloria, recurre al DRAE que le complica más y dice: aprovechando el fuego de la gloria cuecen los garbanzos del cocido. ¿Acierta? Pues está claro que no. Pero, por si las moscas, dice: “en los pueblos de la Castilla de Delibes…”. Entonces yo digo: no señor Urdiales, eso no es así y, además, Delibes nunca lo dijo, porque Delibes conocía, como yo, la forma en la que se cocía el cocido castellano. Así que otra vez más le digo: señor Urdiales, usted con su bienintencionada ignorancia, está haciendo mucho daño al leguaje y costumbres castellanas.

Después de todo lo dicho pienso, parecerá raro, pero sí que pienso: el Isidoro de Delibes llevaba el pueblo escrito en la cara y como tal era motivo de mofa. Ha pasado un poco tiempo e Isidoro, que sigue llevando el pueblo escrito en la cara, aquí le tienes intentando hacer comprender a los maestros del lenguaje lo que es una gloria. Que no es la Gloria-Cielo que ellos nos enseñaban, no; esta gloria es con la que nos calentábamos. Eso sí los garbanzos los cocinaban nuestras madres y abuelas con leña, sí, pero no en la gloria.

Y dice el DRAE:
gloria.
(Del lat. gloria).
6.f. Hornillo dispuesto para calentarse y para cocer las ollas.

Esto dice y se queda en eso: en la gloria.

Sí, sí, sí. Ya sé que el DRAE dice todo esto. Pero como la Castilla de Delibes es la de la gloria- calefacción por suelo radiante (la de los romanos) creo que es a ésa a la que debemos referirnos. La del DRAE, o el Diccionario de la Real Academia nos dice cómo es, o era, o el experto debe decirnos en qué zona de esta Castilla de nuestros amores se llama gloria a los fogones en los que se cocían los gabrieles. Así que quedo a la espera de que alguien nos muestre este tipo de gloria para calentarse o cocer el cocido a fuego lento. Y si alguien descubre que no es cierto lo que más arriba digo lo rectificamos: todo menos cargarnos la gloria tradicional por suelo radiante: la de la Castilla de Delibes.

Y sigue el DRAE:
gloria.
(Del lat. gloria).

7. f Estrado hecho sobre un hueco abovedado, en cuyo interior se quema paja u otro combustible para calentar la habitación.

La verdad es que el DRAE tampoco ayuda mucho. La definición que nos da de gloria, al menos desde la Castilla de Delibes, no es muy acertada. Comparemos la definición con las fotos del encabezamiento del escrito. Lejos de ser un estrado es un túnel bajo el suelo de la casa. En fin, espero haber dejado claro lo que es la gloria en la Castilla de Delibes.

Camporredondo, 27 de marzo de 2015.

4 comentarios:

  1. Una muestra más para recoger en una futura antología del disparate, Gaude.
    Abrazos.

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    1. En este momento estoy preparando una nueva entrada que no dejará a nadie indiferente. Espera mañana y verás. Todo es susceptible de ser mejorado.

      Un abrazo

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  2. Buenas noches, Gaude.
    Lo que sí se hacía en la gloria -lo he visto y lo he probado en algún pueblo de Tierra de Campos- eran unas maravillosas sopas de costra. O sea, unas sopas de pan que, después de estar toda la noche entre el rescoldo de la paja, en una cazuela ancha y baja, sabían a gloria (en el doble sentido de la palabra) al día siguiente. Como el calor venía, al menos en buena parte, de arriba, se formaba una costra y de ahí el nombre.
    Un abrazo

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    1. Doy mi más cordial bienvenida a esta vuestra casa, al grupo de “motorizados” amigos, por mí seguidos y admirados.
      A cualquiera que le preocupe, o la simple curiosidad le lleve a conocer el mundo rural, sabe que, por carecer de casi todo, el ingenio siempre ha estado presente en este entrañable mundo.
      Una prueba es lo que nos acabáis de decir: las sopas con costra. Yo podría añadir que por aquí –Tierra de Pinares- se aprovechaban las brasas de la hornija para asar remolachas que después, quizá por aquello de que a falta de pan…, se comían y estaban muy buenas También se asaban patatas (terciadas, enteras y sin pelar) que estaban buenísimas sin más que añadirle unos granitos de sal; incluso en muy contadas ocasiones se asaba un somarrillo que, con un buen trago de la bota, con tinto de cosecha, estaban para perder el conocimiento etc. etc. etc.
      Pero lo que hemos tratado de decir, aquí y ahora, es dónde se cocía la comida diaria que, como norma general eran el cocido y las patatas y, desde luego –insisto, como norma general- no se hacía en la gloria.
      El cocido era el menú del mediodía, cuasi, los 365 días del año. Entonces… ¿en los meses tórridos de la meseta castellana también prendíamos la gloria? Ya hemos dicho dónde y cómo se cocía, durante toda la mañana, el cocido en la Castilla de Delibes.
      Abrazos y seguir, que yo lo disfruto.

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