Al hablar de la máquina de limpiar -la aventadora- sólo de pasada hicimos mención al gario, diciendo que con él llenábamos la tolva de mies trillada.
Si sólo hubiera tenido esta utilidad estaría más que justificada su inclusión entre los útiles de la era más importantes. Pero había más: con el gario llenamos de mies trillada la tolva de la máquina, y allí es donde se separan el grano y la paja. El grano -que cae por el granero- lo retiramos con la pala de madera y la paja -que el aire de las aspas impulsa por la parte delantera de la máquina- con el gario. Fue una tarea muy ingrata la del retirar la paja a la salida de la máquina, no requería de mucho esfuerzo, pero sí debías de soportar el verte envuelto en una nube de tamo sin poder evitarlo porque la máquina soplaba y el tamo se movía... ¡había que ver cómo picaba!
Ya tenemos dos labores que se realizaban con el gario: cargar la tolva, y retirar la paja hasta el montón o pajero.
Ahora las labores de era ya van finalizando: se ha encerrado el grano. Queda retirar la paja, que es la segunda parte más importante para llenar los pajares y usarla como alimento de los animales durante todo el año. Además, si sobraba, se formaba el pajero para camas del ganado, transformándose, así, en estiércol. Llenemos el pajar, pero antes vamos ha hacer la presentación de este “bendito” inmueble.
Si sólo hubiera tenido esta utilidad estaría más que justificada su inclusión entre los útiles de la era más importantes. Pero había más: con el gario llenamos de mies trillada la tolva de la máquina, y allí es donde se separan el grano y la paja. El grano -que cae por el granero- lo retiramos con la pala de madera y la paja -que el aire de las aspas impulsa por la parte delantera de la máquina- con el gario. Fue una tarea muy ingrata la del retirar la paja a la salida de la máquina, no requería de mucho esfuerzo, pero sí debías de soportar el verte envuelto en una nube de tamo sin poder evitarlo porque la máquina soplaba y el tamo se movía... ¡había que ver cómo picaba!
Ya tenemos dos labores que se realizaban con el gario: cargar la tolva, y retirar la paja hasta el montón o pajero.
Ahora las labores de era ya van finalizando: se ha encerrado el grano. Queda retirar la paja, que es la segunda parte más importante para llenar los pajares y usarla como alimento de los animales durante todo el año. Además, si sobraba, se formaba el pajero para camas del ganado, transformándose, así, en estiércol. Llenemos el pajar, pero antes vamos ha hacer la presentación de este “bendito” inmueble.
¿Qué es, o mejor dicho, qué (afortunadamente ya no es) era el pajar? Para terminar rápidamente y por merecimientos propios, deberíamos decir: un infierno. Pero extendámonos un poco más, que él se lo merece.
Ya
hemos dicho que el bocín estaba junto a las tejas y el pajar había que llenarlo, eso, hasta las tejas (nunca mejor empleada la frase hasta las tejas, como luego veremos). Desde el primer carro de paja, dentro del pajar tenía que haber, necesariamente, uno o dos seres humanos, porque había que pisarlo (aplastar la paja
para que cupiera más cantidad). No hace falta mucha imaginación para saber lo
que allí dentro ocurría. Con el gario, (que hay que ver la cantidad de paja que
era capaz de embocinar) se embocinaba la paja. La paja entraba por la parte mas
alta del pajar, es decir, junto a las tejas -quiere esto decir que el tamo
revoloteaba por el pajar hasta que poco a poco se iba posando en el suelo-. Y
así una gariada y hasta cien mil gariadas. Si había una persona, o dos, dentro
del pajar sólo se sabía si cuando terminaba la jornada salía vivo un ser humano
o dos, porque mientras, casi, ni se veían. Al final de la jornada había que
retirar el tamo para buscar bajo él lo que hubiera... niño... niña... ¡Qué mas daba,
lo que hubiera!
No sé lo que abría ocurrido si el pajar hubiera sido un edificio moderno con su tejado formado por bovedillas y su capa de hormigón más las tejas, seguramente yo no hubiera tenido ocasión de estar contando ahora estas cosas. Imaginaos: El pajar se va llenando, y cuanta más paja menos espacio para el oxigeno. ¿Qué nos salvaba? Pues que podíamos respirar a través de la separación entre las tablas que formaban el tejado y las tejas. Por aquellas rendijas respirábamos, yo creo que gracias a aquellas imperfecciones algunos podemos contarlo.
Aún recuerdo la alegría cuando el que embocinaba la
paja decía: ahí va la última gariada, pero ¿cuánto duraba esta alegría? Pues un
momento, porque, encima, uno ha tenido la suerte de tener unos hermanos nacidos
para el trabajo y al instante se oía el traqueteo del buje del carro contra el
sontroz y la parte interior del eje. Era muy deseable que el carro traqueteara
y se le oyera cantar, pero en aquellos momentos no sonaba nada agradable al
escucharle.
O sea que pisar el pajar era de lo más divertido:
extender la paja con la horca; más que respirar, comer tamo, y date prisa a
pisarlo porque viene el viaje siguiente y tiene que caber paja para todo el
año. ¡Brutos, éramos muy brutos!
