martes, 27 de mayo de 2014

En Camisas de Once Varas: Hacer.

Después de encender mi candil de torcida y aceite allí donde creí que había oscuridad respecto de algunas -siempre muchas- palabras sobre la obra de Miguel Delibes, y por ende rurales, hoy me he hecho una pregunta: ¿vale la pena el esfuerzo dedicado hasta aquí? He llegado a la conclusión que, al menos, me sirve para sentirme a gusto con mi conciencia. “El que hace lo que puede, no está obligado a más”. Esto es lo que siento hoy: he hecho, hasta aquí, lo que he podido, pero me temo que no es suficiente. Me he ilusionado algunas veces: cuando me regalaron el primer diccionario sobre el castellano tradicional: ¡Qué pena!

Después me dijeron: han salido unos diccionarios en la narrativa de Miguel Delibes que son una maravilla: ¡Dios qué pena!

Después he visto cómo se aprovecha la popularidad del más grande escritor, en lenguaje rural, que Castilla ha dado y… ¿qué quieren que les diga? “A las pruebas me remito”.
Entonces empiezo a sentir que mi lucha es desigual. Pero he llegado a una conclusión: no conseguiré frenar la fiebre que despierta hoy el lenguaje rural en los nuevos advenedizos “expertos”, sí les puedo asegurar que alguien me da la fuerza, que tanto necesito, para seguir, y espero que aquél que esté interesado sepa comprender este maravilloso mundo a través de sus protagonistas, no de los oportunistas.

Mi ideal de experto en la narrativa de Delibes -y quizás estoy equivocado- es éste: aquél que lee su obra, se mueve por el mundo que él lo hizo, intenta comprenderlo, analiza cada situación, destroza algunos pares de alpargatas para hablar con sus personajes… y después saca sus propias conclusiones para contárselas al público en general, desde otra perspectiva. Por ejemplo: visto el mundo en el que el escritor desarrolla su obra desde el hombre de ciudad, aquél que desconoce el mundo rural y puede tener dificultad para ubicarse en el terreno en que el escritor ubica su obra. Delibes conoce bastante el ambiente en el que se mueven sus personajes y por eso se camina con facilidad: “se encuentra como pez en el agua, o como el pastor con su rebaño". Quizás por eso da por sentadas muchas situaciones que a él le parecen de lo más normales cuando la realidad es muy distinta, según quien sea el lector. Por ejemplo: Delibes podría conversar, y así lo hace durante el desarrollo de su obra, con el pastor, con Mariano Sastre, con el Molinero, el cazador, el guarda o el segador etc. ¿Pero sería posible una charla entre Delibes y el llamado experto en la narrativa del escritor? Modestamente yo opino que esta segunda charla sería imposible si no es como monólogo: Delibes y el otro.

Veamos con la palabra de hoy si soy capaz de apuntalar lo que acabo de medio decir:

Hacer 
D1C p. 52.
Hemos hecho cinco perdices y una medio liebre.
hacer. (Del lat. facere).
 3. tr. Ejecutar, poner por obra una acción o trabajo. Hacer prodigios. U. a veces sin determinar la acción. No sabe qué hacer.

¿Con esto que acabo de trasladar, fielmente, desde la Cátedra Miguel Delibes, justifica el experto su título? ¿Es tan fácil titularse como experto de una obra tan extraordinaria como es la de Delibes? Si así fuera, ustedes podrían contar con otro experto mañana mismo: tengo el DRAE, también tengo la obra de mi escritor favorito, además tengo la ventaja de ser nacido y criado en el campo, esto jugaría a mi favor como experto en la obra de Delibes. Pero no, no se asusten, admiro demasiado al escritor como para creerme con suficiente capacidad para declararme experto: sólo soy aficionado y admirador.

Partiendo del día 19 de octubre (“Diario de un cazador”), domingo en el que parece que lo que cazaron fueron cinco perdices y una media liebre, yo esperaba un experto capaz de llevarnos de la mano por el campo, presentarnos al guarda, vivir la emoción de robar un racimo del majuelo… en fin, pasarnos la película de un día en el campo con sus moscas, sus piedras y sus terrones, viendo volar las perdices, hacernos sentir las palpitaciones aceleradas del corazón cuando se divisa el bando, en fin, haciéndonos vivir un día de caza con todas las emociones que los cazadores sienten. No, no quiero que el experto me lo haga sentir a mí, fui cazador desde que empecé a acompañar al más grande cazador que yo he conocido: mi hermano Alfredo. Por eso me hubiera gustado que alguien con capacidad e ilusión fuera capaz de trasladar el campo al hombre de ciudad, sin que éste se mueva del sofá.

Pero en lugar de esto me encuentro a un experto -él así se intitula- que todo lo que se le ocurre es explicar, sobre un día de caza, lo que más arriba les he trasladado. Entonces sólo me queda por decir: “¡para este viaje no hacían falta alforjas”! Si le sugiero amable lector: adquiera la obra de Miguel Delibes –vale la pena- cómprese el DRAE y las palabras que éste no recoja pásese por el pueblo y pregunte: al menos no le confundirán.

A lo largo de todos estos días he estado tentado de arrojar la toalla, si no lo he hecho ha sido por respeto al mundo rural, a ustedes y a la obra del más grande escritor, en lenguaje rural, que ha dado Castilla y… a pesar de todo, ¿debo seguir? ¿podré seguir?

RESPETEMOS EL MUNDO RURAL, ES BONITO, AUNQUE NO SEA TAN FÁCIL.

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