Y es que no había nada a favor del que pisaba el
pajar: o el encargado de cargar el carro era un poco... tranquilo, o como
moviera el gario con rapidez -como era el caso- y dada la capacidad de éste,
por el bocín no dejaba de entrar "oxigeno" en forma de tamo.
Habrá quien al leer esto llegue a la conclusión de
que estoy resentido con el pajar. Pues es cierto, aun después de más de
cincuenta años transcurridos, odio pisar el pajar.
Como pisar el pajar no era un trabajo físicamente
duro, los encargados de esta tarea, casi siempre, eran los niños, y claro, me
vais a entender enseguida: yo era el último de una familia de seis hermanos. ¿Me
comprendéis ahora? ¿Estoy enfadado con el pajar? ¡Pues sí, lo estoy!
Estoy seguro de que si hoy siguiera haciéndose de la
misma manera que entonces, la tarea de pisar el pajar estaría catalogada como
delito contra la salud pública y la ley lo perseguiría de la forma más rígida
posible.
Querido gario: Cuánto polvo nos has hecho respirar y
tragar, pero que buen servicio prestaste, al hombre del agro.
PALABRAS DE USO POCO
CORRIENTE USADAS EN ESTE ESCRITO
AVENTADORA.- Máquina para separar el
grano de la paja. Mediante unas aspas o abanicos producía aire, y
empleando un juego de cribas dotadas de movimiento de vaivén espajaba y acribaba
el grano, en dos operaciones: espajado y cribado.
BOCÍN.- Ventana de reducidas
dimensiones abierta en la parte más alta del pajar, por donde se embocinaba la
paja.
(BRUTOS.- Se refiere a los que
pisábamos los pajares a riesgo de la propia vida)
BUJE.- Pieza de hierro -que
formaba parte del cubo- donde iba alojado y sobre el que giraba el eje del
carro.
CANTAR (el carro).- Sonido que
producía el traqueteo del buje al hacer tope en el sontroz y la parte interior
del eje. El carro que mejor cantaba era el mejor equilibrado
y engrasado.
EMBOCINAR.- Efecto de meter la paja
por el bocín.
GARIADA.- Cantidad de paja que desplazaba el gario de una sola vez.
GARIO.- Especie de bieldo grande
al que se le añadía un entramado de cuerdas para dotarle de mayor capacidad.
MIES.- Conjunto de cereal
maduro, segado o por segar.
PAJAR.- Local dotado de puerta y
bocín en el que se guardaba la paja para pienso del ganado durante el año.
PAJERO.- Montón de paja que se
formaba después de separar el grano.
SONTROZ.- Pasador de hierro, fuerte
y plano, que se coloca en el final del eje para evitar que se salga la rueda
del carro.
TAMO.- Polvo o paja muy menuda
que se producía al trillar.
TOLVA.- Espacio abierto, y
regulable, en la parte superior de la máquina aventadora por donde se abastecía
a las cribas para limpiar el cereal o la legumbre.
TRAQUETEAR.- Golpear el buje contra el
sontroz y la parte interior del eje. Era deseable que el carro traqueteara con facilidad.
Camporredondo, Enero de 2002.
¡Excelente evocación del antiguo pajar! Muchas gracias, Gaude. Por mi pueblo, no he oído "gario", simplemente he oído "bieldo" o "bielda", pero, a lo mejor, se usaba. El "bocín" se llama "bocarón", y a la operación de pisar la paja para reducir su volumen se la denominaba "encalcar". Todo lo demás se ajusta a lo que dices. Está tan bien descrito que uno siente los picores del tamo. ¿Se emplea por Camporredondo la palabra "pusla".
ResponderEliminarQuerido seguidor de “La pizarra de Gaude”: empiezo por el final para rogarte que nos digas lo que es la palabra “pusla”. No, por aquí no se conoce, o yo la desconozco.
EliminarEn cuanto a las palabras “bieldo”, “bielda” y “gario”. Seguramente “bielda” en tu tierra sea el equivalente al “gario”. Porque lo que sí vengo observando es que el bieldo es igual en todas partes. Tienes la ocasión de comparar con las fotos que acompaño en la entrada “garia/gario”.
Con la palabra bocarón ampliamos nuestra cultura rural: aquí siempre se llamó bocín al ventano por donde se llenaba el pajar.
Con la palabra “pisar” o “encalcar” debo decirte que por esta tierra -cuasi siempre- se usaba pisar el pajar, pero también había quien decía “calcar“ bien para que quepa más paja, ya fuera el pajar o el saco de paja.
Así da gusto.
Un abrazo rural.
Por mi zona, y también, que yo sepa, por la Tierra de Campos palentina, "pusla" es el residuo muy triturado de la paja, el cosco y las argayas de los cereales. Abrazos.
ResponderEliminarAhora que yo se más -tu me lo has enseñado- quiero deciros a los jóvenes algo que quizá no sepáis: el tamo que más picaba era el de la cebada ladilla. Este tipo de cebada creo que ya no se siembra, o se siembra mucho menos. ¿Será para no tener que rascarse?
EliminarAbrazos de pueblo.